El 25 de mayo de 1811, San Miguel de Tucumán celebró el primer aniversario de la Revolución de Mayo. Se esgrimía todavía el pretexto de que ella preservaba los derechos de Fernando VII, y se mantenía intacto el viejo ceremonial. Era reverenciado el símbolo del monarca, el Real Estandarte, y existía un Alférez Real. Pero, desde mayo de 1811, funcionaba en Tucumán una Junta Subordinada, que dependía de la de Buenos Aires y que de entrada tendría roces con el Cabildo.

Reunidos los cabildantes el 20 de ese mes, el Alférez informó que la Primera Junta había ordenado que “en los días 24 y 25 del corriente, se saque el Real Pendón con la misma pompa con que se acostumbra celebrar la festividad del Santo Patrono, en memoria de aquellos grandes y gloriosos días en que se hizo la regeneración de la América”. Días que “por este motivo, deben ser dignos a toda nuestra atención” y que exigían “públicas demostraciones extraordinarias, con todo el tren de ostentación y pompa que permiten las circunstancias del pueblo”. El Alférez Real pedía que el Cabildo aportase 100 pesos para una digna celebración.

El desarrollo de los actos del 24 y 25 ofendió al Cabildo. Meses después (el 10 de julio) un regidor manifestó que “con asombro”, vio esos días que la Junta Subalterna vino a acompañar el Real Estandarte con “ceremonias y honores mayores que los que tocan y corresponden a la Capitanía General”. Venían “a la vanguardia 8 batidores con sable desnudo en mano, y a caballo luego 4 oficiales, que hacían de edecanes”. Caminaban después los miembros de la Junta “y a la retaguardia, una compañía de Infantería de más de 50 hombres con sus armas”, que dispararon salvas. Además, en la esquina de San Francisco, edecanes y batidores formaron “un ala, sin hacer los cumplidos de ceremonia en el Cabildo”.