El vestuario es uno de los lugares más sagrados para los futbolistas. Allí guardan todos los secretos, sufren en soledad cuando la mano viene torcida y es en ese lugar también donde se cocina todo, donde se arman los grandes equipos y donde comienzan a gestarse las grandes campañas.

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Ese fue el lugar elegido por los jugadores para desatar el festejo más íntimo, más sentido, donde dejaron al descubierto todos los sentimientos.

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Después de celebrar junto a las los hinchas en el campo, se metieron al vestuario donde los esperaban sus familiares y amigos, los dirigentes y los colaboradores. “Soy ‘ciruja’ hasta que me muera”, tronó con fuerzas puertas adentro. “Cada vez falta menos para volvernos a ver”, fue el mensaje que partió para el otro barrio, casi palpitando lo que será el primer superclásico por la Superliga.


“Volvimos a ocupar el lugar que nos merecemos”

Por la sala de prensa fueron pasando uno a uno todos los protagonistas de este logro. Roberto Sagra y Daniel Galina como las caras visibles de una dirigencia que antes de llegar al primer año de gestión ya logró una de sus grandes promesas de campaña: devolver a San Martín a Primera.

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Darío Forestello y su cuerpo técnico también tuvieron su contacto con los periodistas y fue en ese momento cuando todo el plantel irrumpió en la sala y desató la fiesta. “El ciudadé, ciudadé”, se hizo sentir. Todos unidos, celebraron el ansiado ascenso y luego volvieron al vestuario. Allí, ya solos jugadores y cuerpo técnico exteriorizaron su alegría. “Lograr el ascenso a Primera con este club es algo único”, dijo Alejandro Altuna. “Soy hincha de San Martín y esto es el sueño del pibe”, agregó Maximiliano Martínez.

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Luego, el plantel recorrió las calles de la ciudad en un ómnibus descapotable y terminó la jornada celebrando con una cena íntima. Sí, el “Santo” llegó a la Superliga y en La Ciudadela tiraron la casa por la ventana.