El doctor Ernesto Padilla nunca se consideró a sí mismo un historiador, pero tenía profundos conocimientos sobre el pasado y consultaba asiduamente los viejos documentos. Decía: “yo me atribuyo papel semejante al de los capacheros, como llamaban a quienes arrimaban argamasa o material a los albañiles; a estos corresponde, al levantar el muro, saber si el material es bueno o malo, si sirve o no sirve, golpear, chanflear, reducir y en último caso tirar lo que resulta inapropiado”. Daba ese carácter, en una carta de 1935 a su viejo amigo tucumano, el doctor Miguel P. Díaz, a sus disquisiciones sobre la denominación “Fronterita”.

Como se sabe, llevan este nombre un lugar de Famaillá y otro de Leales. Padilla decía que “en realidad no alcanzo a explicarme la razón de la aplicación del vocablo” ya que en ninguno de los dos casos se señalaba “límite, o jurisdicción, a sistema geográfico o a un conjunto de propiedades particulares”: algo que tuviera que ver con “frontera”. Decía que leyendo un capítulo de los “Estudios históricos y geográficos de Tucumán”, del padre Cabrera, había visto en una lista de nombres indígenas de antiguos pueblos tucumanos, el de “Contreritas”.

Su hipótesis era suponer que el nombre era “Contreritas” y no “Fronterita” y que se trataba de un lugar geográfico en territorio tucumano, antes de la llegada de los españoles. Contaba a Díaz que poco tiempo atrás había tenido oportunidad de conversar con el historiador Rómulo Carbia, sobre este asunto. Y que Carbia le dijo que, en el catálogo de documentos del Archivo de Indias, se mencionaba una merced de encomienda de los indios “Contreritas, Solcos y Yanquifagastas” dada al conquistador Leguizamón. Padilla se proponía seguir la investigación, y tratar de conseguir el documento original de esa encomienda. No sabemos si llegó a hacerlo.