José Lisandro Molina (74 años) vivía en el campo. Pero hace un año, cansado de que le robaran, decidió vender todo y se instaló en la ciudad de Simoca. Un día, desde la Municipalidad, le propusieron que alquilara su sulky para pasear a los turistas.

Le gustó la idea y desde entonces todos los sábados se dedica a llevar a los visitantes a conocer la ciudad. Durante una vuelta por las calles simoqueñas, junto al equipo de LA GACETA, don José demostró gran pericia para dominar el caballo y conducir el carruaje entre los vehículos. Afirma que ya casi no hay sulkys y que, hacia donde uno mire, solo aparecen camionetas, autos y motos. "Por eso ocurren las desgracias -dice señalando una moto que pasa-, porque se suben de a cuatro". Dice que para él andar en sulky es una cuestión de mantener la tradición. "Siempre anduve y siempre andaré", asegura. Recuerda que cuando vivía en el campo, no había negocios. "Me levantaba a las 4 de la mañana y recorría 23 kilómetros para venir hasta Simoca", rememora. Con respecto a la pervivencia del sulky, él es todavía optimista: "no se va a extinguir, siempre habrá uno en la calle".