POR CÉSAR PELLI

Desde hace unos cien años, el arte visual más activamente independiente ha sido la pintura. En siglos anteriores, la pintura reflejaba las obras y las apariciones de la presencia divina y su impacto en la vida humana. Santos y héroes, reyes y obispos eran todos enviados especiales de Dios, a diferencia de los seres humanos comunes y corrientes. Ellos, sus allegados y sus obras eran dignos de ser retratados y venerados y por consiguiente, el medio que lo hacía posible fue también exaltado. Durante el Renacimiento se produjo un cambio significativo. El artista obtuvo prestigio y llegó a ser más importante que la obra creada. Los temas sagrados, heroicos y principescos continuaron legitimando a la pintura, pero el artista podía asimismo elegir otros temas que también eran aceptados como arte. Ese cambio fue crítico.

Desde fines del siglo XVIII, el sistema religioso, aristocrático y jerárquico que respaldaba y legitimaba a la pintura fue debilitándose y ya para la Primera Guerra Mundial había perdido el status elevado. Además, durante el siglo XIX, con la invención de la fotografía, la pintura perdió su monopolio como registro de imágenes. De las artes, la pintura fue la más amenazada y algunos críticos predijeron el final de la pintura de caballete. Sin embargo, la pintura se reinventó a sí misma como un lente mágico que permite ver aquello que de otro modo sería invisible.

Probablemente, la recreación del significado de la pintura comenzó a fines del siglo XIX con la obra de varios artistas, especialmente la de Cézanne, y fue, para nuestros fines, completada por Picasso y Braque antes de la Primera Guerra Mundial. Este logro, la gran calidad de las obras creadas y el amplio apoyo teórico que obtuvo le otorgaron a la pintura una nueva y bien merecida preeminencia entre las artes visuales. A los pintores famosos se les comparaba con los chamanes y ganaron más autoridad que nunca.

El éxito de la pintura fue ayudado porque sus productos son portátiles y pueden ser vendidos, coleccionados y expuestos, adaptándose muy bien al capitalismo democrático. Los pintores, quienes en otros tiempos trabajaban básicamente por encargo -como aún hoy lo hacen los arquitectos- comenzaron a trabajar por especulación, con la esperanza de que en un futuro se venda su obra. La vida de los pintores jóvenes se hizo cada vez más difícil e incierta, pero el poder y la riqueza de museos, galerías, publicaciones, escritores, coleccionistas, vendedores de arte y artistas ha crecido enormemente. Esta red tiene tanto peso que casi ha logrado apropiarse del nombre "arte" para la pintura y sus artes más afines, el arte de los museos (como era de esperar, actualmente algunos artistas desafían los límites físicos de los museos con sus trabajos).

Con algunas salvedades, el mundo del arte ha sido muy bueno para la pintura y otras artes visuales. También ha sido beneficioso para la arquitectura. Sin embargo, promueve conceptos sobre la naturaleza del arte que no son del todo adecuados para la arquitectura. Muchos de estos conceptos han sido adoptados sin cuestionarse por la cultura arquitectónica y no han sido debidamente asimilados. Creo que debemos replantearlos. Libertad artística: para los pintores contemporáneos, esta condición puede ser un ideal, pero es un objetivo confuso para los arquitectos. Un arquitecto libre es un arquitecto desempleado. Novedad e invención: Estas cualidades son primordiales en la pintura, en la que cada objetivo artístico brinda una nueva visión del arte, la vida o el mundo. Esta es la razón de pintar un nuevo cuadro. El propósito y la validez de la arquitectura se justifican de otras maneras más básicas. La invención es fundamental en la arquitectura, como en todas las artes, pero la búsqueda ilimitada de novedad en la arquitectura, especialmente de la novedad prescrita, está dañando nuestras ciudades. Consistencia estética: Un pintor persigue una visión interna cuadro tras cuadro. Sin embargo, para el arquitecto -cuyos proyectos existen para fines diversos, en climas diversos, para satisfacer a personas diversas y para formar parte de entornos diversos- la consistencia estética es cuestionable. La consistencia estética también es importante cuando la obra completa de un pintor se presenta en una exposición. Las retrospectivas se han convertido en un modo de celebrar y evaluar toda la obra de un pintor. Los edificios de un arquitecto nunca podrán exponerse uno al lado del otro en un museo o en cualquier sitio. Permanecerán cumpliendo su propósito donde fueron construidos. El libro de arte, como catálogo o monografía crea mayor confusión. Para la obra de un pintor, un libro de imágenes es un facsímil de una exposición, y una fotografía, por imperfecta que sea, puede reproducir un cuadro entero. Para un arquitecto, la monografía crea la falsa impresión de que la relación estética entre los diferentes edificios de un arquitecto es importante y a su vez, le resta importancia a la relación fundamental entre un edificio y su lugar. La consistencia que importa es la que apreciamos en los edificios de una ciudad, no en las obras desperdigadas de un arquitecto. Propiedad: Hoy en día, los cuadros son propiedad de los pintores, lo cual no era el caso en épocas anteriores. Es por eso que los pintores pueden vender sus obras y son los únicos con autoridad para opinar sobre las cualidades de sus cuadros. La arquitectura, en cambio, tiene muchos propietarios. El arquitecto la concibe pero el propietario legal es el cliente, el cual puede venderla. El edificio también pertenece a las personas que lo usan, a la ciudad o vecindario del que forma parte y a sus ciudadanos. Todos pueden opinar sobre las cualidades del edificio porque todos tienen que convivir con él. La legitimidad de la preservación histórica se basa en esta percepción extendida de los derechos de propiedad. Colecciones: La colección de cuadros, a diferencia de las colecciones de edificios define el arte de un período con sus mejores exponentes. Todos los demás cuadros -la gran mayoría- pueden ser ignorados. Las ciudades son nuestras colecciones arquitectónicas y han sido formadas por las obras de arquitectos buenos, malos y regulares. Todas son importantes. Arte: por último, muchos arquitectos y críticos han aceptado el concepto de que "arte" es lo que hacen los pintores y los escultores y que las formas similares a las de la pintura o la escultura son por lo tanto más "artísticas" que las formas arquitectónicas.

Esto surge a raíz de un infundado sentido de inferioridad por parte de la arquitectura. La arquitectura sigue siendo la más rica y la más robusta de las artes visuales. Si alguno de nosotros desea usar formas que derivan de otras artes, estamos en todo nuestro derecho. Pero cuando usamos dichas formas, el valor de éstas no proviene del arte en el que se originaron sino de la arquitectura que logran, juzgadas como arquitectura.

* Fragmento del libro Observaciones sobre la Arquitectura (Ediciones Infinito, 2000).