BUENOS AIRES.- En silencio, el gobierno de Daniel Scioli mantiene una gran expectativa respecto de lo que pueda suceder en la provincia de Buenos Aires por el llamado -y temible- "efecto contagio" de la metodología de tomas de espacios públicos o privados por parte de los sectores sociales más desguarnecidos. Lo que un funcionario provincial definía, con cierto temor, como "la foto de Villa Soldati pero de este lado de la General Paz". Existe una suerte de mesa chica informal en el gobierno sciolista, encargada de abocarse al tema habitacional desde que nutridos contingentes ocuparon el Parque Indoamericano.

En el Conurbano, como en el resto del área metropolitana, existe un profundo déficit habitacional, que es la explicación primaria de lo que sucedió en la Capital Federal. Muchos miles de personas viven en situación precaria o pagando sumas insólitas -a malandras organizados- por el alquiler de un cuarto de mala muerte en el que deben convivir padres, hijos y hasta abuelos. Scioli, por ser un gobernador absolutamente alineado con la Casa Rosada, acaso respire mucho más tranquilo que Mauricio Macri, en relación a los beneficios que pueda recibir su provincia de los planes de construcción de viviendas que centraliza la administración nacional (un programa que en 2010 se vio bastante menguado). Pero, de todos modos, nunca será suficiente, según la resignada visión de los funcionarios provinciales. Y eso es lo que genera alarma. Lo que sí es distinto es el manejo que puede hacer el peronismo del Conurbano de aquellas situaciones de conflicto habitacional que han puesto en jaque al jefe de Gobierno porteño.

Porque, como se sinceraban el martes las fuentes consultadas, los intendentes justicialistas, caciques que hace años conviven con franjas poblacionales pobres que además constituyen su núcleo electoral más duro, aparecen como más duchos en el manejo de situaciones de crisis que reconocen ese origen. "Acá hay tomas de tierra todo el tiempo y no salen en la televisión", explicaba, con contundente simpleza, un intendente del populoso Conurbano bonaerense.

Las tomas de tierras en los partidos de La Matanza y Quilmes, sin alcanzar los niveles de violencia que se vieron en la Capital Federal, fueron relativamente sorpresivas para el gobierno provincial. Al punto que, según voceros oficiosos, el ministro de Desarrollo Social, Baldomero Alvarez de Olivera, habló el viernes con los intendentes de La Matanza) y de Quilmes, quienes reportaron una situación de tranquilidad en sus carenciados distritos. A las 48 horas, varios grupos desembarcaban con sus petates en González Catán y Bernal respectivamente. El fantasma del efecto contagio sobrevoló, pues, en la Gobernación. Con otro temor fundado: por cómo se dieron los hechos capitalinos, la demanda mediática hará que sea imposible que un episodio igual de virulento, pero en tierra bonaerense, pase desapercibido.