La previa de las elecciones no es el escenario que Javier Milei había previsto para teñir de violeta a la Argentina. Más allá de la ayuda estadounidense, el Presidente de la Nación tuvo que reconocer que ciertos indicadores económicos no están a la altura del ajuste más grande de la historia, como tampoco del derrame prometido para la microeconomía. La última Encuesta de Satisfacción Política y Opinión Pública de la Universidad de San Andrés es un claro ejemplo: un 66% de los argentinos sondeados por esa casa de altos estudios está insatisfecho con la marcha de las cosas en la Argentina. Al mismo tiempo transcurrido de gobierno, la satisfacción con la marcha general de las cosas se encuentra por debajo de la que se vivió en tiempos de Mauricio Macri y por encima de la etapa de Alberto Fernández, como puntos de referencia. Ese diagnóstico, dirigido por el doctor en Ciencia Política Diego Reynoso, es más elocuente cuando señala qué debería hacer la política en tiempos de tormentas económicas e institucionales. El 56% de los encuestados considera que el Presidente de la Nación debería negociar su agenda con el Congreso, mientras que el 14% cree que este debería imponerla. Asimismo, el 50% de los encuestados cree que el Congreso debería cooperar con el jefe de Estado y negociar algunas reformas, mientras el 25% cree que debería rechazarlas, no cooperar y avanzar con reformas propias. Eso demuestra que el grado de apoyo a la manera libertaria de gestionar encontró un techo. No en vano se señala que la Casa Rosada debería ser más empática en las medidas que debe adoptar para mejorar la situación de los jubilados, de los discapacitados y de la educación universitaria. Esos sectores han sido víctimas de los vetos.

En una reacción tardía, el Ministerio de Capital Humano, a cargo de Sandra Pettovello, anunció la ampliación de los descuentos en los supermercados para jubilados y pensionados de la Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses). La intención oficial es que el poder de compra de esa franja social se incremente un 20%. La medida tiene mucho de casta, de mecanismos que los anteriores gobiernos han puesto en práctica, aunque en el Gobierno se resistan a pensar que se trata de un “Plan Platita”. Las tensiones cambiarias de septiembre tendrán sus efectos en la medición del Índice de Precios al Consumidor (IPC). Algunas consultoras privadas ya recalcularon sus estimaciones y creen que la inflación del mes que pasó oscilará entre el 2,5% y el 3%, como máximo, otra mala nota para las proyecciones oficiales. Otra realidad que le estalla en la cara al Presidente. “Se desaceleró fuertemente la actividad económica”, reconoció Milei en una entrevista con el periodista Antonio Laje en A24. La esperanza del mandatario está puesta en la cumbre que el 14 mantendrá con su par estadounidense, Donald Trump, en la Casa Blanca. Los gestos cuentan a la hora de las expectativas. Pero el mercado necesita más que eso; precisa divisas que todavía no están visibles y que, por esa razón, ubican al Riesgo País, medido por la banca JP Morgan, en los 1.230 puntos básicos. En el continente, esa performance sólo es superada por Venezuela, una nación con demasiada inestabilidad geopolítica y económica.

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La desaceleración económica no contribuye a hallar el camino hacia la estabilización. Todos los organismos pronosticaron que, para este año, el Producto Bruto Interno (PBI) de la Argentina crecerá en torno de un 5%. Y que ese comportamiento se replicaría en los años subsiguientes. Hacia las empresas, que la Argentina se expanda implica una mejora en la capacidad de pago de sus obligaciones y, por ende, de la restitución de la confianza, en el afán de volver al mercado voluntario de capitales. Hacia la sociedad, ese crecimiento tiende a que la población mejore sus ingresos y, por lo tanto, se reduzca paulatinamente el índice de pobreza y de indigencia.

Diferenciar

Un reciente relevamiento del Observatorio de la Deuda Social Argentina, dependiente de la Universidad Católica Argentina (UCA), ha dejado en claro que, a veces, las mediciones no van de la mano con la percepción general de la sociedad. “Es importante diferenciar entre el fenómeno de la pobreza y su instrumento de medición. En contextos de alta volatilidad, tanto por fuertes incrementos en los precios como ante la desaceleración inflacionaria, la medición de la pobreza por ingresos tiende a ser menos precisa. Un análisis más cuidadoso de la serie estadística oficial sugiere que, aunque la caída de la pobreza es real, su magnitud se encuentra sobrerrepresentada”, indicó el informe académico. Detrás de esa pobreza y de esa indigencia se oculta un amplio abanico de economía informal. Tucumán es un claro ejemplo de eso: el 47,9% de los asalariados no han sido registrados por sus empleadores y, por lo tanto, están condenados al descenso en la pirámide socioeconómica, medida por ingresos. Es probable que el año termine con una Canasta Básica Total (CBT), límite de ingresos mensuales para no caer en situación de pobreza, que puede rozar el millón de pesos, muy por encima del salario promedio.

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Los que aún tratan de sostenerse en la clase media están quemando sus ahorros. Algunos para pagar la tarjeta; otros para acomodar su economía hogareña, vendiendo sus dólares en el mercado de la informalidad y a precio vil. Al menos en estas poco más de tres semanas previas a las elecciones de medio turno, los agentes económicos se tendrán que acostumbrar a la dieta electoral que le impone el mercado: el “puré”. ¿En qué consiste? La compra de dólares oficiales por parte del sector minorista con el fin de venderlo luego en el mercado informal. De esta manera, en la existencia de tantos tipos de cambios, el “blue” tratará de ubicarse cerca de los valores del MEP, una mala noticia para el Gobierno que, a su vez, tendrá que sacrificar reservas para atender una posible demanda extraordinaria de divisas, sin que se mueva el precio del billete estadounidense. El retorno de las restricciones a ciertos sectores es una clara muestra de que la espalda que tiene el Banco Central puede no llegar a ser la suficiente para consolidar el plan cambiario. Por las dudas, el BCRA tuvo que salir ayer a aclarar que no hay ningún cambio normativo para la compra de dólares por parte de las personas humanas.

A fuerzas de respaldos estadounidenses, el Gobierno pudo cambiarle momentáneamente el humor al mercado. En el camino, el Tesoro profundizó el proceso de compra de divisas. No se trata de una estrategia sólida, sino una clara necesidad de que la Argentina recomponga las reservas internacionales del Banco Central, una meta hasta ahora incumplida del último acuerdo firmado con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Claramente, el tipo de cambio resultante de un eventual cambio de régimen dependerá no sólo del resultado electoral, sino también de las señales de gobernabilidad que brinde el Gobierno (diálogo con el Congreso y gobernadores para aprobar leyes) y de la percepción de sostenibilidad del esquema económico y el programa financiero (reforzados recientemente por el respaldo de Estados Unidos), indicó Ecolatina en su último reporte. Esas son las señales que el mercado necesita para saber si el programa tiene la solidez necesaria para mantenerse en el tiempo y evitar una nueva devaluación después de que pase el turno electoral. La Argentina, como es su costumbre, transita por la senda de la incertidumbre en tiempos electorales.