Entre las demandas históricas que caracterizan a la escuela y los nuevos desafíos que plantea la sociedad, los maestros se ven obligados a responder. En escenario de incertidumbre creciente, Daniel Feldman advierte que la tarea de enseñar debe ser recolocada en el centro del debate. “La responsabilidad básica no es de los niños ni de su familia: es de la escuela, del sistema, de la gestión y de quienes enseñan”, afirma.

Invitado a participar en el Congreso de Alfabetización, Feldman disertó en Tucumán frente a cientos de docentes. Maestro normal y licenciado en Ciencias de la Educación, reconoce que si bien han aparecido nuevas demandas en el sistema educativo, insiste en que la prioridad sigue siendo cumplir con las obligaciones clásicas de la escuela.

“Lo que venimos notando es que no estamos cubriendo satisfactoriamente las demandas anteriores -explica-. Lo que en algún momento la escuela hizo con mucho éxito, en este momento no parece asegurado. Por eso hablamos de responsabilidad: tenemos que volver a asegurar ese proceso de distribución de conocimiento y de bien social que representa la escuela”.

La institución, subraya, se encuentra “tironeada” entre tareas históricas y exigencias emergentes, en un tiempo atravesado por tensiones múltiples. Para Feldman, el equilibrio se logra volviendo a poner en primer plano aquellas funciones esenciales que nunca debieron descuidarse. “El aprendizaje es gradual, tiene objetivos claros y un tiempo específico para lograrlos. Esa secuencia debe ser respetada. La escuela está para garantizar que ese proceso se cumpla”, sostiene.

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Uno de los ejemplos más claros que menciona Feldman es el de la lectoescritura. “Toda la escuela está basada sobre un adecuado manejo de la lectoescritura. Nada se puede aprender ni trabajar escolarmente si uno no domina bien este instrumento. Y lo mismo sucede cuando lo trasladamos a otras áreas del saber”, puntualiza.

Esto implica que los docentes deben asumir con convicción que su tarea principal es enseñar, ofreciendo a los alumnos toda la ayuda que necesiten. “Durante las últimas décadas hubo una polémica fuerte en términos pedagógicos sobre si debíamos intervenir mucho o poco -advierte-. Algunos sostenían que una intervención excesiva cortaba la autonomía, la creatividad y la libertad de los estudiantes. Pero esa discusión generó una contradicción poco interesante: cambió el eje del problema. El punto no es si intervenir mucho o poco, sino garantizar que cada chico reciba el andamiaje necesario para progresar en su aprendizaje”.

JUNTOS. Feldman y Beatriz Viuk, otra de las disertantes del congreso. LA GACETA / FOTO DE ANALÍA JARAMILLO
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La escuela, recuerda, no es el único lugar donde los niños aprenden, pero sí es el espacio destinado a que adquieran saberes que requieren asistencia especializada. “Los seres humanos aprendemos en todas las circunstancias, pero la función principal de la escuela es que aprendamos aquellas cosas que necesitan ayuda específica. Y ahí no podemos retacear: debemos avanzar”, enfatiza.

Tres sectores

¿Cómo atraviesan los docentes esta situación? Feldman prefiere evitar generalizaciones y propone pensar el problema en términos de sectores. “La docencia requiere mucho sentido práctico, pragmatismo y sensatez, además de teoría y técnica. Es una actividad de mucha incertidumbre y respuesta rápida. Si uno hiciera la lista de las cosas que un maestro resuelve en cuatro horas de clase, muchos profesionales quedarían sorprendidos”, asegura.

Docentes o docencia, un dilema crucial

Desde su perspectiva, existen al menos tres grupos diferenciados dentro de la docencia actual:

- Un sector muy sólido, con gran sentido práctico, que logra articular teoría pedagógica con la realidad del aula. “Ese grupo domina el oficio y lo hace muy bien”, indica.

- Un sector intermedio, tensionado por las demandas externas y por discursos pedagógicos contradictorios. “Son docentes que reciben mensajes de lo que ‘deben’ o ‘no deben’ hacer y muchas veces quedan confundidos”, explica.

- Un sector rezagado, que ha perdido referencias metodológicas claras. “Cuando uno quita el método, a veces lo que queda no es otro método, sino una cierta anomia metodológica. Hay docentes que, al no contar con un marco ordenado, terminan trabajando sin una estructura sólida”, advierte.

Según Feldman, cada grupo requiere un tipo específico de apoyo. De allí surge su propuesta de “ayudar a enseñar”, que responde a una particularidad de la docencia: los maestros, a diferencia de otros profesionales, no se forman con colegas de su mismo campo. “Un ingeniero se forma con ingenieros, un médico con médicos. En cambio, los docentes se forman con especialistas en educación, una figura que surgió en los últimos 50 años. Esto genera una distancia: nosotros no participamos exactamente de sus preocupaciones cotidianas. Por eso necesitamos revisar cómo acompañamos a los maestros”, explica.

Ese acompañamiento implica reponer la sistematicidad, la organización y la idea de una enseñanza estructurada. “Debemos juntar lo mejor de las nuevas tendencias -su mirada en el niño, en su crecimiento y desarrollo- con lo valioso de las miradas clásicas: un camino ordenado, sostenido, pautado y progresivo. El desafío es encontrar un equilibrio”, afirma.

En ese marco, la formación docente inicial y la capacitación continua adquieren un papel decisivo. Feldman destaca las políticas de actualización en servicio y los dispositivos de acompañamiento situados como herramientas fundamentales. “No se trata de dar recetas, sino de generar mecanismos de ayuda concretos para que los docentes puedan enseñar mejor”, señala.

En el terreno

Al reflexionar sobre las demandas que los docentes expresan, Feldman reconoce que en los últimos años han surgido múltiples cuestionamientos de tipo curricular, pero advierte que la necesidad más fuerte es de carácter político. “Si hay una demanda que aparece con claridad es que ofrezcamos un marco político coherente, sostenido y con continuidad. También que brindemos una propuesta razonable, realizable y que abarque a todos. Eso es lo que piden, aunque no siempre lo formulen en esos términos”, asegura.

Para el especialista, sin esa base de estabilidad y orientación, cualquier intento de mejorar la práctica docente queda debilitado. “La docencia necesita un horizonte claro y una propuesta consistente para poder desarrollarse plenamente”, recalca.

A lo largo de la entrevista, Feldman insiste en una idea central: la docencia no es una tarea que pueda improvisarse ni dejarse librada a la espontaneidad. Requiere organización, acompañamiento y un profundo sentido práctico. “La enseñanza es una situación de incertidumbre permanente -analiza-. Los maestros resuelven decenas de problemas en el transcurso de una mañana, con rapidez y creatividad. Por eso necesitan tanto apoyo como formación, y sobre todo una definición clara de cuáles son sus responsabilidades básicas”.