Ante la publicación de una nota necrológica que lo tenía como protagonista, el escritor Mark Twain dijo que los informes sobre su muerte eran exagerados. A propósito de otra nota fúnebre fallida, publicada en el diario Le Figaro y referida al autor de El Aleph, Borges le escribió a su amigo Ulyses Petit de Murat que la noticia no era falsa, solo un tanto prematura.

Algo de exageración y apresuramiento predominó en el análisis político desde noviembre de 2023 y este domingo, con certificados de defunción extendidos tempranamente. Se publicaron libros con el término “postkirchnerismo” y “kichnerismo póstumo”, como títulos de tapa, hace más de una década. El último de ellos, escrito por Jorge Asís, apareció diez meses antes de que Cristina Kirchner arrasara con su 54% y 37 puntos de ventaja sobre su principal competidor. Hace pocos días, hay que reconocer, el sagaz periodista y escritor fue de los pocos que alertó sobre el terremoto que ningún sismógrafo detectó a tiempo. “El peronismo gana por goleada”, vaticinó el jueves pasado, en soledad.

El mayor error de prognosis lo cometió el Presidente. El clavo final del ataúd del kirchnerismo terminó reanimando al supuesto cadáver. Quizás ese último clavo, dentro de una serie que generó heridas autoinfligidas en el cuerpo de La Libertad Avanza, fue un tuit del Gordo Dan. Con su celular, aparato definido por el líder digital de las Fuerzas del cielo como “el arma más poderosa de la historia de la humanidad”, escribió uno de los mensajes más repugnantes y vulgares de la historia universal de la infamia en redes, donde es difícil sobresalir por el nivel de putrefacción que suelen destilar ciertos intercambios. Las referencias denigrantes a la relación del senador Luis Juez con una hija que sufre parálisis cerebral cruzó una línea que no debería traspasarse. No por corrección política, denostada por las milicias virtuales como un “parásito woke”, sino por un respeto elemental a la dignidad humana, incompatible con ofensas que atentan gravemente contra la convivencia pacífica.

Sin instrumentos

El domingo decíamos que las encuestas se parecen cada vez más a un género literario por la creciente reticencia de los consultados a responder, combinada con el desinterés ciudadano y las decisiones electorales precipitadas. Entre la novela realista y la crónica narrativa, a los encuestadores les cuesta proyectar datos obtenidos con rigor científico para vaticinar los colores de ese océano profundo y oscuro de votantes silenciosos.

Los ciudadanos nos acercamos, a cada elección dominical, como pasajeros de un avión que vuela sin instrumentos dentro de una gigantesca nube. Por eso tantos se ajustan el cinturón de seguridad, comprando dólares, antes de cada lunes posiblemente turbulento.

La victoria no fue inesperada. La pronosticaban muchas encuestas y existía el antecedente del balotaje presidencial en el que casi todas las provincias se tiñeron de violeta, excepto Formosa, Santiago y Buenos Aires. Lo inesperado fue la magnitud de la derrota y el tamaño es lo que define al fenómeno.

En toda autopsia electoral es sencillo identificar las causas del fracaso: errores estratégicos en el armado, pérdida innecesaria de aliados, falta de aparato, incomprensión de las reglas electorales, subestimación del rival, un modelo que pegó particularmente en la economía provincial, etc. Pero hay una contradicción esencial en la lógica oficial que quizás resuma las razones del dramático traspié. El presidente que postulaba la subordinación de la política a la economía, hizo lo inverso en esta elección. Agigantó el “riesgo kuka”, apostando a todo o nada, generando expectativas que se transformaron en un pánico que desde el lunes está descontrolando la economía.

No llores por mí, Argentina

“Si el domingo perdemos, la derrota será solo de Axel (Kicillof)”, me dijo una de las cabezas del Partido Justicialista, “pero si ganamos, habrá más de un padre”. Cristina Kirchner, en un revival de las grabaciones de Perón, mandó un audio desde su confinamiento domiciliario a los militantes que celebraban la victoria dominical, interpretando el resultado como un claro límite a Milei. En su inventario de paternidades del triunfo mencionó a los candidatos, los militantes, los intendentes, Axel, Sergio (Massa), Juan (Grabois) y Máximo (Kirchner). En ese orden.

“Que se desdoble, pero que no se rompa”, fue la máxima de quienes se acercaban más por espanto, que por afecto, en una previa que tuvo que apelar hasta a un corte de luz para fraguar una frágil unidad peronista. El padre de la estrategia es el gobernador de Buenos Aires y el riesgo asumido, acompañado por los resultados, lo colocan desde esta semana como candidato natural a la presidencia.

La ex presidenta también fue declarada prematuramente “muerta política” en algún discurso presidencial. “Se pareció a un partido despedida”, dijo Milei sobre la congregación de militantes en torno a su departamento en el primer día de prisión domiciliaria. Ahora se abre un interrogante sobre su destino. ¿Será el del peruano Fujimori que tuvo una resurrección vicaria a través de su hija Keiko, tres veces finalista de un balotaje presidencial? ¿El del venezolano Leopoldo López, cuya potencia política se diluyó en la cárcel? ¿O más parecido al de Lula, que en tres años pasó de prisión a la presidencia brasileña?

El "soviético"

Un nuevo fantasma recorre los mercados y los pasillos de la Casa Rosada. Lo potenció el propio Milei, con su pulsión a la demonización. El “soviético”, junto a la sombra de CFK, es el factor más desestabilizante para inversores que regulan la altura de las olas del mar que navegará el Gobierno en las próximas semanas y meses.

No pueden ser más distintos, a pesar de varias similitudes. Tienen casi la misma edad y ambos son economistas. Kicillof suele mirar por arriba de su hombro el recorrido académico del Presidente. El gobernador dedicó una tesis, transformada en libro, a Keynes. Milei nació mediáticamente la noche en que Alejandro Fantino le mostró en vivo un libro de Keynes que generó una catarata de insultos que multiplicó el rating. El libertario considera a su nuevo antagonista el autor del mayor fracaso económico de la historia reciente. Kicillof recita la lista de heridas abiertas en pos del superávit: obra pública, jubilados, discapacidad, salud, educación, ciencia, cultura. El terreno de sus posibles votantes.

Kicillof tiene que jugar también un partido interno. A partir de ahora deberá urdir una nueva estrategia que evite el “síndrome Alberto”, el de un mandatario con un cargo asociado a un poder condicionado internamente.

TYNMAP

Todo ya no marcha de acuerdo al plan. El plan se desordenó cuando se escucharon nuevamente los acordes de “la marcha”. La histórica amenaza del péndulo argentino abre un nuevo capítulo. El de un futuro que puede forjarse con una utopía retrospectiva.

Los desaciertos gubernamentales no deben opacar los logros en un ordenamiento económico que debería asimilarse como un capital transversal en la política argentina. El equilibrio fiscal es preideológico, nos dijo el gobernador chubutense, Ignacio Torres, el viernes pasado. No debería discutirse una ley gravitatoria que respetan todos los países con economías mediana o significativamente estables. Sobre esa premisa podrán debatirse prioridades, iniciativas productivas, estrategias de desarrollo y crecimiento.

El Gobierno y el país tienen por delante semanas complicadas. Una lección indirecta del resultado electoral es que la soberbia es peligrosa. Muchos de los miembros de las Fuerzas del cielo, adeptas a las liturgias y estéticas de la antigua Roma, deberían recordar la tradición seguida por los generales victoriosos cuando regresaban y la gente tiraba pétalos de flores en su camino. Eran acompañados en sus carruajes por un esclavo, que les repetía al oído: “La gloria es efímera”.