Ecos de un huayno para el adiós al Indio Uribio

El folclorista catamarqueño, radicado en Tucumán, murió a los 86 años. Fue funcionario de Riera y Domato.

RAÚL URIBIO. El Indio, además de músico y compositor, fue director de Museo Folclórico titular de Cultura. RAÚL URIBIO. El Indio, además de músico y compositor, fue director de Museo Folclórico titular de Cultura.

“Traigo en mi canto joven la raza antigua, era marrón de Amaicha dentro de mí. La copla florecida de las vidalas y el parche amanecido de mi Tafí. Soy calchaquí, mi piel morena, mi voz de huayra lo dice así, soy calchaquí… un río diaguita que me transita hasta el confín, soy calchaquí, soy heredero de los primeros de mi país. Quién dijo que estás vencida, raza mía, si Dios al crear el mundo, te puso sobre la tierra como una cosa elegida…” Los ecos del huayno se llevaron los 86 años de Raúl “El Indio” Uribio en la noche del viernes.

Nacido en Andalgalá el 20 de noviembre de 1936, vivió la mayor parte de su vida en Tucumán, donde construyó su cancionero. “Tengo muchos hermanos. Mi padre tenía un negocio, una fonda, que se llamaba La Criolla. Él tocaba el acordeón y yo bailaba solito para ayudar a mi padre. Teníamos un salón al entrar, con piso de madera, y todos los turistas de los hoteles aledaños iban a verme bailar, mientras mi papá tocaba el acordeón. Todos me tiraban monedas de cinco, diez centavos… Así conseguimos comprar una casa. Sufrí mucho en mi infancia; luché mucho por mis hermanos. Mi papá solía decirles a ellos: ‘El Indio es el más fiero, el más parecido a mí. Pero van a ver que va a llegar a algo, me va a vengar a mí, que no me ha dado la cabeza para estudiar’. Peleamos mucho por la vida”, evocaba.

Se escucha sonar la caja del carnaval calchaquí y ya lo veo alegrarse el indio Juan Mamaní. Su risa se vuelve aloja, su canto se vuelve vino y va arrastrando su poncho por la orilla del camino. Su vista se vuelve turbia en medio e’ la resolana y de pronto le parece que baila la Pachamama. Entre sus negros cabellos le brota el papel picao, anda buscando una novia para casarse machao. Gritando va de alegría, nadie quiere que se calle, si canta en San María retumba en Tafí del Valle. (Vidala verde)

Decidió irse a Buenos Aires a estudiar en la Escuela de Mecánica. Para ganarse la vida, se improvisó como balancinero, pintor de brocha gorda, vendedor callejero de cuadros de santos y de anillos y hasta de boxeador. “Luego me volví, amargado, derrotado, porque era muy difícil estudiar. Pero seguí en Catamarca y terminé el secundario con el título de perito mercantil y arremetí de cualquier manera, trabajando como taquígrafo, como vendedor, enseñando folclore en una escuela y buscándole la vuelta a la vida, entré a la universidad. Estudiar es mi único orgullo, y al estudiar, vengué a mi padre y a mis hermanos que no pudieron hacerlo”, recordaba. En Tucumán se recibió de procurador, escribano y luego de abogado.

“Era nacido en Andalgalá, pero era más tucumano que la empanada. Ha hecho toda su carrera, su vida, aquí. Al Indio lo conocimos cuando integraba el conjunto Los Grillos, él era el bajo. Estaban Carlos Sánchez, el tenor, Tango Reina -creo que se llamaba así- que tocaba el charango, Carlos Miranda Villagra, un contador y él. Era un conjuntazo, nosotros, Las Voces del Norte, recién empezábamos a cantar, en el 65”, dice Luis Soria, integrante de aquel conjunto y del Dúo Renacimiento.

Soria cuenta que el primer tema que le grabaron fue Vidala Verde, que concursó en el Festival Cosquín de la Canción y salió en segundo término. “La vidala empieza con un recitado hermoso. Ese ha sido un tema muy importante. También le grabamos el vals ‘Por esta calle azul’, dedicado a sus padres y la chaya ‘Llévame pa’ Andalgalá’. ‘Soy calchaquí’, que grabamos con el Dúo, es una belleza, lo pinta a él en toda su imagen, como indio. Nos quería muchísimo. Él se recibió grande de abogado, estuvo muchos años trabajando como procurador. Cuando le iban a entregar el título de abogado, nos pidió a Nito (Zeitune) y a mí que se lo entregáramos. Habrá sido en el 86 u 87”, dice Soria.

Durante el gobierno de Fernando Riera, El Indio se desempeñó como director del Museo Folklórico, y luego ,en la administración de José Domato, fue director provincial de Cultura. Fundó en su casa un Museo de Imaginería Popular, y Andalgalá lo nombró ciudadano ilustre. Entre otras piezas, compuso en música y letra “Porque soy catamarqueño”, “Alegrando Catamarca”, “Ayer me llamaron Indio”, “Para andar serenatiando”, Zamba del Chucho Salmán, Zamba de los asados, La abuela Marcela, Destino que tiene el hombre, Zamba de la Casa Histórica, Niña de Raco y Queriendo carnavalear.

Ceremonioso para hablar, parco, educado, introdujo algunas palabras pintorescas en su léxico, como “contentenza”. Y aunque vivió desde su juventud en Tucumán, nunca olvidó su pago. “En Andalgalá están mis rodillas sucias de tierra, las siestas lagartijeras del verano, la siesta con olor a mandarinas del invierno. Ahí está mi todo, mi arranque telúrico, mi calchaquí”, decía El Indio Uribio.

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