Sexualmente hablando: yo, Narciso

Sexualmente hablando: yo, Narciso

El mito de Narciso es uno de los más famosos dentro de la mitología romana. Aunque existen varias versiones, la del poeta Ovidio es considerada la clásica: cuando nació Narciso, sus padres -el dios Cefiso y la ninfa Liríope- fueron a ver a Tiresias para conocer su destino. El adivino predijo que viviría una larga vida siempre y cuando nunca se contemplara a sí mismo. Al crecer, Narciso se convirtió en un joven de extraordinaria belleza, por lo que muchas ninfas se enamoraban de él. Pero Narciso sentía desprecio por el amor y las rechazaba. Una de ellas, Eco, que tenía una voz muy hermosa, no pudo soportar tanta tristeza y terminó encerrándose en una cueva. Este rechazo provocó la ira de Némesis, diosa de la venganza, que urdió un plan: un día, mientras Narciso se encontraba cazando en el bosque, lo instó a que se acercara hasta el borde de un arroyo de aguas cristalinas. Al verse reflejado en la superficie quedó obnubilado. No podía dejar de mirarse y se enamoró de sí mismo sin darse cuenta de que era él. Pero la imagen no le correspondía en el amor y, cuanto más se contemplaba, más triste se ponía. Hasta que, de tanto mirarse, Narciso cayó al río y se ahogó (y en el lugar creció una hermosa flor con el mismo nombre).

De este aleccionador relato proviene el término “narcisismo”, usado en referencia a aquellas personas que presentan un trastorno de personalidad que los hace sentirse “el centro del universo”: siempre están exagerando sus logros y talentos, demandan atención y admiración constante, sólo priorizan sus intereses y necesidades, y carecen de empatía hacia el prójimo. ¿Algo más? No pueden pedir perdón, ser compasivos ni conectar con el otro, que es visto como un mero objeto para su propio beneficio. Pero ojo, tienen una gran habilidad para no revelar estos rasgos de entrada. Es más: pueden ser muy seductores y galantes a la hora de conquistar. Lo cual no es otra cosa que manipulación enmascarada para “hechizar” a su víctima y tenerla rendida a sus pies. También es común que la lleven a alejarse de sus familiares y amigos.

¿No es muy difícil, por no decir imposible, vincularse en forma sana con una persona así? Fatalmente el otro se siente “usado”; advierte que él no importa, que sólo cuenta en función del narcisista. De hecho es muy improbable que estos egocéntricos tengan amistades genuinas. En cambio, parejas integradas por un narcisista hay muchas y… ¡cuánto sufrimiento generan! En este sentido, aunque es improbable que una persona narcisista esté dispuesta a trabajar sobre sí misma -hacer una terapia, por ejemplo- sí debe hacerlo su partener: para conocer, comprender y desactivar los patrones que lo llevaron a una relación de tales características.

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