El temporal de agosto se adelantó

Comienza la cuenta regresiva. La etapa del nerviosismo, la del análisis de los últimos números y la de las apuestas finales. Es el momento del trabajo interno, del punteo de las planillas y de la enumeración de fiscales. En un sistema electoral como el tucumano, que deja tan poco margen para las sorpresas, los 14 días que comienzan desde hoy hasta la jornada de la votación pueden resultar determinantes para el éxito o para el fracaso de un candidato.

Si algo tiene de particular el mercantilizado régimen de acoples es la precisión estadística: a mayor cantidad de recursos y mayor cantidad de listas colectoras habrá más canales para traccionar votos hacia una fórmula ejecutiva. Inexorablemente, eso se traduce en mayores chances de triunfo para quien cuenta con mayor poder político y económico. En consecuencia, la posibilidad de asombrarse al abrir las urnas se reduce a cuestiones excepcionales, fortuitas o al fin de una época producto del hartazgo o de una crisis total, por ejemplo.

La cuestión es: ¿pueden darse algunas de esas situaciones en Tucumán? ¿Están dadas las condiciones para que eso ocurra? Los sucesos nacionales de las últimas dos semanas pueden inscribirse en ese lote de “accidentes” que el oficialismo local no esperaba encontrar. El impacto de la devaluación informal en la economía, del brusco aumento de precios, de la escasez de productos y de la tensión política interna exacerbada se esperaba para meses más adelante. De hecho, haber adelantado a mayo los comicios que deberían haberse citado para agosto tenía ese propósito: despegar la elección local de cualquier error no forzado del peronismo a nivel nacional.

Desde luego, estos últimos acontecimientos se trasladaron directamente al humor social. A las recurrentes protestas de un sector de la salud, en estos días los tucumanos debieron jugar a encontrar la salida de un laberinto para circular por las rutas, debido a los cortes de trabajadores del citrus (sindicalizados y no). Y la semana próxima, salvo alguna gestión de última hora, verán a sus hijos en casa durante dos días por un paro masivo de la docencia local. Sin dudas, no es el mejor escenario o al menos el que imaginaba el oficialismo provincial para el tramo final de la campaña. Pero en el medio hay variables nacionales que inciden y responsabilidades que la Casa de Gobierno no puede eludir. Que ATEP convoque a un paro de 48 horas a días de una elección es inédito para la historia reciente del peronismo gobernante. O que Juan Manzur haya realizado un viaje de apuro a Buenos Aires, en el último día hábil antes de que se venciera un contrato de provisión de gas para las industrias, habla de una desatención a la marcha de la gestión. Todo, casualmente, a poco de la contienda electoral.

Las recientes detonaciones no estaban en los planes de Manzur ni de Osvaldo Jaldo. El vicegobernador y candidato a gobernador, incluso, ayer admitió la “sorpresa” que les causó la medida de fuerza de la docencia. La necesidad de blindar la provincia del descalabro nacional es tal que también se dará una situación curiosa en el Frente de Todos: ningún funcionario o referente nacional llegará para hacer campaña en Tucumán. Hubo sondeos de la Casa Rosada, rápidamente desactivados por el binomio local. Lejos quedaron aquellos actos multitudinarios de campaña para recibir visitantes; hoy, cuantos más kilómetros haya entre esta provincia y Buenos Aires, mucho mejor. Al menos hasta el 14 de mayo.

Distinta es la situación de la alianza Juntos por el Cambio, que llega a la cita con las urnas con “poca nafta” pero revitalizada por el “barullo” político, tal como sintetizó Alberto Fernández ayer a la implosión de las últimas horas. Roberto Sánchez y Germán Alfaro son conscientes de que corren desde atrás a la fórmula oficialista. Lo saben desde que cerraron tardíamente su alianza y desde el momento en que pusieron en la balanza los recursos propios versus los del Frente de Todos. La inequidad es abismal: una estructura provincial, con 15 municipios y 93 comunas rurales frente a otra de cuatro administraciones municipales. El traslado de este mapa a la radiografía electoral es un calco de esa diferencia: 61 partidos acoplados al Frente de Todos contra 17 de Juntos por el Cambio. En total, y a lo largo de toda la provincia, el oficialismo contará con casi 560 tentáculos (listas acopladas) frente a poco más de 130 brazos que sostendrán al macrismo. El acople, como se ve, es matemática pura. Preguntar cómo se financian unos y otros es casi una ingenuidad.

Contrarrestar esa diferencia de recursos es una misión perdida de antemano para la oposición. Por eso JxC apuesta a las herramientas de las que hoy no dispone el FdT. La principal es la nacionalización de la elección tucumana. Así, en los próximos 14 días llegarán varios de los “presidenciables” de este espacio. El primero será el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta; y luego visitarán la provincia el peronista Miguel Pichetto y el gobernador jujeño Gerardo Morales. El radical juega parte de su lanzamiento nacional el domingo 7, con los resultados que obtenga en su provincia. Ahí también hay un espejo con el tucumano Manzur: con diferencia de una semana, los “norteños” necesitan ganar bien en sus distritos para presentarse con otras expectativas ante las internas nacionales de cada uno de sus espacios políticos.

Paradójicamente, sí hay una visita que festeja por lo bajo el oficialismo tucumano: la de Javier Milei. Que el líder libertario tenga previsto llegar a Tucumán el 8 de mayo para apuntalar la candidatura a gobernador de Ricardo Bussi es la única buena noticia del Frente de Todos en medio de esta oleada de turismo político. En Casa de Gobierno están convencidos de que el crecimiento del republicano le restará votos a Juntos por el Cambio. Por eso, el arribo del economista que es furor en todas las encuestas, justo en las últimas horas de campaña, puede tomarse como un regalito colateral para el peronismo.

La política ingresa en las dos semanas más determinantes antes de la elección. Un contexto que se amplifica por la incertidumbre que genera la posibilidad de que la Corte Suprema de Justicia de la Nación pose su atención sobre el proceso electoral tucumano. Tanto oficialistas como opositores “pispean” a diario para ver si llegan novedades desde Buenos Aires y así pueden llegar a estar hasta el domingo 14 a las 8, cuando se abran las escuelas para que la gente concurra a votar.

Como si fuera poco, los que se vienen son los días en los que se activa el ejército de dirigentes y punteros territoriales, las jornadas que se dedican a fidelizar custodios para cada una de las urnas y las noches de insomnio. La etapa en la que los barrios vibran y laten al ritmo de nervios ajenos. Todo esto, incluso, a pesar de que el sistema electoral tucumano se asemeja cada vez más a una ciencia exacta.

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