¿Qué es lo cultural y qué es lo turístico en la Fiesta de la Pachamama?

¿Qué es lo cultural y qué es lo turístico en la Fiesta de la Pachamama?

Delfín Gerónimo, ex asesor del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas, reflexiona sobre la pérdida de identidad de esta festividad

PASIÓN LITERARIA. Delfín Gerónimo pertenece a la Comunidad de Quilmes y se desempeñó como asesor del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas. PASIÓN LITERARIA. Delfín Gerónimo pertenece a la Comunidad de Quilmes y se desempeñó como asesor del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas.

“Después de varios años fui a la fiesta del pueblo, pensando que todo aquello que en otros años se veía encontraría todavía, pero todo había cambiado. Estaré en el tiempo quedado pero me agarró tristeza al ver que ya no era nuestra aquella fiesta de antaño… Acaso muchos dirán con la excusa del carnaval, todo vale parece, la locura deja sus heces. Dicen que el turismo atrae, nuestra cultura y paisaje se promocionan con esmero, en función del dios dinero, pero el que trabaja esos días se le va yendo la vida y no puede levantar vuelo”. Los versos sobre la Fiesta de la Pachamama se hicieron eco en muchos usuarios de Facebook, que compartieron la crítica a la última edición del encuentro que se caracterizó por el descontrol. La festividad que recrea el culto ancestral de la Madre Tierra se ha venido desvirtuando en los últimos tiempos. “Creo que ello sucede desde fines de los 80 o en los 90, cuando comenzó a venir más turismo, más gente y se empezó a dejar de hacer algunas cosas. Hasta los 80, por ejemplo, había otras actividades: se hacían concursos de hilanderas, de torcedoras, de ovilladoras, respecto a las artesanas del tejido, y se le daba algún aliciente a la ganadora: pequeños premios, pero que entusiasmaban. Lo mismo pasaba con la producción que había en la zona, se hacía una exposición de los productos: choclos, zapallos, pimientos, angola y el zapallo más grande, con más kilos, tenía el premio. Esas cosas eran típicas de la fiesta”, señala Delfín Gerónimo, ceramista, escritor, asesor del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (ya jubilado) e integrante de la comunidad Quilmes. Nacido en la Quebrada de los Chañares, el 24 de diciembre de 1956, proviene de una familia de olleros y está incursionando desde hace un tiempo en la literatura, abordando temas relacionados con el pasado y la cultura de la comunidad indígena.

- ¿La comunidad era antes la organizadora de la fiesta?

- Siempre hubo una comisión organizadora, la comuna participaba siempre con el gobierno local. La verdad es que no estoy en el día a día porque no soy de Amaicha, sino soy comunero. Yo simplemente he reflejado en ese poema lo que mucha gente me comentó y lo que yo vi ese día, después de varios años de no ir.

- Parece que se ha ido desvirtuando la fiesta, así como el festival. Se ha ido perdiendo identidad.

- Creo que siempre hubo festival a la noche y de día era otro ambiente, había mucha gente del lugar, bajaban copleros, gente de los cerros, era una fiesta esperada por nuestra gente y se divertía sanamente, se sentaba en una pascana, comía tranquilamente tomaba su vinito y bailaba. En cada pascana había músicos locales, bandoneones, violines y se divertía nuestra gente. Eso es lo que ha ido cambiando. Yo he visto como una invasión, una imposición de la música de afuera, se me ocurre que esto sucede en todos lados, va gente con ganas de divertirse y no mide las consecuencias: Autos en medio de las calles con su música a todo volumen y escuchan solos, no les importa si hay vecinos y chicos durmiendo, no les importa nada. Y están ahí todo el tiempo gritando, saltando, tomando.

- ¿Hay entonces una falla de la autoridad que no pone orden o no impone normas de convivencia?

- Hay cosas compartidas que hay que hacer para modificar eso. Por un lado, ordenar esa cuestión de ese bullicio impuesto que cualquiera viene como si este fuera un camping y no le importa nada, pero es un pueblo. La otra cuestión es que es un pueblito chico que no tiene la infraestructura para recibir tanta gente en un fin de semana, entonces se desborda todo: la mugre que se deja, la falta de sanitarios, el orín por cualquier lado; eso pasa últimamente, lamentablemente.

- Cómo evalúa el hecho de que la Pachamama elegida sea una señora de San José de Chasquivil que vivió en su pueblo hasta los 11 años y desde hace una década está en la Capital Federal?

- Disculpe no sabía eso, hasta donde yo sé se elegía la anciana de más años y era siempre local, de Amaicha o de la zona. Es un dato más a tener en cuenta sobre cómo se van cambiando las cosas.

- Se suele decir que Dios está en todos lados, pero atiende en Buenos Aires, ¿sucederá ahora con la Pachamama?

- Se ha trasladado... Siempre se elegía a una persona de la zona que esté compenetrada con la tierra, con las costumbres, con las vivencias, con las ceremonias, con el canto, no sé esta señora, no la conozco y no quiero hablar mal de ella, supongo que alguna razón han tenido las autoridades para seleccionarla, habría que preguntarles a ellos. Supongo que la que elige a la Pachamama es la comisión organizadora, donde hay gente de la comunidad. Quizás ellos deberían dar las explicaciones si hace falta. Y si es de Chasquivil, en todo caso, que viva allí.

- ¿Cómo se puede recuperar la esencia de esta fiesta?

- La verdad, no tengo la receta. Lo que expresé en esos versos es lo que sentí y escuché de mucha gente. ¿Cómo se puede cambiar? Me parece que hay alguna cuestión entre las autoridades locales, las provinciales y en conversación con el pueblo. No sé cómo se toman las decisiones, sé que hay esa comisión y no sé cómo intervienen los gobiernos locales o el provincial.

- Se supone que, al ser una ceremonia ancestral, las autoridades provinciales tal vez no deberían que intervenir.

- Lo que pasa, creo que esa fiesta justamente ha nacido en sus orígenes para atraer al turismo, fomentada por el gobierno provincial. Creo que es la primera cuestión a conversar: ¿qué es lo cultural y qué es lo turístico? Porque se entrevera, me parece que se usa lo cultural, los afectos culturales, la música, de hecho los gobiernos plantean el turismo a partir de las cuestiones culturales de nuestro valle, de nuestros pueblos, de nuestra zona, parte del discurso para atraer el turismo es eso. ¿Está bien o no lo está? ¿Hasta dónde se utiliza y cuándo se cruza ese límite de respeto por la cultura y que alguien venga y la pueda valorar, entender, vivenciar y no se transforme en un mero atractivo para que la gente vea lo exótico o lo diferente y se entreveren las cosas?

- La pérdida de la identidad por una cuestión mercantilista, me parece que es grave.

- Justamente cuando se mercantilizan las cuestiones culturales vienen ahí las pérdidas. Muchas veces los gobiernos o los responsables políticos tienden a eso, descubren lugares, pueblos con determinado atractivo y fomentan eso, pero a la larga si no se prevé control, el turismo puede ser invasivo. ¿Qué tipo de turismo tiene que ser, en qué momento y qué cosas se pueden mostrar o compartir al turismo? También está la cuestión de las responsabilidades de las personas locales.

- ¿El oficio de ollero lo heredó de su familia?

- Sí, vengo de familia de olleros; hasta la época de mi padre el oficio era de ollero porque se habían prohibido también en la época de la colonia muchas actividades. La cerámica antiguamente tenía finalidades ceremoniales, para ofrendas y también la parte utilitaria. Después estaba la cuestión de que se enterraban las vasijas con los muertos, se enterraban piezas cerámicas con alimentos porque hay una creencia de que se emprendía un viaje y había que llevar comida. De ahí que vino el guaqueo después, la venta, la comercialización de las piezas y se guaquearon los cementerios, las tumbas, para sacar las piezas y se desparramaban los huesos. Se perdió ese sentido o se ha prohibido, pero quedó el oficio de ollero, se hacían tinajas, platos, cosas utilitarias. Hasta que me jubilé también trabajé unos años en el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas como técnico: acompañaba en las comunidades a las organizaciones comunitarias a elaborar proyectos, relevamientos y todas esas cuestiones. Pero bueno, mi oficio es de ollero y lo que trato de hacer es volver a esa memoria, de lo más ceremonial, no pretendo hacerla réplicas de las piezas antiguas, pero sí trato de mantener esa técnica y la simbología, la forma.

 - ¿Cómo surge la veta literaria?

- De hace muy poco tiempo, la verdad que me surgió de caminar mucho las comunidades y también interactúe con el Ministerio de Educación de la Provincia y ahí hay una falencia, que todavía es permanente: hay que seguir trabajando la producción de materiales adecuados o locales para trabajar con los alumnos de las comunidades, lo que es el conocimiento de la gente local, en cuanto a mitología, a las ceremonias, el conocimiento sobre el arte, sobre la medicina, sobre la alimentación. Los maestros se manejan con manuales venidos de Buenos Aires, entonces mal se puede conservar o apoyar la concientización o la identidad de nuestros niños si se enseña con otro material. Me surgió entonces la idea de hacer algo, tal vez no es lo suficiente y creo que hay mucho por hacer y debe haber personas que hagan cosas mejores, pero mi intención fue esa: hacer algún aporte primero para la gente de aquí y después empezó a interesarse la gente de la educación en las escuelas, los docentes, los directores y con esos poemas o versos hacen trabajar a sus alumnos.

 - Desde hace varios años, los chicos de la Quebrada de Humahuaca estudian con un manual en el que se da cuenta de la historia de los pueblos originarios (omaguacas, tilcaras, maimaras, purmamarcas) para que conozcan ese pasado y esas culturas, ¿por qué no hay un manual de esas características para las escuelas de todo el valle?

- Así es porque en los libros de la escuela, por ejemplo, si vamos a ver la parte histórica, a los chicos no se les enseña. Les enseñan que los diaguitas existían, que los quilmes se fueron a Buenos Aires. Deberíamos poder llegar a eso, con materiales propios y que el mismo Ministerio pueda ayudarnos, los materiales que he conseguido son con esfuerzo mío. Los niños y la gente mayor no conocen su historia, no conocen qué ha pasado, cómo fue el proceso de la conquista, cuáles fueron nuestros líderes, cómo fue la resistencia. Eso está escrito en los registros de los propios españoles, los curas o los escribas que hacían los informes de qué pueblos había, cómo vivían y cómo fue ese proceso. Por otro lado, no tenemos museos locales, todas las riquezas artísticas están en otro lado, en los museos de Buenos Aires de La Plata en cualquier lugar, menos en las comunidades. Entonces mal puede sentirse orgulloso un niño de aquí de su pasado, de su cultura, si no las conoce y eso es una gran responsabilidad de la escuela que nos debe acompañar en eso. La escuela se mete 15 años en nuestra vida y tiene un efecto muy grande en una persona.

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