Elecciones 2023: país fragmentado busca rumbo

Por Luis Karamaneff - Politólogo y consultor - Conicet/Unsam.

16 Enero 2023

Cuando el próximo 10 de diciembre asuma un nuevo gobierno en Argentina, se habrán cumplido cuarenta años desde la recuperación democrática y realizado diez elecciones presidenciales en el país. Es decir, votamos con frecuencia para elegir nuestras autoridades, y se cumplen las reglas del juego. A contrapelo de la tan mentada debilidad institucional, en Argentina algunas instituciones funcionan. Esto importa porque la regularidad para elegir y el respeto por los resultados de esas elecciones marcan una trayectoria positiva para la próxima contienda electoral de octubre. Hoy en Argentina no esperamos hordas tomando el Congreso para cuestionar el resultado de una elección. No es poca cosa en tiempos donde grupos fascistas tomaron el Capitolio en Estados Unidos o el Planalto en Brasil.

Sin embargo, las elecciones nacionales de 2023 se llevarán a cabo en un escenario fragmentado donde lo único transversal es el descontento. Fragmentado hacia dentro de las principales coaliciones partidarias en facciones tenazmente enfrentadas y fragmentado territorialmente porque la mayoría (hasta ahora quince) de las provincias anunciaron el desdoblamiento de las elecciones. En este contexto se reedita hasta el hartazgo la discusión, utilizada por todos, sobre las injustas condiciones del federalismo argentino para luego replegarse en su metro cuadrado. Por otro lado, se registra un descontento social que, tal como se registró en las elecciones legislativas de 2021, puede provocar una mayor abstención y el aumento del voto en blanco.

La combinación de fastidio y desilusión que despierta la política en amplios sectores de la población se ve acentuado por serios cuestionamientos a toda la dirigencia. La cual incluye desde Cristina Fernández de Kirchner, condenada en primera instancia por administración fraudulenta, hasta el vinculo promiscuo entre los dirigentes de Juntos por el Cambio con la Corte Suprema, los tribunales federales, los servicios de inteligencia y el Grupo Clarín. Todo esto se cocina en el fuego lento de un descontento mayor, una economía en crisis que no logra crecer en forma sostenida desde hace más de diez años, con una inflación de casi cien por ciento anual y la pobreza por encima de los cuarenta puntos. Es justamente esto, las condiciones de vida materiales de los argentinos, lo que va a definir el pleito electoral.

Es en este escenario y bajo esa premisa que Argentina elegirá un nuevo gobierno este 2023. Siguiendo la dinámica de estos cuarenta años, todo parece indicar que volveremos a presenciar un nuevo enfrentamiento entre los contendientes de siempre, peronismo y antiperonismo. Otra de las regularidades que muestra la historia política argentina. Lo que sí puede resultar una novedad es que, al igual que en buena parte del mundo durante estos últimos años, tendremos un gobierno de mandato único donde el presidente no reelige. Ya le pasó a Mauricio Macri y pareciera estar por ocurrir también con Alberto Fernández. La otra novedad, anunciada con antelación por ella misma, es que Cristina Kirchner no estará en ninguna boleta. Lo cual, por supuesto, no significa que no vaya a tener incidencia en las decisiones que adopte el peronismo. Todo lo contrario: cada vez más, parece afirmarse como la gran electora de ese espacio.

Sin embargo, sus opciones parecen acotadas: puede reincidir en su intento de inventar un delegado, acordar una PASO de apariencia competitiva con Eduardo “Wado” De Pedro, Daniel Scioli y algún gobernador o, directamente, apoyar a Sergio Massa. Alguien que nada tiene que ver con sus planteos históricos pero que, si logra reducir la inflación y proyectar cierta estabilidad macroeconómica, sería el candidato más competitivo del peronismo. Por el lado de la oposición, la pelea por la coparticipación terminó de subir al ring a Horacio Rodríguez Larreta, quien sugiere haber acordado con el sector radical de Gerardo Morales y Martín Losteau una fórmula para competir en las PASO contra Patricia Bullrich. Hasta hoy, lo más probable es que los difícilmente distinguibles, Massa y Larreta, sean los principales candidatos si logran acordar un aval de los jefes políticos de sus espacios, esto es, Cristina y , respectivamente. Lo que sí parece seguro es que, gane quien gane, en lo económico se avecina un nuevo ciclo liberal.

Por otro lado, según las encuestas, los mayores niveles de indecisión electoral, desconfianza y pesimismo sobre el futuro del país se encuentran en el segmento que va de los 16 a 29 años. En este grupo, la pobreza y el desempleo es más alta, y aunque los libertarios no ofrecen alternativas viables, tienen un discurso que legitima y da sentido a sus penurias. Con un mensaje simplista pero efectivo, parecen explicar lo que sucede: “los políticos de la casta tienen la culpa de todo”. A partir de ello, Javier Milei apuesta al incremento del enojo y la fragmentación en el oficialismo y la oposición para colarse en la disputa. Si bien la expresión libertaria no es novedosa y tuvo un respaldo significativo con Alsogaray en 1989 y López Murphy en 2003, el resultado de Milei importa por la fuerza que tendría para captar potenciales votantes descontentos. Y a partir de este resultado, es necesario también preguntarse que pasará con los votos de Milei ¿Se mantendrán entre las PASO y las elecciones generales o migrarán como voto “útil” para castigar al oficialismo? Y si Bullrich pierde la interna de Juntos por el Cambio, ¿sus votos los capitaliza Larreta o Milei? En el mismo sentido, habrá que prestar atención al rol del tampoco novedoso partido del centro de Schiaretti y Urtubey para saber a qué sector podría perjudicar en los comicios. En 2015 complicaron a Scioli y en 2019 a , ¿a quién le toca en 2023?

Mención aparte merece el representante tucumano en la contienda que, por ahora, genera más interrogantes que certezas. Cuando se menciona a Manzur en el escenario nacional se suele hablar del integrante de la formula y no del candidato a presidente. Una sutileza que pareciera indicar más su intención de ser el vicepresidente del binomio peronista antes que encabezarlo. Entiende que tiene chances de convertirse en el representante de la liga de gobernadores aunque resulta extraño cuando no asume un rol protagónico en la disputa entre los gobernadores por la coparticipación, algo que sí pareciera estar haciendo Gerardo Zamora, gobernador de Santiago del Estero. Mientras tanto, sí trata de mostrarse como el candidato de vínculos fluidos con la CGT, el establishment -particularmente el empresariado farmacéutico- y el de los contactos internacionales. Una estrategia similar a la que utilizó en Tucumán primero para ser el elegido de Alperovich y luego para la Jefatura de Gabinete. Se entiende que Manzur se siente más cómodo como el elegido en un acuerdo de cúpulas más que por aclamación popular.

A cuarenta años de la recuperación democrática, el escenario electoral de 2023 muestra la consolidación de sus instituciones electorales pero también el mapa fragmentado de un país sin un proyecto claro de desarrollo inclusivo y sostenible. Así como destacamos que en estos años se mantuvo y reforzó el consenso democrático, es imperioso que Argentina alcance los acuerdos políticos y económicos necesarios para establecer un camino virtuoso. Allí donde las provincias del Norte Grande lograron establecer consensos interpartidarios, acuerdos institucionales y estrategias de mediano plazo pareciera haber alguna iniciativa a consolidar y replicar a escala nacional. A menudo perdido en su rumbo pero consciente de su oportunidad, el país se ve obligado a seguir intentando.

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