Un elogio de la yuta más de un siglo atrás

Un elogio de la yuta más de un siglo atrás

Juan Heller resalta la aventura que era no ir a la escuela para recorrer las ciudad. Deporte y fútbol.

TRANVIA RURAL. La pequeña y frágil formación unía plaza Alberdi con el pie del cerro donde estaba el parque Aconquija.  TRANVIA RURAL. La pequeña y frágil formación unía plaza Alberdi con el pie del cerro donde estaba el parque Aconquija.

Hablar de Juan Heller implica referirse a uno de los tucumanos más lúcidos de la recordada Generación del Centenario. Se recibió de abogado en la Universidad de Buenos Aires. Regresó a Tucumán en 1912 para incorporarse a la Justicia local además de ejercer la docencia universitaria. Alcanzó el cargo de vicerrector de la universidad tucumana. Además fue miembro de la Corte Suprema de Justicia. En un artículo suyo para el Centenario de la Independencia, donde hacía una fantástica defensa de la “yuta” también tocaba el tema deportivo en los años de su niñez en Tucumán.

De acuerdo a este ilustre tucumano “los jovencitos de hoy (estamos en 1916) no conocen todo el misterio enorme, la infinita serie de emociones nuevas, profundamente didácticas que encerraba una yuta hecha en forma” y agregaba que el placer comenzaba “el día antes cuando se apalabraban los yuteros buscando y comprometiendo a los muchachos más fascinerosos de la camada para que la aventura resultara más atrevida y sabrosa”. Y seguía con una descripción pormenorizada de lo que implicaba una verdadera yuta. Describía, que tras dejar los útiles en algún negocio “amigo”, que los fugados “congregábanse en la plaza Belgrano, Alberdi o en algunas de las estaciones ferrocarrileras según la ruta convenida fuesen los pueblitos de Yerba Buena, Tafí Viejo u otras de las inmediaciones, pero el lugar más preferido, tal vez por el mayor número de aventuras accidentales que ofrece, era ‘El Bajo’, plaza La Madrid, estación San Cristobal”.

La espectacular descripción de Heller nos permite ver un Tucumán diferente con lugares ya olvidados, perdidos o que dejaron de ser tan atractivos. Las distancias y el transporte eran también diferentes. Imaginemos que habla de los pueblitos de Yerba Buena o Tafí Viejo, ahora grandes urbes con sus propias vidas comerciales, sociales y culturales, y a donde ellos se dirigían en busca de nuevas aventuras. Además se dejaba entrever que llegar hasta esos lugares requería de una planificación y el único medio disponible por entonces era el ferrocarril. También hace referencia al Bajo, la plaza Lamadrid (donde ahora está la vieja terminal de ómnibus) o la estación San Cristobal (ferrocarril Central Norte y que está detrás de la vieja terminal) como los lugares que ofrecen mayores aventuras.

PLAZA LA MADRID. La zona conocida como el Bajo era, un siglo atrás, un imán para los yuteros junto con la estación de trenes. PLAZA LA MADRID. La zona conocida como el Bajo era, un siglo atrás, un imán para los yuteros junto con la estación de trenes.

Deporte en la escuela

Con respecto a la educación física en los colegios, hubo un tiempo en que no se la practicaba del modo en le que se lo hace en la actualidad.

“Cuando se implantó la reforma (escolar) y mientras se construía el actual gimnasio, los alumnos del Colegio Nacional eran conducidos los jueves a la plaza Belgrano y allí se los dejaba en libertad tres horas para que hicieran cualquier cosa menos gimnasia”, relataba Heller sobre su vida en los claustros secundarios. Él fue un testigo privilegiado de la llegada del fútbol a la provincia: nació en 1883 y el deporte, traído por los ferroviarios, llega hacia fines de 1892.

Heller continuaba: “se implantó después el juego del football. Salíamos de la escuela a las dos de la tarde y llegábamos a un campo cerca de El Provincial, allí cada grado se dividía en dos grupos y puestos en cada extremo del campo y arremetan muchachos! Nada de arcos, nada de reservas ni reglamentos”. Una definición magnífica de un partido de potrero.

PARQUE ACONQUIJA. El Tranvia Rural detenido en su última estación. Un lugar agreste muy diferente al presente. PARQUE ACONQUIJA. El Tranvia Rural detenido en su última estación. Un lugar agreste muy diferente al presente.

Primera voz radial

Si fue testigo privilegiado de la llegada del fútbol sobre sus hombros recae el honor de haber sido la primera voz humana que se transmitió por radio abierta en nuestra provincia el primero de septiembre de 1923. Aquel domingo a las 22 comenzó la primera transmisión radial abierta a todo el público, un gran adelanto tecnológico para la época. Las emisiones de nuestra primera “broadcasting” se realizaron desde la planta alta de la Sociedad Sarmiento. El programa fue abierto por el director de la Sarmiento, Juan Heller, que habló de ese trascendental avance para la provincia y para la región. Aquella primera audición se completó con una serie de interpretaciones de prestigiosos artistas y aficionados a la música de nuestra comunidad.

Club Canillitas

Estamos en 1926. Aprovechando el día de Reyes y que el club Canillitas, equipo conformado por los vendedores de diarios, había obtenido el trofeo Adolfo de la Vega, copa donada por el intendente de San Miguel de Tucumán, al derrotar a Sportivo Palermo. Lo curioso es que Palermo decidió abandonar el juego al inicio de la segunda parte cuando el resultado era 6 a 0 para los vendedores de diarios. Pero la idea no es hablar de este triunfo sino del viaje que los ganadores hicieron hasta el parque Aconquija, fiesta organizada por LA GACETA. Lo que de por sí y más por aquellos años ya era una aventura: el viaje en el Tranvía Rural era de un poco más de una hora desde la plaza Alberdi pasado por una seria de estaciones intermedias hasta el pié del cerro. Según la crónica, para el traslado de los 200 muchachos invitados se tomaron cinco coches del Tranvía Rural y se hizo uso del gran camión de la Cervecería del Norte, galantemente cedido por dicha empresa. Empleados de la administración de nuestro diario tuvieron a su cargo la organización de la fiesta campestre.
El relato informaba que el viaje hasta los faldeos montañosos fue con gran algarabía y sin contratiempos, pero sí se sucedieron simpáticas escenas en las que, como siempre, mostró su chispa jocosa e inteligente la fácil picardía del canillita. El almuerzo fue matizado por una improvisada orquesta de guitarras que acompañaban los cantos de los presentes. El calor no pudo detener los bríos juveniles ni el placer que da la aventura de recorrer lugares desconocidos en aquella la jornada festiva hace casi un siglo. El Tranvía tras pasar por los cuarteles, la plazoleta Mitre, enfilaba por calle América (hoy Juan Luis Nougués) hacia Mate de Luna y de allí hasta el Aconquija. A lo largo de ésta última parte del recorrido las casas estaban muy desperdigadas y eran más chacras. Bastante diferente a la elegante y distinguida Mate de Luna actual y su continuación en Yerba Buena, Aconquija.

Juan Heller resalta la aventura que era no ir a la escuela para recorrer las ciudad. Deporte y fútbol

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