En alguna esquina o plaza cualquiera de San Miguel de Tucumán, de alguna otra ciudad de la provincia o del país, dos chicos de alrededor de 10 años intercambian figuritas del Mundial de Qatar. Han pasado 20 días desde la sempiterna final en la cual la selección argentina derrotó a su homóloga de Francia, y se consagró campeona del mundo por tercera vez en su historia. Pero ellos todavía persiguen su objetivo de llenar el álbum.
Dialogan, entonces; se muestran mutuamente las que cada uno tiene para ofrecerle al otro, y van eligiendo de entre las ofrecidas. No son conscientes de que están llevando adelante una transacción y, sin embargo, se trata de un perfecto acuerdo “win-win”: cada uno se queda con la figurita que necesita, y entrega la que el otro quiere. Pero, claro, para entregar algo debe darse una situación sine qua non: previamente hay que poseerlo.
Salvando las distancias, lo mismo ocurre con las negociaciones políticas. Particularmente por esta geografía, con el gran debate que atraviesa la versión local de Juntos por el Cambio. Los dos principales referentes de la alianza opositora, el intendente de San Miguel de Tucumán, Germán Alfaro, y el diputado Roberto Sánchez, deben revisar qué “figuritas” tienen cada uno para ofrecerle al otro un intercambio. Y aquí el jefe municipal se complica un poco.
Este año, Alfaro culmina su segundo mandato. La ley le impide postularse otra vez para ocupar el cargo de intendente de la capital. En consecuencia, no cuenta con esa “figurita”. Es decir, no puede ofrecer un renunciamiento, porque nada tiene para renunciar. La Intendencia no puede entenderse como “moneda de cambio”. Es cierto que Sánchez tampoco puede resignar un cargo. En todo caso -y a diferencia de Alfaro-, lo hizo luego de las elecciones nacionales de 2021, cuando dejó la Intendencia para asumir la banca de Diputados para la cual había sido electo. Alfaro, por los motivos que sea, decidió no asumir como senador, y permanencer al frente de la Municipalidad.
Ahora Alfaro ni siquiera tiene garantizada la continuidad del proyecto municipal. Varios funcionarios alfaristas se vienen comportando como precandidatos: el secretario de Gobierno, Rodolfo Ocaranza; el secretario de Ingresos Municipales, Claudio Viña; el secretario de Obras Públicas, Alfredo Toscano, por mencionar algunos. Pero con independencia de las eventuales chances de resultar electo, sea quien sea que asuma el rol de postulante, no podría asegurar la representación del alfarismo de paladar negro; o que no quedarán heridos; o la continuidad del equipo; o la “contención” a todos. Quien más cerca estaría de lograr que se mantenga lo construido durante ocho años acaso sea la senadora Beatriz Ávila, esposa del intendente. Pero ella no es Afaro; y no podría amalgamar las piezas como lo hace este. De cualquier modo, resta ver si el líder del Partido por la Justicia Social jugará esa carta “peronista”.
Sí. La bendición de su esposa como candidata sería una jugada “peronista”, aunque en un espacio -Juntos por el Cambio- que se jacta, al menos discursivamente, de jugar con reglas distintas a las del oficialismo provincial.
Precisamente en las ciudades donde gobierna el peronismo no padecen estos problemas de sucesión. Verticalista a rajatabla, el peronismo resuelve de un dedazo esos conflictos, antes de que surjan. En 12 de las 15 municipalidades conducidas por el oficialismo provincial, los intendentes no pueden postularse para un nuevo mandato. De los tres que están habilitados para la reelección, sin embargo, solo uno buscaría repetir, el intendente de Tafí del Valle, Francisco Caliva. Los otros dos, José Orellana (Famaillá) y Aldo Salomón (Alderetes) aplicarían la misma táctica de otros 10 jefes municipales que no pueden postularse nuevamente: bendecirán a algún familiar.
Esposa, esposo, hija, hijo, hermano, hermana del un actual intendente recibirá el espaldarazo para que se postule para la sucesión. ¿Se oyeron quejas? Ninguna. ¿Escandalizó a alguien? A nadie. ¿Alguien reclamó internas? No. Se acepta. En el peronismo se acepta el mandato de arriba. Y funciona, porque no queda afuera quien no saca los pies del plato. De alguna manera se lo contiene.
En las intendencias administradas por Juntos por el Cambio ni remotamente funciona así. Cierto es que el jefe municipal de Bella Vista, Sebastián Salazar, ungió hace tiempo a su esposa, Paula Quiles, para que sea la candidata a remplazarlo. Pero medianamente el radical logró mantener las huestes encolumnadas. Cabe precisar que la concejala integró la lista de Diputados.
Sánchez tampoco puede hacer gala de tener Concepción en la palma de su mano. El sanchismo existe hoy, y de alguna manera lo representa el intendente de “La Perla del Sur”, Alejandro Molinuevo. Este accedió al cargo en remplazo del ex piloto de rally, cuando este partió a la Cámara Baja. “Cacano” buscará ahora revalidar ese cargo mediante el voto popular; y si lo logra, apenas concluida la elección comenzará a construir el molinuevismo; en especial, porque tendrá potencialmente dos mandatos por delante.
Por supuesto que no le resultará sencillo. Fiera puja por las riendas del municipio se avizora en Concepción. El actual intendente deberá competir, hacia adentro de Juntos por el Cambio, con al menos dos “socios”: el presidente del PRO y actual concejal, Ramiro Beti, y el legislador Raúl Albarracín, que hace rato que ansía ese cargo. Y eso sin contar los jugadores que proponga el oficialismo provincial.
Similar es el caso de Yerba Buena. En la “Ciudad Jardín”, el intendente todavía no bendijo a nadie como su candidato para la sucesión. No se debe, por supuesto, a que no se haya decidido aún. El silencio de Mariano Campero responde a que ni bien señale a uno, se comenzará a diluir su armado. Mayormente mediante indirectas, el socio de Sánchez habría alimentado las apetencias de varios a lo largo de sus dos mandatos; y eso, necesariamente, traerá consecuencias una vez que se nomine al elegido. Y una de ellas puede ser una sangría de dirigentes.
En realidad, Campero ya tuvo y tiene algunas bajas en su equipo. Uno de los principales desairados fue el concejal Lisandro Argiró, que durante la primera gestión del intendente ocupó la Secretaría de Gobierno. En su momento, llamó la atención por qué Argiró había dejado ese puesto en el Departamento Ejecutivo Municipal para volver, en un segundo mandato, al Concejo Deliberante. En los últimos tiempos, el panorama se fue aclarando: Argiró fue el primer dirigente en salir a anunciar sus intenciones de ser intendente de Yerba Buena, hacia el 20 de septiembre del año pasado. Y hoy ya se pueden ver algunos carteles que, de alguna manera, ratifican que esos planes del radical siguen firmes.
Por el mismo espacio -Juntos por el Cambio- salió a jugar Mariano Malmierca, aunque con la camiseta del PRO. Algunos dirigentes “amarillos” dicen que goza del especial apoyo del jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el presidenciable Horacio Rodríguez Larreta.
Y, una vez más, tampoco se menciona aquí lo que vaya a hacer el manzurojaldismo en Yerba Buena.
El panorama para Campero no aparece tranquilo. Porque allende de la situación alrededor de la Intendencia, puertas adentro de la principal alianza opositora se avizora una posible puja por quién se queda con el sello para las boletas de legislador por el oeste. Y un histórico rival del jefe municipal correría con el caballo del comisario: Ariel García.
Todos andan revisando las “figuritas” que pueden ofrecer para tratar de obtener la que quieren. Pero, se sabe, en toda colección siempre hay alguna más difícil que otra. Y no todos podrán llegar al objetivo deseado: llenar el álbum y ganar el premio.








