Juan Manuel Asis
Por Juan Manuel Asis 18 Diciembre 2022

Hay partidazos, como el de este mediodía; y hay partiditos, como los que existen en Tucumán. El de las 12 de hoy tendrá a todos los argentinos unidos detrás de un sentimiento, de una misma pasión, de una camiseta celeste y blanca; seremos 45 millones de ciudadanos alentando y sufriendo por el mismo sueño (“muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar, quiero ganar la tercera, quiero ser campeón mundial”).

En la provincia hay 105 organizaciones partidarias, según lo confirmó la Junta Electoral; es decir hay compañeros, correligionarios, camaradas y miles de simpatizantes, cada uno haciendo barra por sus camisetas y velando por sus propios intereses, máxime teniendo en cuenta que los comicios locales están a menos de cinco meses. El gran choque será el 14 de mayo. Con 1,3 millón de electores, cada estructura partidaria debería promediar más de 12.000 afiliados, o hinchas. Y hasta podrían ser más si tenemos en cuenta que pueden adherir personas menores de 18 años.

Sin embargo, hay algunas que no llegan ni a los 4.000 adherentes que exige la ley electoral para que subsistan como instituciones fundamentales de la democracia, tal como lo establece la Constitución nacional en su artículo 38.

Aunque la Carta Magna remarca la trascendencia en la vida democrática por el aporte que pueden hacer al crecimiento, bienestar y desarrollo de sus comunidad; los partidos, por lo menos en la provincia, no cumplen acabadamente con esa misión. Más bien son mantenidos para ser desempolvados cada cuatro años a la sombra del sistema de colectoras respondiendo a intereses personales, porque cada dirigente que se precie de tal debe tener un partido presto bajo el brazo.

Se puede decir que algunas de estas estructuras cotizan en bolsa; y que hasta se alquilan sin ningún pudor: de hecho en la sección clasificados del diario hubo avisos en tal sentido. Mayor degradación, imposible. Si dejamos volar la imaginación, leeremos -posiblemente- en ese aviso: alquilo partido político, papeles al día, afiliados mínimos, a estrenar como acople. Alguno que otro dirigente radical capitalino supo denunciar que le quisieron alquilar una estructura política para competir en los comicios.

Mientras el régimen electoral provincial sea el del acople, lo más probable es que sigan apareciendo nuevos partidos, o que bien que se sigan cuidando a los actuales con la cifra mínima exigida por las normas. Uno nunca sabe cuando se los puede llegar a necesitar; dicho con ironía, claro.

Cabe resaltar que desde la votación de 2019 a la fecha, sólo se inscribieron dos organizaciones; se pasó de 103 en aquella ocasión a los actuales 105. De cualquier forma, el tema de los partidos siempre fue un buen negocio en Tucumán, por lo menos para la dirigencia, y para algunos pícaros que solían vivir y viven de la actividad política.

Recuérdese que hasta que se eliminaron los partidos municipales y comunales -sólo quedaron en pie los provinciales-, en Tucumán llegaron a coexistir casi 1.000 organizaciones políticas, ¡mil ideologías! Imposible. En ese marco resultó toda una curiosidad conocer la existencia de los “apoderados múltiples”: personas que manejaban 19, 21, 15 y 32 estructuras a la vez. ¡Una sola persona llevaba las carpetas de 32 partidos! Ocurrió hasta que fueron descubiertos y se prohibió esta actividad política.

Vaya un dato de color sobre esta “curiosidad” bien tucumana: de los 586 partidos reconocidos entonces, 286 tenían apoderados múltiples, y con 44 números telefónicos se abarcaba a todos estos últimos.

Todas estas maniobras fueron consecuencia del sistema de acople que el oficialismo impuso como régimen electoral provincial incorporándolo en la Constitución de 2006, en su artículo 43, inciso 12: los partidos políticos, frentes o alianzas electorales podrán celebrar acuerdos para apoyar a un único candidato a gobernador y/o intendente de un partido político, frente político o alianza distinta, pudiendo unir la boleta diferentes categorías de candidatos con la categoría de gobernador y/o de intendente de otra lista distinta, sumándose la totalidad de los votos obtenidos por las listas en cada categoría.

Allí está el origen de la trascendencia de la existencia de los partidos políticos en la provincia; con lo cual se podría afirmar que el artículo 43 de la Carta Magna local es más importante que el 38 de la Constitucional nacional en lo que hace a los intereses de la dirigencia. La nacional alude a la subsistencia de las organizaciones políticas, la provincial es usada para garantizar la subsistencia de los dirigentes, esencialmente de aquellos que saben sacarle ventajas a las leyes electorales.

En los comicios del 14 de mayo, los partidos volverán a ser los protagonistas esenciales, no solo porque son necesarios para garantizar la vida en democracia, sino porque se pondrán nuevamente en juego los destinos políticos de muchos dirigentes y el de sus familias en cargos públicos y, para ello, los partidos resultan clave como acoples para juntar votos de por aquí y de por allá, de a uno, dos, tres, cientos o de a miles. Vaya otro dato de la elección de 2019: el 70% de los partidos no superó el piso del 3% de votos que exige la ley para su mantenimiento como estructura jurídica.

Sin embargo, no perdieron esa condición porque las picardías de la dirigencia están a la orden del día: es que en 2014 se estableció que para que un partido caduque como tal no debía reunir ese mínimo de sufragio ¡en cinco elecciones consecutivas! Antes era en tres. De no haber sido por ese “detalle legal” que se alteró, tal vez hoy no habría 105 partidos, sino menos.

Seguramente el año próximo se volverán a repetir las mismas “curiosidades” de 2019, porque no hubo reformas en materia electoral. No hubo demasiado interés; vaya por caso mencionar que Tucumán sigue siendo una de las pocas provincias donde no existe la paridad de género en las candidaturas provinciales, se mantiene la ley de cupo: 30% de los cargos deben ser para mujeres.

También se repetirán las dobles candidaturas, porque no hay una norma que lo impida, y no hay ideología que no meta mano para aprovechar esa oportunidad. Así es como, por ejemplo, en 2019, 87 personas aparecieron en las listas disputando dos cargos a la vez, ya sea como gobernador y legislador, como vicegobernador y concejal o como intendente y legislador. El abanico de posibilidades es variado. Y se volverá a repetir, porque lo que no está prohibido, está permitido: tal como lo argumentó Juan Manzur para poder postularse como candidato a vicegobernador sosteniendo que la Constitución no se lo impedía.

Es decir, sin nuevas reglas electorales que mejoren la calidad institucional, y por ente el nivel de representatividad de los elegidos para una función pública, cada cuatro años se repetirán las mismas mañas, donde las estructuras partidarias no son verdaderas herramientas de cambio de la sociedad, sino meros “partiditos” sujetos a intereses particulares, a ambiciones personales.

Vaya un dato que refuerza lo insignificante que son estas organizaciones a los fines de reforzar la vida democrática: en 2019 hubo candidatos que ni se votaron a sí mismos, hubo listas que no obtuvieron ni un voto, o boletas que recibieron menos votos que la cantidad de candidatos que postulaban. Además, por el sistema de acople, dependiendo de la cantidad de colectoras que pueda tener cada fórmula gubernamental, es posible que haya 50 fiscales por mesa, como ya supo pasar.

En suma, en Tucumán, por la falta de una legislación que mejore las cuestiones partidarias y electorales, la función de estas instituciones fundamentales para la democracia las limitará a ser meros partiditos, y no verdaderos partidos.

Partidazos, sólo el de este mediodía. Y voto por ese.

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