LA GACETA en Qatar: La “torcida” le pide el “Hexa” y Brasil está decidido a darle con el gusto

LA GACETA en Qatar: La “torcida” le pide el “Hexa” y Brasil está decidido a darle con el gusto

Los de Tite desplegaron su poderío ofensivo ante Corea del Sur.

LA GACETA en Qatar: La “torcida” le pide el “Hexa” y Brasil está decidido a darle con el gusto

Siempre asoma la tentación de estampar la calificación “partido sin equivalencias”. O, si hace falta más argentinidad, “no jugaron con nadie”. Así de sobradores somos; así nos va desde hace décadas. Pero bajarle el precio a Corea del Sur sería una forma de restarle méritos a Brasil. Total, si no jugaron con nadie, el 4 a 1 con el que superaron los octavos de final pasa a ser mentiroso. Como si de ese modo todo lo que puedan producir los brasileños fuera fruto de los regalos del fixture. “Claro, si hubiera estado Uruguay, distinta habría sido la historia”, es otra de las conjeturas de ocasión. Pues bien, Corea del Sur se clasificó venciendo a Portugal, lo que no consiguió la “Celeste”. Brasil goleó porque es un equipazo y es firme candidato, nadie le está obsequiando nada.

Fue tan veloz y contundente para resolver las cosas Brasil que al partido le sobró una hora. Desborde de Rapinha y gol de Vinicius; penal ejecutado a lo crack por Neymar; pared en el borde del área y pase a la red de Richarlison; toque atrás para la llegada de un volante y 4 a 0 de Lucas Paquetá. No habían pasado 35 minutos y el “Scratch” ya pensaba en Croacia, el próximo escollo. De allí en más reguló, hizo circular la pelota y en el segundo tiempo, sin pisar el acelerador, generó media docena de jugadas netas de gol. Así se sintetiza la crónica del juego, un trámite que Tite terminó utilizando para darle un rato en la cancha al tercer arquero, Weverton. De ese modo, se dio el gusto de hacer jugar en el Mundial a todos sus convocados.

Y eso que Corea del Sur nunca tiró la toalla. Fue un rival entusiasta y generoso para intentar cambiar golpe por golpe. Y también leal, porque no apeló al juego brusco cuando los brasileños se floreaban pisando la pelota. Tanto fueron al frente los asiáticos que llegaron con mucho peligro en al menos cuatro ocasiones. Alison Becker acudió al llamado con tres atajadas brillantes, hasta que el zurdazo de Paik Seung-ho no le dio chances y los coreanos pudieron celebrar un merecido descuento.

La clave del juego brasileño es el sacrificio de todos para presionar al rival, ahogarlo y recuperar la pelota. Es un compromiso que empieza en Raphina, Richarlison y Vinicius, tres delanteros que van y vienen, colaborando en defensa y formando una línea de cinco con Casemiro y Lucas Paquetá. El único sin esas obligaciones de marca a cara de perro es Neymar, y bien ganado se lo tiene. Así Brasil se mueve como un bloque compacto y dinámico, estrechando líneas para defender y estirándolas cuando ataca. Es difícil que los rivales enfrenten a la dupla Thiago Silva-Marquinhos de frente y sin molestias, siempre hay volantes o delanteros brasileños hostigándolos, persiguiéndolos, barriendo a los pies.

Y, después, por supuesto, están el talento desbordante, la riqueza técnica, el toque en espacios reducidos, las gambetas y una permanente vocación por abrir bien la cancha con Rapinha y Vinicius, lanzados por Neymar o por Casemiro. Richarlison a veces es pivot y otras alterna como armador. La consigna es moverse de manera permanente, de ese modo las opciones de pase se les multiplican a todos.

¿Cómo se enfrenta a este equipo? Argentina construyó el camino en la final del Maracaná. Robándole la pelota, quitándole ritmo y atacándolo por los costados. Puede que en materia de laterales no sea el mejor Brasil; está lejos de contar con un Roberto Carlos o un Cafú. De hecho, a los laterales los lanza mucho menos que en otros tiempos. Tite, viejo zorro, sabe que tiene wines excepcionales y prefiere que los cuatro de fondo estén bien atentos para defender.

En una cabecera se desplegaba una hermosa bandera de Pelé -mientras el planeta fútbol reza por su recuperación- y en la cancha Neymar desplegaba algunas pinceladas dignas de Salvador Dalí. No eran relojes los que se derretían, sino la pelota, eterna habitante de su paleta de colores. En una jugada se sacó de encima a dos rivales y hasta al árbitro. Suficiente para este Brasil que se metió entre los ocho mejores de la Copa, al compás del canto de una “torcida” que le reclama el “Hexa”. Contra Corea del Sur ratificó que transita por ese camino.

Comentarios