Cartas de lectores: a la caza de Martín Fierro

Cartas de lectores: a la caza de Martín Fierro

26 Noviembre 2022

“Porque hay en el país no pocas inteligencias que saben la verdad de “Martín Fierro”, pero que no desean el triunfo de aquella verdad”, alerta Leopoldo Marechal. No era suficiente la destrucción de su familia, su persecución implacable, su destierro a las tolderías, o la descalificación moral y social, había que borrarlo de la memoria de la Argentina o al menos de la posibilidad de que, en los sectores de clase media más proclives a las manifestaciones artísticas, fuese a prender, a la sombra de ese paradigma, la semilla de lo nacional. Pero del mismo modo que, pese a la prédica y a la acción genocida del unitarismo más virulento, no fue posible exterminar al gauchaje y su influencia cultural –reemplazándolo a la fuerza por inmigración anglosajona, como exigían Sarmiento y el Alberdi joven-, tampoco era posible eliminar de la conciencia popular el legado hispano-criollo primero, y el “Martín Fierro” y todo lo que podía representar, después. Entonces, aparecieron en la literatura una serie de contrafiguras del personaje de Hernández, que se parecían a él, que simulaban ser él, pero no sólo no eran, sino que, sutilmente, iban desdibujándolo y con él, a los mismos valores que representaba. Así apareció “Santos Vega, el payador”, un personaje que inspiró a cuatro generaciones de escritores, aunque parezca increíble. Bartolomé Mitre (1838), Hilario Ascasubi (1850), Eduardo Gutiérrez (1880), Rafael Obligado, (1885) y hasta el tardío uruguayo Fernán Silva Valdez (1952); en el curso de 120 años todos ellos se ocuparon, desde la “literatura gauchesca”, de darle carnadura mítica e histórica. ¿Quién era este Santos Vega? Pareciera surgir de un payador que desplegara su arte por las pulperías de la campaña bonaerense en el s. XIX. Según fue mistificándose, su derrotero y su final se perdían en una nebulosa que tomaba la forma de una payada postrera con un demonio que lograba derrotarlo. Todo lo cual lo convertía en un ser casi inexistente, mítico, inaprensible, aún en su condición de basamento de realidad de toda esta larga tarea de creación y recreación de un personaje literario. Es éste el denominador común de los “Santos Vega” mencionados: ser un payador fantasmagórico. A eso quedaba reducido nuestro gaucho, el personaje central de la construcción cultural e histórica de la Argentina y eje raigal de nuestro pueblo. A una fantasía. A casi nada. Y la persecución continúa. Mientras Lugones seguirá proclamando: “En todo rancho existe un ejemplar del «Martín Fierro». Los que no saben leer lo aprenden al oído. Todos se deleitan con la recitación. Tal fenómeno de sensibilidad, autoriza el orgullo de cualquier gran pueblo. Ésta es la única obra permanente y popular de nuestra literatura (…) El ejemplo de vida heroica formada de valor y de estoicismo es constante. El ideal de justicia anima la obra. El amor a la patria palpita en todas sus bellezas, puesto que todas ellas son nativas de sus costumbres y de su suelo”.

Arturo Arroyo


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