Noviembre representa ese “mes trampolín” que nos conduce, a pasos agigantados, hacia 2023. Ergo, es el momento en que la humanidad se une alrededor de dos posibles objetivos: intentar salvar lo que queda del año o hacer borrón y cuenta nueva con miras al futuro.
Eso implica también las infaltables listas con propósitos u objetivos para arrancar enero de una forma diferente. Al menos, así era en el pasado.
“Antes la mayoría de nosotros teníamos la idea de que concluir el año significa cerrar ciclos y abrir otras etapas con una energía renovada. Sin embargo, hay estudios recientes que demuestran como nuestra percepción del espacio y tiempo se modificó”, comenta la neuropsicóloga Laura Tarabini.
Aunque los cambios no logren notarse a simple vista, este tema influye en varios de nuestros hábitos. Y, especialmente, sobre las impresiones que tenemos en relación a nuestra autorealización y éxito profesional e individual.
“Antes la gente solía ponerse objetivos con periodos de realización muy precisos. Por dar un ejemplo, abundaban las frases del tipo 'a fines del año que viene...', 'en dos años...', 'cuando cumpla tal edad estaré en...'”, señala.
Lo mismo ocurría con la meta de iniciar cursos, carreras, renovaciones en el hogar, etcétera. “Mucha gente es fanática de los tiempos límites y estos son importantes para darle cierto orden y planificación logística a nuestras vidas, pero después en la mayoría de los casos la exigencia interna de respetarlos nos conduce a sentir frustración, ansiedad y estrés”, prosigue Tarabini.
Al comparar tales percepciones, la especialista enfatiza que actualmente nuestra mente mutó hacia una impresión más lineal sobre el paso del tiempo y su uso.
“En vez de entender que cada acción que hacemos posee un principio y final (sea por su fecha en el calendario o la llegada de Año Nuevo, etcétera), hoy prima la idea de que estamos parados sobre una línea eterna en la cual solo podemos mirar hacia adelante”, destaca.
En este sentido, existe un momento exacto en el cual decidimos arrancar con algún proyecto o nos fijamos un objetivo; no obstante, ya no se estila pensar en una fecha concreta para finalizarlo.
Los motivos pueden buscarse en el combo que implica el uso desmedido de tecnología y el ritmo de vida de las sociedades actuales; sumado a la pandemia.
Resistir y seguir
La neuropsicóloga Mercedes Nuñez trae a colación dos situaciones para ilustrar mejor la cuestión. En otras épocas, existía una noción fuerte sobre “ponerse las pilas” para llegar con un cuerpo esbelto y tonificado al verano; o arrancar una dieta especial de tres o cuatro meses para descender de peso.
“Esas perspectivas evolucionaron hacia propósitos más duraderos e integrales como el de ir al gimnasio de manera regular para mejorar nuestro estado físico y que el ámbito fitness sea parte de nuestra rutina; o el de seguir una alimentación equilibrada que me de energía y permita mantener mi organismo en condiciones”, detalla.
El verdadero éxito y sensación de gratificación llega en sostener una acción, meta o convicción a lo largo de los meses y años.
“De cierta manera, esta lógica responde a un problema específico que se repite en nuestra sociedad. Según las estadísticas, apenas un 20 % de individuos logran terminar las metas que se proponen. El resto, se queda a mitad de camino cuando las cosas se vuelven difíciles, hay que hacer malabares operativos con las horas del día o aparece la desmotivación y cansancio acumulado”, dice Nuñez.
La incertidumbre generalizada es otro de los factores que nos llevan al fracaso. “Aunque tengamos claro lo que deseamos o qué pasos debemos gestionar para acercarnos al estilo de vida o bienestar buscado, las planificaciones nunca acaban tal cual las creamos. Eso produce un efecto negativo a nivel emocional y psíquico”, agrega.
¿La diferencia? las generaciones actuales asimilan mejor que existen elementos incontrolables (como hechos referidos a la salud, política, economía o vínculos con terceros) que escapan a su buena voluntad o recursos.
“Dejar de razonar de manera rígida y adaptarnos a los imprevistos es uno de los secretos para obtener éxito en nuestros desafíos. En el presente, los jóvenes y adolescentes entienden sobre esta plasticidad y por eso, pese a que hay gente que afirma que poseen poca tolerancia a la frustración, es lo opuesto”, remarca.
Antes de encarar nuevos proyectos para el 2023, es bueno armar una lista con los propósitos que no cumplimos este año y su justificación. En lugar de iniciar cosas extras, lo mejor es dedicar los tres primeros meses del nuevo año (caracterizados por una menor actividad) a resolver los pendientes.
Mucha gente suele incurrir en metas poco realistas. Para disminuir la tasa de fracasos, la segunda sugerencia es colocar al lado de cada objetivo un detalle de “el presupuesto disponible para concretarlas”, “la cantidad de horas promedio que podemos dedicarles” y “elementos que nos juegan en contra”. Es preferible pensar nuestros proyectos en el peor de los escenarios a crear una imagen idílica en la cual el tiempo y energía nos sobra.
Lo siguiente es separar nuestros objetivos según su relevancia. Una técnica famosa de gestión es el método 4-2-3. Este propone seleccionar solo cuatro metas que sean de suma importancia y aludan a las categorías de “salud”, “alimentación”, “trabajo” y “realización personal”. Luego, estas se dividen en dos grupos. En el primero entrarían las que implican mayor tiempo y resulta óptimo iniciar en marzo. En el segundo, van las que pueden arrancar en junio sin problemas. Por último, hay que optar por tres metas extras que quisiéramos lograr, pero no llevan a la frustración si se marginan.
Al fijarnos metas solemos omitir ciertos aspectos logísticos. Por ejemplo, casi nadie contempla las horas que lleva movilizarse de un punto a otro para asistir a eventos, hacer trabajos prácticos o estudiar para un examen. Acá el tip es averiguar la duración estimada de cada actividad y crear un planning semanal basado en nuestra carga horaria final (desde que nos levantamos hasta acostarnos). Eso nos permitirá corroborar si de verdad podremos hacer todo lo que deseamos sin terminar agotados.
Consejos para cumplir nuestros propósitos
1- Antes de encarar nuevos proyectos para el 2023, es bueno armar una lista con los propósitos que no cumplimos este año y su justificación. En lugar de iniciar cosas extras, lo mejor es dedicar los tres primeros meses del nuevo año (caracterizados por una menor actividad) a resolver los pendientes.
2- Mucha gente suele incurrir en metas poco realistas. Para disminuir la tasa de fracasos, la segunda sugerencia es colocar al lado de cada objetivo un detalle de “el presupuesto disponible para concretarlas”, “la cantidad de horas promedio que podemos dedicarles” y “elementos que nos juegan en contra”. Es preferible pensar nuestros proyectos en el peor de los escenarios a crear una imagen idílica en la cual el tiempo y energía nos sobra.
3- Lo siguiente es separar nuestros objetivos según su relevancia. Una técnica famosa de gestión es el método 4-2-3. Este propone seleccionar solo cuatro metas que sean de suma importancia y aludan a las categorías de “salud”, “alimentación”, “trabajo” y “realización personal”. Luego, estas se dividen en dos grupos. En el primero entrarían las que implican mayor tiempo y resulta óptimo iniciar en marzo. En el segundo, van las que pueden arrancar en junio sin problemas. Por último, hay que optar por tres metas extras que quisiéramos lograr, pero no llevan a la frustración si se marginan.
4- Al fijarnos metas solemos omitir ciertos aspectos logísticos. Por ejemplo, casi nadie contempla las horas que lleva movilizarse de un punto a otro para asistir a eventos, hacer trabajos prácticos o estudiar para un examen. Acá el tip es averiguar la duración estimada de cada actividad y crear un planning semanal basado en nuestra carga horaria final (desde que nos levantamos hasta acostarnos). Eso nos permitirá corroborar si de verdad podremos hacer todo lo que deseamos sin terminar agotados.








