Crónicas del viejo Tucumán: Pioneros de nuestra aviación, parte II

Crónicas del viejo Tucumán: Pioneros de nuestra aviación, parte II

Nacido en Tucumán, su pasión por volar lo impulsó desde joven a conocer cada rincón del Aero Club local. Se radicó en Comodoro Rivadavia y formó parte de la mítica Aero Posta. El accidente fatal.

EN EL AERO CLUB TUCUMÁN. Próspero Palazzo, apasionado del vuelo. EN EL AERO CLUB TUCUMÁN. Próspero Palazzo, apasionado del vuelo.
16 Octubre 2022

Por José María Posse - Abogado, escritor e historiador.

Como bien ha señalado el periodista argentino Jorge J. Horat, acaso el primer biógrafo de Próspero Palazzo, la existencia del piloto tucumano abarca la etapa épica de la historia de nuestra aviación, junto a una verdadera pléyade de figuras como Antoine Saint Exupéry, Vicente Almandos Almonacid, Guillaumet, Cambaceres, etcétera. No fue menos que ninguno de los mencionados y ofrendó su vida por un ideal mayor (Jorge J. Horat. “Palazzo, Heredero del viento”).

Su aporte fue esencial en la proyección del transporte aerocomercial en el desolado sur argentino; la fundación del Aero Club de Comodoro Rivadavia y su visión para potenciar la utilización regular de la “Línea al Sur” de la Aeroposta que encabezó, como forma de ejercer la soberanía efectiva de la patria en lugares alejados de los centros políticos y económicos del país.

Nació en san Miguel de Tucumán el 17 de octubre de 1904, en el seno de una laboriosa familia de inmigrantes italianos, fundada por don Salvador Palazzo, de grato recuerdo. Por algún motivo, la aviación fascinó desde temprana edad a los hermanos Palazzo, de nueve, tres fueron pilotos: Prospero, Vito y José. Todos ellos trabajaron en al Aeroposta.

Según tradiciones familiares, el joven Palazzo, luego de atender sus estudios y las obligaciones familiares, diariamente se aparecía en las instalaciones del Aero Club Tucumán; demostrando particular interés y con la mejor voluntad secundaba a los mecánicos, seguramente en tareas menores.

Allí fue adquiriendo conocimientos de aeronáutica, con un aprendizaje directo en la práctica. Al ver el enorme entusiasmo que mostraba por la aviación, se reunió la Comisión Directiva de la institución y decidieron becarlo para que aprendiera a volar en los cursos del Aero Club (Horat. “Palazzo…Cit”)..

Consiguió su brevet de piloto en 1925, con las mayores calificaciones, en el que se computa como el primer curso realizado en el Aero Club Tucumán. Su instructor fue el reputado Sargento 1º aviador Salvador Gaudioso Molina, otro pionero de aquellos tiempos, tratado en nota anterior.

Al año siguiente realizó el Servicio Militar en la Unidad Escuela de El Palomar (Buenos Aires). Esto fue posible debido a que, por el hecho de ser piloto civil, se encontraba habilitado por la reglamentación existente desde el 4 de junio de 1923, en la que el Ministro de Guerra había dispuesto que: “todo ciudadano con patente nacional de aviador, que fuese llamado bajo bandera, debería ser incorporado a la Aviación Militar, con el objeto de ir formando los cuadros de la reserva”.

CONMOCIÓN POPULAR. Su deceso generó fuerte pesar en la provincia. Sus restos llegaron por tren dos semanas después del accidente. CONMOCIÓN POPULAR. Su deceso generó fuerte pesar en la provincia. Sus restos llegaron por tren dos semanas después del accidente.

Al completar su período de Servicio Militar, recibió el brevet de piloto militar, pasando a la reserva como Conscripto Aviador (luego subteniente), quedando habilitado con carnet internacional, y catalogado entre los pilotos de primera categoría. (Horat. “Palazzo…Cit”).

Regresó a su ciudad natal, donde trabajó como instructor de vuelo en el Aero Club, su segundo hogar en el mundo. Realizó incontables vuelos sanitarios hasta lugares inaccesibles por camino entonces. Repetidas veces aterrizó en Tafí del Valle, desde donde trajo parturientas o enfermos graves a la capital, con admirable espíritu de servicio; transportando correspondencia y pasajeros, llegando en una oportunidad a efectuar siete viajes en un solo día (Carlos Páez de la Torre, “Hasta Tafí del Valle, en avión, en 1928”, La Gaceta. 11 de Noviembre de 2010).

También alcanzó notoriedad en el permanente traslado de enfermos desde pequeñas localidades del interior hacia la capital, haciendo posible en varias situaciones salvar la vida de aquejados graves; muchos de estos vuelos sanitarios se cumplieron bajo condiciones atmosféricas adversas, siendo posibles por la pericia y la notable vocación de servicio del joven aviador, lo que le valió una enorme simpatía entre sus conciudadanos.

Pero su espíritu inquieto y pionero buscaba otros horizontes. En 1929 se mudó a Bahía Blanca donde de inmediato fue contratado por la Aeroposta Argentina, empresa que cubría las rutas aéreas patagónicas. Allí conoció al célebre escritor y piloto Antoine de Saint Exupéry. Habría que adivinar si el callado, y a la vez valiente y dinámico tucumano, inspiró alguno de los personajes de los libros del genial francés.

Para ganar experiencia primero le hicieron cubrir la ruta entre Buenos Aires y Paraguay, pero su visión estaba en el poco explorado sur. Finalmente consiguió ser asignado a Comodoro Rivadavia y Río Grande; al principio fue copiloto del célebre piloto francés Jean Mermoz, considerado como uno de los pioneros de la aviación en su país, distinguido con la Legión de Honor y veterano de guerra.

Afincado en Comodoro Rivadavia, y decidido a continuar sosteniendo la actividad del vuelo en la región, en 1935 fundó un Aero Club, del cual fue su primer presidente y se convirtió en una figura destacada (Horat. “Palazzo…Cit”).

Para entonces la figura de Palazzo era conocida en toda la república y sus hazañas eran contadas en los cafés de su terruño natal, donde se lo reputaba como a un héroe moderno. Fue también un propulsor del “vuelo a vela”, y siempre que le resultaba posible volaba en planeador, expresando que la paz y serenidad que brindaba ese deporte, era incomparable.

Horat lo describía como una persona reservada, algo introvertida, generosa, responsable y humilde hasta el exceso; honesto, respetuoso, de gran prudencia y sensatez, un verdadero apasionado por el vuelo; con una auténtica pasión que por otra parte resultaba contagiosa, ya que al decir de quienes lo trataron, aquel que hablase más de una hora de aviación con él infaliblemente terminaba iniciando el curso de piloto (Horat. “Palazzo…Cit”).

De mediana estatura y delgado, Palazzo encarnaba “el prototipo” «del aviador en aquellas épocas románticas. Pero las vidas de aquellos que las viven con intensidad desde jóvenes, parecen extinguirse con igual rapidez.

UN HOMBRE DE SERVICIO. El aviador realizó numerosos vuelos sanitarios a los Valles Calchaquíes para trasladar enfermos graves. UN HOMBRE DE SERVICIO. El aviador realizó numerosos vuelos sanitarios a los Valles Calchaquíes para trasladar enfermos graves.

El fatídico 23 de junio de 1936, Palazzo partió desde Bahía Blanca rumbo a Río Grande. Piloteaba un Laté 28, matriculado FAJUXUN. Su copiloto era Enrique César Brugo. Hicieron escalas en San Antonio Oeste y en Trelew, donde recibieron un parte meteorológico inquietante: se esperaban fuertes vientos y un temporal de nieve. Dejaron los pasajeros y pusieron rumbo a Comodoro Rivadavia. Promediando el vuelo y por causas que nunca lograron dilucidarse, el avión comenzó a incendiarse. Intentaron bajar el aparato en medio de las llamas y con la desesperación de estar quemándose vivos; pero vientos cruzados los empujaron hacia un cerro con el cual impactó de lleno, destruyéndose de inmediato. Ambos pilotos fallecieron en un páramo cerca de la localidad de Pampa Salamanca, a un centenar de metros de la costa.

La tormenta de nieve imposibilitó el rescate inmediato de los cuerpos. Le tocó a Vito Palazzo ser quien encontrara el cuerpo de su hermano, tres días después del accidente, el que se consignó como el primero en la región. Es importante establecer, que con más de 5.000 horas de vuelo, Próspero Palazzo no había tenido antes ningún accidente aeronáutico.

El biógrafo Horat rescata las declaraciones de Vito Palazzo (aportaron un mayor dramatismo al martirologio de Próspero Palazzo), al intentar un aterrizaje mientras se incineraba en vida, tratando de salvar a su copiloto y al correo que transportaba, conforme a la mística por el servicio que los caracterizaban (recordemos que el capitán Almandos Almonacid- uno de los creadores de Aero Posta- insufló al personal una máxima de hierro “La correspondencia es sagrada y debe llegar a destino cueste lo que cueste y a este fin hay que sacrificarlo todo... incluso la vida si fuese preciso...”). Ellos la cumplieron hasta las últimas consecuencias. La correspondencia quedó prácticamente intacta, se recuperó y repartió a los usuarios, mientras se velaban los cadáveres de quienes lo hicieron posible (Horat. “Palazzo…Cit”; Clemente I. Dumrauf ; “Historia de Chubut” , Ed. Plus Ultra, 2.ª ed., Bs.As. 1996, pp. 470-471”.

En Tucumán la noticia cayó como una bomba, pocos podían dar crédito a la veracidad de lo que llegaba desde el sur. Los restos de los pilotos fallecidos en la tragedia de Pampa Salamanca, arribaron a la capital de la república a bordo del buque Buenos Aires el día 6 y fueron descendidos de la nave atracada en el puerto. El féretro con los despojos de Brugo fue sepultado ese día en el cementerio de “La Recoleta” en la Capital Federal. Los de Palazzo se trasladaron hasta la estación del Ferrocarril Argentino en Retiro, a fin de abordar el tren con destino a Tucumán, acompañados por su hermano Vito (El Orden, 6 de julio de 1936).

Finalmente, el cuerpo de Palazzo llegó en tren a su ciudad natal, donde fue recibido por una verdadera multitud que pugnaba por tomar las manijas del féretro. Desde allí, en una imponente caravana, se trasladaron a la Iglesia del Sagrado Corazón, donde se ofició una misa de cuerpo presente. Finalmente fue conducido al Cementerio del Oeste en una caravana aún mayor, que parecía no tener fin. Entre ellos se encontraban autoridades provinciales y municipales, representantes de los distintos sectores de la comunidad que rendían homenaje al joven aviador. Distintos oradores despidieron con sentidas piezas a Palazzo (La Gaceta, 7 de julio de 1936).

Su compañero de la Aero Posta, Raúl Entraigas, escribió con motivo del accidente fatal: “Los que hemos visitado las nubes contigo, tu tranquila serenidad de aeronauta gaucho que se asomaba en tu sonrisa sincera y noble, seguirá acuciando nuestros temores y alentando nuestras cobardías. Los que te hemos conocido de cerca y admirado en silencio, no te olvidaremos. ¡Has caído en la ruta! ¡Has caído en la brega! ¡Como los buenos! ¡Como los héroes! Has caído con el timón en la mano con la mirada en la mortaja inmaculada de la Pampa, con tu corazón en Dios y en los tuyos... Héctor o Aquiles no hubieran deseado muerte más heroica. Y aquí amigo inolvidable, me descubro. Inclino profundamente sumisamente, cristianamente mi cabeza ante los designios de Dios. Silencio elocuente de lágrimas. Desde el alma adoro la voluntad de Dios que te dio la vida y hoy te la solicita. Luego con el corazón más que con los labios, con los ojos empañados y el pecho encogido de dolor musito devotamente: Lux eterna luceat el domine; Señor, que la luz eterna de tu gloria, lo ilumine por siempre jamás” (aparecido en la revista Argentina Austral, Tomo 85. Agosto de 1936).

Su nombre no fue olvidado en nuestro sur. En Comodoro Rivadavia, un barrio y una escuela llevan su nombre. En el lugar exacto del accidente, una cruz y una placa indicativa in memoriam dice: “Homenaje de los pueblos patagónicos a la memoria de los héroes Próspero Palazzo y Cesar Brugo que perdieron la vida en el cumplimiento de su deber el 23 de junio de 1936” (Horat. “Palazzo…Cit”).

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