110 años informando a los tucumanos

110 años informando a los tucumanos

04 Agosto 2022

A Borges le parecía exagerado “el prestigio del sistema decimal”. Las celebraciones de los aniversarios redondos, es cierto, tienen una dosis de arbitrariedad. No es la estética aritmética la que debería regir la oportunidad del reconocimiento de eventuales virtudes en la trayectoria de individuos, instituciones o países. Pero tan cierto como esto es que nuestra capacidad para hacerlo suele ser distraída por el vértigo de los acontecimientos. Por eso, el hábito de detener nuestra atención ante la redondez numérica suele constituir una buena excusa para reflexionar sobre la relevancia de ciertas continuidades.

LA GACETA cumple 110 años hoy. Cuando cumplió un siglo, otros habían nacido antes en Tucumán. El caso paradigmático es el de Celina del Carmen Olea, nacida en Famaillá en 1897, quien se convirtió en 2016 -meses antes de morir- en la persona más grande del mundo.

José Agustín Navarro cumplió 109 años el 28 de agosto pasado, transformándose en el tucumano más longevo. Hoy, en 2022, ningún tucumano nació antes que LA GACETA. En este país en el que todo cambia rápidamente, había algo que estaba aquí, en Tucumán, antes de todos nosotros. Y que persiste hoy.

El diario se fundó en el año en que se cumplía un siglo de la batalla tucumana que fue determinante para el nacimiento de la Argentina. Y meses después de la sanción de la norma -la ley Sáenz Peña- que inyectó la proteína democrática en nuestro sistema político.

En términos de cohesión histórica, el siglo XIX llegaba a su fin ante la inminencia de la Gran Guerra. En esa etapa de quiebre, el periodismo cambiaba su naturaleza en todo el mundo, independizándose de las férulas políticas que lo habían condicionado hasta entonces. Crecían fuertemente la publicidad y la relación directa con un amplio número de lectores como combustible para una autonomía económica en la que se sustentaría la independencia editorial.

LA GACETA, desde sus inicios, planteó un pacto de lectura distinto al de la prensa anterior. Alberto García Hamilton fue un pionero en nuestras tierras de un periodismo no subordinado a ideas previas, concebido como un servicio para su público.

Muchos diarios, hasta ese momento, representaban proyectos políticos desde sus nombres. La Capital, de Rosario, propugnaba el traslado de la capital del país a esa ciudad. La Nueva Provincia, de Bahía Blanca, la creación de un nuevo distrito. El Orden, en Tucumán, respaldaba al conservadurismo. LA GACETA tomaba prestado su nombre del periódico homónimo veneciano del siglo XVII, que a su vez lo tomaba de la moneda -gazzetta- que circulaba en ese entonces y con la que podía comprarse un ejemplar.

Hubo muchas “gacetas” alrededor del mundo. Una de ellas fue nuestro primer periódico patrio, fundado en 1810, un 7 de junio, jornada en la que se celebra el Día del Periodista en nuestro país.

Hoy LA GACETA tiene primos notables como Novaya Gazeta, el diario independiente más relevante de Rusia, dirigido por el premio Nobel de la Paz Dmitri Muratov, censurado en su país por llamar por su nombre a la invasión a Ucrania. O Gazeta Wyborcza, el medio polaco que ha ayudado como ningún otro a sus colegas ucranianos.

En épocas de guerra, constatamos el valor del periodismo como anticuerpo contra el autoritarismo y el belicismo. Siempre es más difícil iniciar o sostener una agresión cuando se reflejan las consecuencias de los atropellos y la destrucción.

Por otro lado, la pandemia nos mostró el carácter estratégico de la información chequeada. Fue vital en pleno sentido del término. Crucial para coordinar esfuerzos y ajustar comportamientos como también para desnudar arbitrariedades, excesos y errores en las decisiones estatales.

También vivimos en una era signada por las distorsiones de un mundo digital que atraviesa nuestras vidas. La dinámica de sus principales actores socava la viabilidad de la prensa y genera un terreno fértil para la circulación de desinformación y discursos hostiles. Una sociedad desinformada, fragmentada y polarizada pierde un presupuesto esencial de su sistema democrático y la base para desarrollar cualquier esquema de convivencia armónica y pacífica.

A este cuadro contemporáneo se suma el vértigo de crisis económicas y políticas como la que hoy experimentamos los argentinos. Sufrimos abruptos cambios en variables sensibles, la fragilidad del tejido social y el debilitamiento de instituciones que enturbian nuestro horizonte. El periodismo ofrece la posibilidad de reconfigurar una agenda común para nutrir el debate público y reconstruir los consensos que requiere un futuro auspicioso.

En estos tiempos de aceleración histórica, 110 años ininterrumpidos en la labor de informar -en la tarea de registrar hechos y proporcionar miradas que ayuden a los lectores a pensar su proyecto colectivo- son motivo de celebración para toda la comunidad.

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