Un día que Jesús dejaba ya la ciudad de Jericó para proseguir su camino hacia Jerusalén, pasó cerca de un ciego que pedía limosna junto al camino. Y este, al oír el ruido de la pequeña comitiva que acompañaba al Maestro, preguntó qué era aquello. Y quienes le rodeaban le contestaron: “Es Jesús de Nazaret que pasa”.
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Si hoy, en tantas ciudades y pueblos donde se tiene esa antiquísima costumbre de llevar en procesión a Jesús Sacramentado, alguien preguntara al oír también el rumor de las gentes: “¿Qué es?”; “¿Qué ocurre?”, se le podría contestar con las mismas palabras que le dijeron a Bartimeo: “es Jesús de Nazaret que pasa”. Es Él mismo, que recorre las calles recibiendo el homenaje de nuestra fe y de nuestro amor. ¡Es Él mismo! Y, como a Bartimeo, también se nos debería encender el corazón para gritar: “¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!” Y el Señor, que pasa bendiciendo y haciendo el bien, tendrá compasión de nuestra ceguera y de tantos males como a veces pesan en el alma. La Eucaristía es el consuelo de Dios en nuestras vidas y vive cerca de nuestras realidades cotidianas. Vayamos a Jesus !.
La fiesta que hoy celebramos, con una gran fe y de amor, “quiere romper el silencio misterioso que circunda a la Eucaristía y tributarle un triunfo que sobrepasa el muro de las iglesias para invadir las calles de las ciudades e infundir en toda comunidad humana el sentido y la alegría de la presencia de Cristo, silencioso y vivo acompañante del hombre peregrino por los senderos del tiempo y de la tierra”. Y esto nos llena el corazón de alegría. Es lógico que los cantos que acompañan a Jesús Sacramentado, especialmente este día, sean cantos de adoración, de amor, de gozo profundo. Cantemos al Amor de los amores, cantemos al Señor; Dios está aquí, venid, adoremos a Cristo Redentor... Pange, lingua, gloriosi... Canta, lengua, el misterio del glorioso Cuerpo de Cristo... La procesión solemne que se celebra en tantos pueblos y ciudades de tradición cristiana es de origen muy antiguo y es expresión con la que el pueblo cristiano da testimonio público de su piedad hacia el Santísimo Sacramento. En estos tiempos no tengamos miedo ni temor de manifestar la fe pública en Jesús. Somos cristianos que llevamos con orgullo y fortaleza la fe en nuestro buen Dios que vive en la Santa Eucaristía.
La Eucaristía es el Pan de Dios a los hombres. Si Dios quiere alimentarnos nosotros, tambien debemos corresponder alimentando a nuestros hermanos más necesitados. La colecta de Cáritas de la semana anterior fue generosa y de gran solidaridad humana y cristiana. Nuestra piedad eucarística nos invita a poner en práctica esas obras de misericordia espirituales y materiales para llevar a Dios allí donde más se necesita. El Pan de Dios que vive en la Eucaristía nos impulsa a dar el pan material a los que más sufren necesidades. Hoy Argentina está pasando una crisis social muy dura y nos enfrentamos a horizontes globales desconocidos; Frente a la incertidumbre que mata el horizonte existencial, nosotros correspondemos dando alimento de verdad, de fe, de comida y de caridad a todos y a cada hermano necesitado.
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“Vamos, pues, a pedir al Señor que nos conceda ser almas de Eucaristía, que nuestro trato personal con Él se exprese en alegría, en serenidad, en afán de justicia con los que mas sufren. Y facilitaremos a los demás la tarea de reconocer a Cristo, contribuiremos a ponerlo en la cumbre de todas las actividades humanas. Se cumplirá la promesa de Jesús: Yo, cuando sea exaltado sobre la tierra, todo lo atraeré hacia mí (Jn 12, 32)”







