Radicales
Radicales

En las últimas horas los celulares de los correligionarios están que arden, se han intensificado los diálogos de café para cerrar acuerdos, las idas y vueltas no cesan entre los correveidile y, en cuestión de minutos, se pasa de estar integrando una lista a luego aparecer incorporado en otra; socios o adversarios en un abrir y cerrar de ojos. Las promesas, como las solicitudes para ir en tal o en cual puesto partidario, están a la orden del día en la UCR tucumana. Hay tensión. Todo se negocia.

Sucedió ayer y seguirá ocurriendo hoy y mañana, cuando haya que presentar a las 21 la trabajosa y probable lista de consenso o bien las nóminas para confrontar nombres en las urnas. Unidad o quiebre. Claro, eso si no se prorroga la fecha de la presentación de las boletas por un posible planteo de algunos apoderados -para habilitar nuevas rondas de negociaciones-, o bien por eventuales demandas en la Justicia destinadas a frenar el proceso electoral.

Mientras tanto, en los búnkers de las agrupaciones siguen trabajando en la búsqueda de los 300 avales y en la conformación de las boletas, por las dudas. Hay que estar preparado para todo; no vale sorprenderse. En un principio se inscribieron cuatro listas interesadas en competir -cuando hicieron reserva de colores-, luego quedaron tres y es posible que finalmente haya dos. En el medio, además, se presenta una situación que puede resultar clave en la suerte del trámite eleccionario: resolver con qué padrón se vota. Si es con el de los aproximadamente 55.000 afiliados que estarían reconocidos o si bien si se lo actualiza y se les suma las fichas de socios que aportaron algunas líneas internas, y que estarían superando las 5.000.

La junta electoral partidaria debe resolver primeramente y, dependiendo de cómo lo haga, puede cerrar o habilitar la puerta del reclamo judicial.

En el radicalismo lo que abunda es la desconfianza; tanto así como el “internismo”: recuérdese aquella broma de que donde hay dos radicales, seguro, hay interna. Por el momento, la interna del distrito es bastante discutida, ha movilizado centralmente a la dirigencia y, hasta ahora, no se generó un conflicto político que trascienda las puertas del partido.

Sí llama la atención que en medio del proceso para definir quiénes conducirán a la UCR se lanzaran al ruedo propuestas de binomios gubernamentales integrados por referentes radicales para competir en 2023. No resultaría curioso si no estuviera en marcha el proceso electoral para elegir las autoridades partidarias, pero en las redes aparecieron algunas propuestas: ¿se pretende complicar la interna radical?, ¿desde el oficialismo se hacen travesuras?, ¿mensajes para el alfarismo?, o ¿alentada desde dentro de Juntos por el Cambio? Esa pelea radical es para el año que viene, ahora se desarrolla una batalla previa.

Raro, aunque en el radicalismo todo es factible; en 2016, por ejemplo, año de la última elección de autoridades radicales, hubo denuncias de fraude electoral. En esa ocasión votó el 21% del padrón de afiliados (57.700), obteniendo 7.200 sufragios la lista de Julio César Herrera (Roja y Blanca) y 4.700 la de Ariel García (Roja A).

Hasta anoche, lo único seguro era que Roberto Sánchez irá por la presidencia del partido radical, ya sea en una lista de unidad o bien para competir con alguna nómina alternativa. El concepcionense cerró un acuerdo personal con Sebastián Salazar (Bella Vista), aunque no con todos los que vienen actuando en conjunto con el intendente. En esas filas hubo sorprendidos. No hay que descartar que en el apretón de manos posiblemente se hayan considerado las pretensiones del jefe municipal, las que se conocerán una vez concluida la normalización de la organización política, pero que pueden pasar por una delegación al comité nacional partidario, por la presidencia de la convención radical o por la vicepresidencia de la UCR.

Este último puesto no es para despreciar si se tiene en cuenta que Sánchez, por su condición de diputado nacional, pasará más tiempo en la Capital Federal que en la provincia. Necesitará un escudero partidario a quien delegarle responsabilidades partidarias, y el cargo puede darle voz y más presencia política al elegido para ser vice. Son varios los que miran con cierto interés ese lugar, por lo que se ha convertido en un elemento de canje inevitable en las mesas de tratativas para ir anudando acuerdos internos.

En este marco de charlas, para albergar la esperanza de una lista de consenso, la presidencia de la convención provincial es la frutilla del postre para cerrar convenio. Es el puesto más apetecible para cualquier dirigente radical. Ese cuerpo colegiado de 81 miembros debe resolver sobre las candidaturas partidarias o la política de alianzas. ¿Sánchez se la ofrecerá a alguien para evitar la contienda electoral? Es una excelente prenda de unidad, si se sabe a quién ofrecérsela para celebrar un pacto que impida llegar a las urnas.

Hoy y mañana serán jornadas de conversaciones, de ofrecimientos y de solicitudes -el famoso no se olviden de mí- para unir o para dividir, para consensuar o fracturar, para una o dos listas; tiempo de compromisos y de traiciones, de avivadas y de mirar a los heridos de última hora que pueden dejar los adversarios para levantarlos en la ambulancia.

Hasta anoche, el panorama radical era de tres posibles listas: la de Sánchez con Salazar, la de Ariel García y la de Osvaldo Barreñada.

Sánchez se mantiene firme en su propósito de sumar aliados para una lista de unidad o bien para construir una boleta fortalecida en nombres y en referentes territoriales para pelear con más posibilidades de victoria en la elección del 24 de abril. García, por su lado, está construyendo su lista en su mayoría con jóvenes radicales para apuntalar su discurso sobre la necesidad de renovación partidaria.

Sin embargo, si finalmente se torna inevitable la disputa en las urnas, tanto el concepcionense como el ex legislador estarán obligados a no fracasar en un suceso clave para la imagen de la UCR tucumana: en la convocatoria a votar a una gran mayoría de afiliados al radicalismo. O sea, para movilizar y entusiasmar a una gran masa de socios para mostrar que en la UCR hay nervio y ganas de modificar la realidad política provincial. Que vote un 80% del padrón sería un éxito político para el partido, o sea que acudan a las urnas unos 45.000 afiliados, pero que vote un 10% (5.500) no sería bueno para un partido centenario. No deben fracasar en esa tarea.

Para evitar ese riesgo -lo que implica disponer de bastante recursos-, la lista de unidad es la fórmula a la que meten mano en todos los partidos para ahorrar gastos e impedir lecturas negativas sobre los niveles de representatividad de sus estructuras políticas. En Tucumán hay 102 partidos políticos y en ninguno suelen hacerse internas, siempre asoman las listas únicas, especialmente porque no son más que organizaciones que responden a un referente político, razón por la que terminan siendo acoples, ya que no existe la oposición interna. Sería un colmo armar un partido y que otro se quede con él. En los últimos años ni siquiera el PJ, con sus más de 150.000 afiliados (según datos de la Cámara Electoral Nacional) va a una interna.

Pero hay algo más que deberán tener en cuenta las listas que lleguen a participar en la votación, sea una de consenso o para confrontar: la ley 27.412, de paridad de género en los ámbitos de representación política. Es porque tanto en la junta de gobierno, de 15 miembros, como en la convención provincial, de 81 integrantes, deben repartirse los cargos 50% y 50%, entre mujeres y varones. Esta norma entró en vigencia en 2017, un año después de la última elección partidaria de la UCR, por lo que la nueva estructura partidaria de la UCR deberá reflejar una nueva composición interna, acorde a la nueva legislación.

En el PJ, por ejemplo, el consejo provincial de 20 miembros, tiene 10 varones y 10 mujeres; pero vaya una curiosidad: los siete primeros cargos de esa estructura corresponden a varones.

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