La caída del "Malevo": el denunciante que terminó tras las rejas

La caída del "Malevo": el denunciante que terminó tras las rejas

Una declaración que complicó al ex comisario en diciembre de 1991.

EN LA ESCENA DEL CRIMEN. “El Malevo” y sus hombres muestran uno de los cuerpos de los asaltantes ejecutados. EN LA ESCENA DEL CRIMEN. “El Malevo” y sus hombres muestran uno de los cuerpos de los asaltantes ejecutados.

Mario Oscar “El Malevo” Ferreyra pasó de denunciante a denunciado en cuestión de días. El revelador testimonio de Luis Dino Miranda lo dejó muy cerca del penal de Villa Urquiza. El policía arrepentido lo acusó de haber sido ideólogo del triple crimen de Laguna de Robles, un hecho en el que fueron ejecutados tres asaltantes y que la gente de la ex Brigada de Investigaciones había explicado que en realidad, se había producido en un enfrentamiento.

La fiscala Silvana Sánchez Tardán se encontraba en una encrucijada en diciembre de 1991. La declaración de Miranda se produjo casi dos meses después de que se registrara el triple homicidio y luego de que el “Malevo” denunciara por hechos de corrupción y enriquecimiento ilícito a la mayoría de los integrantes de la cúpula policial. Alberto Alcaraz, uno de los acusados por el ex jefe de la Brigada, fue el que aportó datos del triple crimen de Laguna de Robles. Además, el fiscal Ramiro Vargas Nieto, designado durante la intervención federal de Julio César Aráoz -que protegió a Ferreyra- no había encontrado nada extraño en ese episodio acontecido el 10 de octubre de 1991. Ante ese panorama, la investigadora decidió tomar una decisión extrema. Realizar una especie de pre-reconstrucción del hecho.

Escoltada por un importante número de policías, entre los que se encontraba el jefe de la fuerza, Víctor Lazarte, viajó a varias localidades del norte de la provincia y al sur salteño para confirmar o descartar la versión oficial. Según había informado el “Malevo”, sus hombres habían recibido información de que los prófugos Hugo “Yegua” Verde, José “Coco” Menéndez y Ricardo “Pelao” Andrada regresarían a la provincia por un camino alternativo. Montaron un operativo de control porque esperaban un Fiat 125 blanco o un Ford Sierra. En la madrugada de ese día, observaron a uno de los vehículos buscados avanzando por el camino y al darle la voz de alto, los sospechosos, en vez de detenerse, abrieron fuego.

Allí se produjo un enfrentamiento donde en principio habían fallecido Vera y Menéndez. Andrada fue encontrado tres días después a unos 500 metros del lugar. La versión oficial indicaba que se escapó amparado por la oscuridad de la noche y murió en el trayecto por las heridas que había sufrido, a pesar de que se confirmó que había recibido un disparo en la cabeza y otro en la ingle. Después se confirmaría que lo habían ejecutado.

Sánchez Tardán no tardó mucho tiempo ni necesitó un gran esfuerzo para saber lo que realmente había ocurrido. El 8 de octubre, personal de la Brigada recibió un llamado de sus colegas de la localidad de Güemes para avisarles que tenían apresados a tres personas que podrían haber estado involucrado en asaltos producidos en nuestra provincia. Ferreyra y sus hombres, sin ningún tipo de autorización legal, viajaron hasta esa ciudad para buscarlos. Hasta se dieron el lujo de presentarse ante un magistrado de esa localidad para, en principio, informarle que estaban actuando para tratar de encontrar al trío de asaltantes. Estaba claro entonces que no se había producido ningún enfrentamiento, sino que los acusados fueron asesinados cuando eran trasladados al penal de Villa Urquiza.

Con esos datos, se terminó confirmando la versión que había dado Miranda, el efectivo que salvó su vida milagrosamente. Los integrantes del grupo habían decidido herirlo para que la versión del tiroteo fuera mucho más creíble. Pero el testigo clave logró escaparse y mantenerse oculto casi dos meses esperando que se le presentara la oportunidad de contar todo lo que realmente había ocurrido. En su relato, había comentado que en su huida dejó escondido su reloj porque tenía miedo de que el sonido de la alarma lo delatara. En el recorrido que hizo con la fiscala para comprobar sus dichos, se encontró el reloj: estaba guardado en una pequeña bolsa en la arena. Para los investigadores, el hallazgo servía para comprobar los dichos del denunciante. Sin embargo, otros sostuvieron que esa había sido una prueba plantada para complicar aún más al “Malevo”.

Un escándalo

El cambio de rumbo de la investigación desató una tormenta política porque se acrecentaron las sospechas de que Ferreyra había sido protegido por los funcionarios de la intervención federal. “Voy a hablar con la Corte Suprema de Justicia para que no permita que intervenga fiscal ni juez cordobés porque ellos ya tuvieron su oportunidad y sin actuar en forma enérgica fueron cómplices de lo que sucedió”, señaló en esos días el ya fallecido Gumersindo Parajón, uno de los pocos legisladores que hizo manifestaciones públicas sobre este caso. “Este no es un problema entre corruptos y ejecutores -prosiguió-, este es un problema para la seguridad y credibilidad de la opinión pública”, añadió el dirigente.

“Gumer”, como muchos lo llamaban, tenía una lengua filosa y le sobraba actitud para denunciar las irregularidades que detectaba. El radical consideró que se debía citar al ex ministro de Gobierno, Ronal Bradis Troncoso, quien se desempeñaba como virtual jefe de la fuerza cuando se produjo el triple crimen de Laguna de Robles. “Un día antes del episodio, Troncoso dijo que tenía conocimiento de que la banda estaba cercada y el fiscal Vargas Nieto quiere actuar ahora, cuando en octubre no tuvo el coraje suficiente para hacerlo con la suma del poder público”, añadió.

Legalmente, el caso debería haber sido investigado por Vargas Nieto, porque era él quien estaba de turno cuando se registró el hecho. A más de 20 años de haberse producido el triple homicidio, quedó al descubierto que el funcionario cordobés sólo se quedó con la versión oficial y nunca profundizó la investigación. El fiscal, en medio del escándalo, terminó excusándose de intervenir en la causa. “Apenas ocurrido el hecho fui a Laguna de Robles. Allí se hicieron todas las medidas de rigor y nada hacía suponer la presencia de un delito como el que ahora se investiga, tanto que ni los familiares de los muertos reclamaron”, señaló el investigador. Ante todos los cuestionamientos, la Corte le terminó dando la razón y confirmó a Sánchez Tardán al frente de la pesquisa con la colaboración de sus pares Eudoro Albo y Jorge Lobo Aragón.

La fiscala llegó a la provincia y, después de analizar todo lo que había podido averiguar, pidió la detención de varios de los hombres que habían participado en el hecho. La jubilada jueza Liliana Vitar aceptó el planteo y se comunicó con el mismo jefe de Policía Lazarte para que se encargara de arrestar a todos los sospechosos. La lista estaba encabezada por Ferreyra, pero también aparecían los nombres de Juan Sotelo (señalado como el que intentó matar a Miranda); los oficiales Carlos Antonio Correa, Emilio Herrera y Juan Luis Hermosa; el sargento Juan Vairetti y los agentes José Agustín Tula, José Brito y René Albornoz.

Complicaciones

No se había cumplido la semana de la denuncia que realizó en contra de sus camaradas, y sobre su espalda pesaba un pedido de detención por un delito con el que podría recibir prisión perpetua. Enterado de la situación, aceptó ser entrevistado por el ya fallecido periodista de LA GACETA Fernando Verni. “Lamento mucho que camaradas de la repartición hayan atacado los cimientos de la Policía al cuestionar arteramente a los que trabajan para el bien de la comunidad”, explicó. “De aquí en más, sabiendo que todo ser humano tiene sus flaquezas, no tengo más que encomendarme a Dios y agradecer a mis subalternos lo valientes que han sido y la entereza demostrada en los momentos difíciles que hemos vivido”, añadió.

El “Malevo” recibió en su casa del barrio Ejército Argentino a LA GACETA, pese a que ya habían transcurrido varias horas desde que se había ordenado su detención. Era una prueba contundente de que nadie lo había ido a buscar y que no eran muchos los que estaban dispuestos a cumplir con la orden judicial. “Una vez le dije al fiscal Vargas Nieto que si por el desgaste de mis tareas mis subalternos van quedando en el camino, trataré de seguir luchando, aunque sea con un hombre solo, o solo. No me entregaré y resistiré mi detención”, advirtió con tono firme. Por primera vez, el “Malevo” dejaba muy en claro que era un hombre al que no le gustaba acatar las órdenes. Ni siquiera la de la justicia.

En el mundo del hampa hay algunas reglas que no están escritas, pero que se cumplen a rajatabla. Una de ellas es que los acusados que son buscados nunca se presentan ante las autoridades los viernes; lo hacen los lunes. Y lo hacen por una sola razón: quieren pasar un último fin de semana al lado de sus seres queridos. Ferreyra y sus ocho subalternos hicieron eso. Esperaron hasta el lunes 9 de diciembre de 1991 para presentarse. Lo hicieron todos juntos para dejar en claro que estaban más unidos que nunca y acompañados por decenas de manifestantes que exigían por su liberación. Varios de ellos portaban carteles con leyendas que decían: “El Malevo y sus hombres libres. Tendremos Seguridad” y “Pedimos Justicia Sr. Gobernador y Señores Jueces para el Crio Ferreyra”. “Fue un enfrentamiento y no una ejecución y así lo demostramos”, señaló el ex jefe de la Brigada. “Existe una crisis de conducción en la Policía que arranca en marzo del año pasado, cuando los integrantes de la plana mayor tendrían que haberse ido. Si mis subordinados me rebasan, me voy en el acto. A ellos los rebasaron, pero lo mismo se quedaron”, indicó.

El comisario también aprovechó su último contacto con la prensa en libertad para aclarar dos cuestiones: que nunca había tenido ambiciones en conducir la fuerza y que nadie le había dictado la denuncia que realizó en contra de sus compañeros. “Al documento lo escribí yo, es responsabilidad exclusiva y surgió de un proceso de observación y de seguimiento”, agregó.

Horas después, el hombre que había prometido resistir su detención, vestido con el atuendo característico de camisa negra y sombrero tipo Panamá blanco, después de salir de una oficina donde se notificó su detención, salió saludando como si se tratara de una figura del cine mundial. No había alfombra roja en el pasillo que se formó para que abordara al patrullero que lo llevaría al lugar donde estaría detenido por varios años.

FE DE ERRATAS

Por error, en la edición de hoy se consignó que la ex jueza Liliana Vitar había fallecido. Pedimos disculpas a nuestros lectores y a la familia por este error involuntario.

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