Una experiencia educativa con la chatarra electrónica

Una experiencia educativa con la chatarra electrónica

Es uno de los serios problemas que pone en peligro la salud del planeta. Si bien, en los últimos lustros, el avance tecnológico ha traído muchos beneficios, también ha generado inconvenientes que aún no han sido del todo resueltos. Celulares, computadoras, monitores, cargadores, gabinetes, baterías, entre otros objetos electrónicos que se tiran, contienen sustancias químicas que contaminan el medio ambiente al mezclarse con el resto de la basura, desprendiendo metales tóxicos perjudiciales para la salud. Según datos de la Asociación civil Basura Cero, la Argentina registra un promedio de entre 10 y 12 kilos de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE) por habitante por año, lo que representa unas 500.000 toneladas anuales, de las cuales menos del 10% es reutilizada.

El último informe de la Plataforma para Acelerar la Economía Circular y la Coalición de Residuos Electrónicos de las Naciones Unidas en el planeta indica que los desechos electrónicos llegan a 50 millones de toneladas por año, que equivalen a US$ 60.000 millones, de acuerdo con un despacho de la agencia Télam. El Programa de la ONU para el Medio Ambiente informó que el 80% de esos desechos electrónicos acaba como relleno sanitario o en basurales a cielo abierto, sin la gestión del reciclaje adecuado.

Preocupado por este problema ambiental, un docente del instituto Carlos Pellegrini estimuló a sus alumnos de quinto año a trabajar sobre este asunto. Los jóvenes emplearon las redes sociales para generar conciencia entre los tucumanos. Crearon luego puntos verdes para que la gente pudiese dejar su basura electrónica y, finalmente, consiguieron que estos residuos fueran tratados por una empresa que se dedica al reciclado de los RAEE. Los estudiantes se habían propuesto reunir 300 kilos de chatarra electrónica, pero el resultado superó sus expectativas, porque reunieron una tonelada.

En los puntos verdes los alumnos recibieron CPU, monitores viejos, impresoras, tabletas, auriculares, cargadores, videocaseteras, cámaras de videos, aparatos que la gente guardaba desde hacía muchos años en sus casas porque no sabía qué hacer con ellos. “Teníamos el curso repleto de aparatos; era impresionante”, le dijeron los estudiantes.

Señalaron que el hábito de los tucumanos es usar y tirar estos objetos. “Nos es más fácil desechar las cosas que arreglarlas. Para cambiar esta realidad, primero, debemos cambiar nosotros… muchos de los componentes de estos aparatos en desuso pueden ser usados en la fabricación de nuevos productos. Es igual de rentable -o incluso más- recuperar los metales de los residuos electrónicos que extraerlos de la naturaleza”, dijeron.

En Tucumán, estos desechos se mezclan con la basura común. Son altamente contaminantes las computadoras, baterías, celulares y monitores porque contienen plomo, cadmio, PBC, cromo, bromo y otros metales pesados, según la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación. Una vez desechados, estos artefactos reaccionan con el agua y la materia orgánica y liberan tóxicos en el suelo y en las fuentes de agua subterráneas.

Nos parece muy positiva la experiencia de los alumnos del instituto Pellegrini, que han tenido además un docente que los ha hecho involucrarse en esta problemática y aportar su granito de arena. La educación es la mejor herramienta no solo para aprender, sino también para generar conciencia entre los mismos chicos de cómo cuidar el medio ambiente.

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