Crímenes de niños: Mercedes, muerta y estigmatizada

Crímenes de niños: Mercedes, muerta y estigmatizada

ANOTANDO. Un investigador escribe en un cuaderno mientras realiza un llamado telefónico. ANOTANDO. Un investigador escribe en un cuaderno mientras realiza un llamado telefónico.

La música sonaba a todo volumen en el populoso y humilde barrio que está ubicado en Viamonte antes de llegar a la avenida Francisco de Aguirre. Los habitantes de ese casi asentamiento habían gastado lo poco que tenían en sus bolsillos para festejar el 1 de mayo. En medio de ese clima de algarabía, Mercedes Figueroa (6 años) fue a comprar golosinas al quiosco del lugar. No volvió. Su cuerpo fue hallado el 2 de mayo de 2012 en un descampado, con huellas de haber sido atacada por varias personas. Pero la niña no sólo tuvo un terrible final, sino que estigmatizada por comentarios desafortunados de funcionarios públicos. Palabras que agigantaron la importancia del caso, que llegó a ser tapa de los principales diarios del país.

La desaparición de la pequeña fue denunciada por su padre, Walter Lobo, y su madre, Rosa Figueroa, esa misma siesta, al poco tiempo de darse cuenta de su ausencia. Primero comenzaron a buscarla los vecinos y después se sumó la Policía. El operativo fue desordenado y caótico. En esa época no existía ningún protocolo. Todo se hacía por impulso. Por ejemplo, los habitantes del barrio utilizaban las luces de sus motos para alumbrar los lugares donde creían que podía estar. Ni ellos ni los efectivos tenían las linternas suficientes para realizar esa tarea. Pese a todas las complicaciones, la búsqueda continuó durante toda la noche.

Por la mañana, el tío de Mercedes, Marcos “El Chavo” Lobo, gritó que la había encontrado. El cuerpo de la niña estaba cubierto de sangre, con severas lesiones. El hallazgo se produjo cuando el sol terminaba de asomar por el este. Los policías de la División Homicidios, al mando de los comisarios Miguel Gómez y Hugo Cabezas, notaron algunas contradicciones en los dichos del hombre. Le pusieron una custodia y siguieron trabajando. Cerca del mediodía, luego de que se entrevistaran con el fiscal Arnoldo Suasnábar, aprehendieron al pariente de la víctima, a su hijo, un tal “Chuchú”, de 13 años, y a un tal “Tarantini”, de 17. Al confirmarse el caso, el caserío fue un infierno. Sus habitantes se unieron y fueron a buscar venganza. Destruyeron la casa del adolescente y la Policía evitó que hicieran lo mismo con la del adulto.

El jefe de Policía, Jorge Racedo, fue el elegido para dar a conocer las explicaciones sobre cómo se había resuelto el caso. “Le han causado la muerte con el solo fin de pretender abusar de ella y como se resistió, y comenzó a gritar -ella luchó a pesar de su corta edad- y por eso recibió múltiples heridas de arma blanca en el cuello y golpes en la cabeza y en la cara”, dijo. El titular de la fuerza (que, por otra parte, espera ser enjuiciado por la sublevación policial de diciembre de 2013) precisó que el móvil del crimen fue el intento de violación de la menor, pero al no poder someterla y, tras la reacción de la niña, los agresores la mataron.

“De acuerdo a las versiones de los testigos y a la investigación en el lugar, estuvieron bebiendo todo el día y la nena se acercó a ellos por el vínculo familiar y la invitaron a ingresar a la casa ofreciéndole dinero; y como es una criatura no sabía lo que tenían en mente estos salvajes que después la mataron”, afirmó. El caso ya estaba resuelto, pero la polémica aún estaba por estallar.

Declaraciones explosivas

Cuando las llamas de la polémica parecían apagarse, la senadora Beatriz Rojkés de Alperovich le echó un bidón de nafta a un caso que estaba en boca de todos y que había conmovido a los tucumanos. “Tenemos que hacernos cargo de las responsabilidades que tenemos los padres en lo que hace a seguridad (...). No podemos tener al señor Estado a la par de una familia que está borracha, y permite que una criatura de seis años esté sola”, había dicho la también presidenta del PJ tucumano. Luego le siguieron las declaraciones del jefe de Policía: “Aquí hubo una falta de responsabilidad, si los padres hubieran sido más inflexibles, esto no hubiera ocurrido”, indicó.

Las declaraciones de ambos generaron una tormenta política. En la provincia la sensación de inseguridad crecía día a día y, cada vez que se registraba un hecho de gravedad, comenzaban las tormentas de críticas en contra de la gestión de los funcionarios del ex gobernador José Alperovich. Los opositores pretendieron citar al entonces ministro de Seguridad, Mario López Herrera, y al mismo Racedo para que dieran explicaciones. Pero todo quedó en la nada.

Y eso sucedió porque el ex gobernador salió a poner paños fríos. “Quien la conoce a ‘Betty’ sabe lo que para ella representó la chiquita (por Mercedes). Creo que no se interpretó lo que ella quiso decir”, consignó. “El sufrimiento que tiene por la gente humilde supera todo. Quienes la conocen personalmente saben el sufrimiento que tiene y cómo se desvive por proteger a la gente más humilde”, aseveró.

Luego agregó que la senadora había pedido disculpas y que es una mujer con el “corazón tan grande” que todos los días vela por los humildes. “Sé lo que vive y lo que ha vivido con la muerte de esta pobre criatura. Para nosotros representa una gran indignación. No tiene perdón de Dios lo que le hicieron”, concluyó.

El aparato estatal funcionó para que el escándalo no siguiera creciendo. Rápidamente se instaló un comedor para los niños de la zona, algo que los vecinos venían solicitando desde mucho tiempo antes. El lugar donde fue encontrado el cuerpo se transformó en una plaza, donde se pintó un mural con el rostro de la pequeña, que se fue deteriorando con el paso del tiempo.

“Hasta lo que pude averiguar, la familia no recibió ningún tipo de ayuda por parte del ex gobernador o de la ex senadora. Sí hubo pedidos de disculpas públicas por parte de ellos”, explicó el abogado querellante José del Río.

El juicio

Durante el debate oral se ventiló el infierno que vivió Mercedes. “Chavo” Lobo y “Tarantini” (su nombre no se puede publicar porque era menor de edad cuando se registró el crimen) llegaron acusados de abuso sexual y homicidio agravado. El tercer acusado, un tal “Chuchú” hijo del principal acusado, fue sobreseído en la etapa de instrucción. Al tener 13 años, era inimputable, es decir, legalmente no se podían formular cargos en su contra.

El entonces fiscal de Cámara, Carlos Sale -actualmente, titular de la Unidad Fiscal de Homicidios II- fue tan claro a la hora de presentar el caso, que varias personas que integraban el público comenzaron a llorar. El acusador dijo que ese día, Mercedes jugaba en la vereda de su casa. Se encontró con el tío que le pidió que pasara al interior de la vivienda para que le entregara dinero para comprar caramelos. La pequeña aceptó e ingresó. Allí intentaron abusar de ella porque, como dijeron varios vecinos, Lobo pretendía que su hijo tuviera su primera experiencia sexual con la pequeña. Además, señaló que los acusados, para desviar intencionalmente la investigación, participaron de la búsqueda.

Los médicos que declararon en el juicio confirmaron que Mercedes había sufrido un brutal ataque. La habían asesinado aplicándole siete puñaladas en la cabeza. Fue tan violento el accionar del asesino que la hoja del cuchillo se terminó quebrando. También recalcaron que la niña presentaba varias lesiones defensivas, es decir, que había luchado con toda su fuerza para no ser abusada.

Las pruebas genéticas que se realizaron fueron categóricas. Se halló vello del “Chavo” en el cuerpo de la niña. Aun así él juró que era inocente. “Ese día estaba comiendo un locro con mis amigos en el barrio. No tuve nada que ver. Soy inocente”, insistió en más de una oportunidad. Incluso ofreció tres personas como testigos para que confirmaran sus dichos. Pero esas personas, dejaron más dudas que certezas.

“Tarantini” le pidió a su defensor, Hernán Molina, que lo dejara hablar ante los jueces. “Si me quieren condenar por cualquier otra cosa, háganlo, pero tengo la conciencia tranquila de que no maté a esa chiquita. Puedo haber sido cómplice porque, cuando todos la estaban buscando, yo ya sabía lo que había pasado”, señaló.

Pero las pruebas en su contra fueron muchas. El día que lo demoraron, la policía le secuestró unas zapatillas que tenían manchas de sangre. Se hizo una prueba genética y se confirmó que los restos biológicos eran de la víctima. Además, en el debate salió a la luz que el adolescente ayudó a Lobo a mover el cuerpo de Mercedes para que el homicida pudiera colocarlo en el lugar donde la hallaron.

En los alegatos, el fiscal Sale pidió que se condenara a Lobo a prisión perpetua y consideró que el otro imputado era penalmente responsable como partícipe necesario. El defensor del “Chavo” directamente pidió la absolución. El del adolescente pidió que si se lo condenaba, fuese por encubrimiento. En tanto que el querellante Del Río generó toda una polémica al hablar en su alegato de la pena de muerte. “Lo utilicé como una figura por la gravedad del hecho; nunca la solicité, porque en nuestro país no existe. Este, sin lugar a dudas, es uno de los casos que más me movilizó y que me sigue movilizando. Detalles sobre cómo fue el crimen de la pequeña nunca se olvidan”, explicó el profesional a LA GACETA.

Los jueces Eduardo Romero Lascano, Alfonso Zóttoli y Pedro Roldán Vázquez terminaron condenando a Lobo a perpetua y declarando penalmente responsable al adolescente. Tal como estipulan las normas vigentes, “Tarantini” fue condenado a 10 años de prisión por un juez de Menores. Luego de escuchar la sentencia, ahogada en un mar de lágrimas, la madre de la niña, Rosa Figueroa, dijo: “esto no me la va a devolver, pero me voy un poco tranquila porque se hizo justicia por mi hija. Estos tienen que pudrirse ahí y no tienen que salir más”. El padre, Walter Lobo, fue un poco más allá: “Se hizo justicia, pero queremos saber por qué el otro menor está suelto. Tenemos otros cinco hijos y tenemos miedo de que les hagan algo. Por eso queremos que la jueza revise la situación del hijo de Lobo. ¿Por qué anda suelto, si él no ha muerto a un perro (sic)?”, analizó.

Del Río dijo que con el tiempo perdió el contacto con la familia que representó durante varios años. “La última vez que los vi fueron a mi estudio a dejarme una estampita con el rostro de la chiquita. Creo que, después de escuchar la condena, pudieron vivir más tranquilos. Sólo eso”, concluyó.

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