El bicentenario de un sueño vigente y vigoroso

El bicentenario de un sueño vigente y vigoroso

La industria azucarera cumplió 200 años. En su rica historia se destacan sinnúmero de acontecimientos. En especial, el empuje inicial de su findador, el obispo Eusebio Colombres; la visión futurista de Alfredo Guzmán, y la tarea de la Eeaoc, que mediante sus investigaciones impulsa el constante desarrollo de la actividad.

La industria azucarera tucumana cumplió 200 años. A raíz de este trascendental evento se desarrollaron actividades y publicaciones en toda la provincia. Tucumán creció y se desarrolló de la mano de esta importante actividad agroindustrial -considerada la primera industria pesada del país-, que tuvo y tiene como protagonista principal la caña de azúcar.

La historia indica que mucho tiempo antes ya se conocía este cultivo en la región; aun antes de la llegada de los conquistadores a América.

Los primeros registros de caña de azúcar en Tucumán datan del siglo XVII, pero hay menciones que dicen que ya se conocía su cultivo en 1574.

En 1821, el sacerdote José Eusebio Colombres habilita en su finca de “El Bajo” un trapiche de madera movido por bueyes, con el cual molía caña y preparaba azúcar a partir de los jugos. Sin saberlo, estaba dando nacimiento a esta pujante industria, hoy bicentenaria.

De su historia hay numerosos escritos. En 2019, cuando se realizó en la provincia el Congreso Mundial de Técnicos de la Caña de Azúcar, Horacio Ibarreche presentó su libro Historia Azucarera Argentina. Se trata de una extraordinaria obra, que destaca todo lo relacionado a su historia. Debido a ello, hacer una síntesis de aquellos acontecimientos en esta columna no tiene sentido.

Sí resulta importante mencionar las palabras que pronunció el director técnico de la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres (Eeaoc), Daniel Ploper, durante el acto por los 200 años de esta actividad, realizado en el Solar del Obispo Colombres, en el Parque 9 de Julio. Ploper destacó fundamentalmente la participación de personalidades que forjaron nuestra provincia, quienes entre fines del siglo XIX y principios del XX empiezan a actuar en Tucumán y que fueron conocidos como “la Generación del Centenario”. La visión y la laboriosidad de estos sentaron las bases del Tucumán moderno.

Estos visionarios consideraban que Tucumán era una provincia adelantada, porque mientras el centro del país producía solamente materias primas, la industria del azúcar era la primera que aportaba valor agregado.

Don Alfredo Guzmán fue uno de los principales aportantes para que esta actividad crezca y se tecnifique. Pero se suman muchos más, que por decisiones políticas y o empresariales también aportaron a esta agroindustria.

Guzmán tuvo la capacidad de anticiparse, y alertar sobre la posibilidad de un fracaso de la industria debido a la degeneración del cañaveral a raíz de las plagas que lo afectaban. Buscaba, además, su diversificación, por lo que propuso una salida urgente y poco costosa: en 1906 presentó ante el Senado un proyecto que propendía a la formación de una estación experimental agrícola.

Los gobernadores de esa época apoyaron la iniciativa; promulgaron la ley mediante la cual se creó la “Estación Experimental Agrícola de Tucumán”, denominación que conservó durante 69 años, hasta que en 1978 se transformó en la Eeaoc. La ley N° 5.020 fue publicada el día en que se cumplían 200 años del nacimiento el obispo José Eusebio Colombres, fundador de la industria azucarera argentina.

Pero no se trató de un simple cambio de denominación. Hubo avances profundos, que ampliaron los objetivos y las funciones para inclinarlos hacia la investigación industrial de la caña de azúcar, sus subproductos y otros derivados de la producción primaria agropecuaria. Todo bajo un sistema de conducción modelo: una institución pública, pero sostenida económicamente por los sectores productivos agroindustriales y dirigida por representantes de ambos sectores.

Muchas nuevas actividades se desarrollaron a partir de la creación de esta institución científica agroproductiva, que lanzaron a la provincia y a la región a ser una importante productora de alimentos.

Debido a ello vale reafirmar aquello con lo cual cierra Ploper: “pareciera haber una lógica en la continuidad entre el sueño del obispo Colombres, al detectar el potencial que significaba extraer azúcar de los tallos de caña; la visión y el empuje de Alfredo Guzmán, al entender el valor del aporte científico y tecnológico, y de su integración en el engranaje de la producción; la comprensión y el apoyo de los Gobiernos provinciales, y la fortaleza y perseverancia que muestran los agricultores cañeros, los trabajadores del sector y los empresarios azucareros”.

Esta agroindustria fue un pilar que permitió el nacimiento de otras actividades productivas y el afianzamiento de estas mediante la investigación agrícola ganadera productiva.

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