Sexualmente hablando: loca

Sexualmente hablando: loca

Por Inés Páez de la Torre. Psicóloga.

Sexualmente hablando: loca
19 Septiembre 2021

¿Cuántas veces hemos escuchado decir que tal mujer “es una loca” o que “es una bruja”? Estos calificativos por lo general vienen ilustrados de historias sobre las actitudes y conductas de esa persona en relación a su pareja -o ex pareja-, a su familia política, a sus amigas o amigos.

En algunos casos hay algo de cierto en esas expresiones (aunque los epítetos no sean muy compasivos). Es decir: es real que hay mujeres con marcadas dificultades para vincularse en forma sana, con un manejo muy deficiente de sus emociones, con una tendencia a sentirse atacadas, no queridas, o no tenidas en cuenta. Con poca tolerancia a la frustración, bajo nivel de autocrítica, impulsivas, agresivas. De todo lo que les pasa culpan a otros; son conflictivas, difíciles de tratar, siempre disconformes. Y sí, son “sufridas” por sus parejas -o ex parejas-, sus hijos, parientes, amigos. En algunos casos, de hecho, lo que hay es un trastorno de personalidad y lo que necesitan esas personas es ayuda profesional porque ellas, desde luego, también se sufren a sí mismas.

Sin embargo, otras muchas veces la supuesta locura que estigmatiza a una mujer encierra un lado B. Y es la punta de un iceberg al que se refiere la sexóloga argentina María Luisa Lerer en su clásico “Sexualidad femenina. Mitos, realidades y el sentido de ser mujer”.

Lerer se refiere al mito de que “las mujeres somos locas por naturaleza”. Enfatiza en que buena parte de nuestros padecimientos no son “problemas personales”, sino el producto histórico-social de los intentos de “sobrevivir” a la condición femenina. A las falacias que todavía gravitan fuerte: el instinto maternal, la felicidad por el sólo hecho de casarnos y tener hijos o el amor romántico que, por supuesto, es para toda la vida, entre tantos otros ejemplos.

Muchos se preguntarán quién puede seguirse tragando estas mentiras, con el avance del movimiento en favor de los derechos de las mujeres y todo el empoderamiento femenino… sin embargo, se trata de una estructura de siglos. Y en sociedades tradicionales como la nuestra, ¿en verdad pensamos que nos vamos a librar tan fácil de estos mandatos? ¿O que todas las mujeres están en condiciones de hacerlo?

“Creerse todo esto y querer vivir apegadas a estos mitos que rigen nuestro ‘destino feliz’, introduce tantas contradicciones a nuestra vida que comenzamos a tener conflictos y malestares”, sostiene. Y ahí aparecen los síntomas de toda laya: ataques de pánico, falta de deseo sexual, anorgasmia, enfermedades de la piel, dolores de cabeza, insomnio, obesidad, inapetencia, compras compulsivas, tristeza crónica, malhumor. Y como telón de fondo… la culpa.

“Muéstrame a una mujer que no se sienta culpable y te mostraré a un hombre”, dijo la escritora Erica Jong. Y es que, cuando no nos damos cuenta de que los malestares provienen de nuestra vida oprimida, de nuestra socialización cultural, pensamos y sentimos que todo lo que pasa es por culpa nuestra. Para colmo de males, muchos especialistas en salud mental no han revisado sus esquemas y miran desde mapas teóricos igualmente impregnados de ideología patriarcal, por lo que terminan orientándose de un modo u otro a volver a poner on track a la paciente (de ahí que han empezado a surgir redes de psicólogas feministas o de profesionales con perspectiva de género, personas sensibilizadas respecto a este tema. Aunque también lo han hecho seudo carreras de “orientadoras” y “acompañantes” de perfil conservador).

La sexóloga nos recuerda que en la Edad Media se sospechaba que la mujer no tenía alma. Y se despreciaba también a las “brujas”, que por su edad habían perdido encanto y no podían procrear. Brujas eran también las que hacían uso de su sexualidad fuera de los límites prescritos: “Se mató a 1.000 brujas por cada hechicero, fue el mayor sexocidio de la historia. Somos acusadas de brujas o de locas, cuando lo que queremos es ser personas”.

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