

Con 22 años, cargando ya un intenso bagaje de viajes y aventuras, y apenas un ligero paso por la historieta, llega el italiano Hugo Pratt a Buenos Aires, donde, según sus palabras, “alcanzará la madurez”, tanto artística como personalmente. Será aquí, entonces, se hará uno de los más grandes exponentes del género a nivel mundial. Una década después vuelve a Europa y dará vida a su mayor y trascendente creación: el Corto Maltés. En uno de sus muchos regresos a nuestro país, declarará que en este país encontró “un mundo complejo y único… Mamé todo lo que estoy haciendo ahora… es una ventaja que tengo sobre los europeos… Yo vine a la Argentina, a estar aquí y fui adoptado por la Argentina; tengo hijos argentinos y creo que soy un argentino en el mundo. Y todo eso creo que se siente en mi historieta”. Ese "hijo adoptivo", en el pináculo de su carrera europea, durante la guerra de Malvinas, no dudó un instante para salir a defender a su patria de adopción. Pratt enviará un retrato de su héroe máximo con el grito de combate: “¡Las Malvinas son nuestras! ¡E viva la Argentina!”, que publicara en su tapa la revista “Skorpio”. ¿Cuántos de los artistas –de la historieta o de cualquier otro arte- que desde que nacieron habían "mamado” la savia “única” de nuestro ser nacional fueron capaces de un gesto similar, por esos terribles días, al del rubicundo hijo adoptado? Y, si lo hicieron, ¿podrían hoy, a casi 40 años de la gloriosa gesta, sostenerlo? ¿O, ganados por el proceso de "desmalvinización" que, desde el poder mundial que estuvo a punto de desplomarse ante el heroísmo de nuestros soldados, cedieron a los espejismos ideológicos que nos han colonizado culturalmente? Por eso, no es de extrañar que aparezca uno que otro de estos intelectuales acipayados que aún no hayan logrado ver lo que el genial Tano -siendo tano y todo- pudo hacerlo y mantenerse fiel a esa visión. Porque a muchos les faltan -o se les han corrompido- los "instrumentos para ver la Patria", como decía el padre Castellani.
Arturo Arroyo
amarroyo@hotmail.com.ar







