19 Junio 2021
Nuestra sociedad, desde hace bastante tiempo, se ha sumergido en una situación en la cual los antivalores han invadido la política, la economía, los gremios y las relaciones sociales; son casos demostrativos de corrupción que en los últimos años se fueron dando, pero que no eran tratados como tales, blindados por la doble moral que los justificaba o relativizaba como no queriendo aceptar una realidad, en la que la pérdida de valores y las conductas contrarias a la ética ganaban terreno. Las prácticas indecorosas hace rato que están presentes en la administración del Estado, en algunos sindicatos y empresas privadas, favoreciendo intereses individuales de grupos o de políticos, sumándose a esto algo que ya ha asumido como "normal": el reparto de cargos entre amigos y familiares, siendo aun más graves en este tiempo de crisis que estamos viviendo por la pandemia, con la "vacuna VIP". Comportamientos que claramente contribuyen a la fragmentación y al desequilibrio de la cooperación social. Una estafa al Estado, realizada por políticos que se creen dueños del Estado, por la ambición del poder y la avaricia. Para limpiar la política de todo esto hace falta una postura pública distinta y asumir una actitud de compromiso con la verdad, sin dobleces ni doble moral. Un esfuerzo que incluya terminar con la larga espera de la justicia en terminar con la impunidad. Debemos analizar los acontecimientos más importantes, los cuales nos permitan descubrir las tendencias y líneas principales de quienes administran (por nuestro mandato) el país y su proceso de decadencia, lo que hoy se manifiesta en la corrupción, la impunidad, la inseguridad y la doble moral. El político que de manera pública dice que va a ser diferente a los que lo antecedieron, pero ya en el poder se comporta como ellos o peor, provoca en la ciudadanía un redoblado rechazo porque a su falla se añade el engaño y la traición. La doble moral de muchos funcionarios indigna de manera especial, cuando dicen una cosa y luego hacen otra. Si pregona la verdad como gran valor y luego miente descaradamente, el político pasa a ser, entonces, también un hipócrita.
Pablo José Giunta
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