“La guitarrística tucumana se caracteriza por lo ecléctico”

“La guitarrística tucumana se caracteriza por lo ecléctico”

El artista tucumano, radicado en Buenos Aires, conforma con la soprano estadounidense Annelise Skovmand “Rosa Incaica”, un dúo de excepción.

CON SENTIMIENTO. Pablo González Jazey y Annelise Skovmand comparten el presente en la música y la vida. CON SENTIMIENTO. Pablo González Jazey y Annelise Skovmand comparten el presente en la música y la vida.

Nostalgia. Pensamientos que se evaporan. Preguntas sin reproches. Los acordes aletean en la serenidad. Silencios que danzan en el agua. El corazón de guitarra pulsa una evocación. Nubes lentas titilan en las cuerdas. Ecos de paz hidratan la siesta. Un “Lago Mayor” sueña tal vez una esperanza entre sus dedos. “De chico yo quería tocar el piano pero no teníamos uno en casa. Un día, mi papá trajo a casa de vuelta su guitarra que había prestado y nos mandó a mi hermana Gabriela y a mí a tomar clases. En ese lugar, aprendimos canciones folclóricas que después cantábamos con mi papá, pero lo que a mí me atrapó fue la música de Los Beatles”, cuenta Pablo González Jazey, destacado guitarrista, compositor y arreglador tucumano, radicado en Buenos Aires. Con su esposa, la soprano estadounidense Annelise Skovmand, conforma el dúo Rosa Incaica.

- ¿Con quiénes hiciste tus primeras armas guitarreras?

- Tenía 10 años cuando fuimos a estudiar guitarra con la profesora Juanita que trabajaba con José María Montini. Después, a los 14, fui a lo de José Luis Conde, el maestro que me enseñó la parte académica y me inició en la lectura musical. Tenía clases los sábados a la siesta y era un placer asistir. Estudié con José Luis cuatro años y después fuimos juntos a conocer a la profesora Dolores Costoyas que había llegado de Buenos Aires. Continuamos los dos estudiando con ella. Tremenda influencia. En 1988, Dolores se fue becada a Suiza y yo, después de un breve paso con la profesora Irma Costanzo, me fui a estudiar con Víctor Villadangos a quien había conocido como compañero de un curso de guitarra que ganamos para ir a Las Leñas. Definitivamente, Conde, Costoyas y Villadangos, me marcaron un rumbo.

- ¿En cuáles formaciones musicales incursionaste? ¿Tu paso por el Coro Universitario te abrió las ventanas para tus primeros arreglos musicales?

- En 1985, tuve el honor y la responsabilidad de ser llamado por el Pato Gentilini (otro de los maestros que me marcaron) para integrar su grupo La Salamanca, como guitarra solista para un concierto con la Orquesta Sinfónica de la UNT. A partir de ese momento, me quedé aprendiendo de él con sus distintos grupos. El paso por el Coro Universitario me ayudó mucho para mis primeros arreglos. Andrés Aciar (otra gran influencia) fue quien generosamente completó mi enseñanza de teoría musical. Un gran maestro que me ayudó mucho.

- ¿En qué momento decidís hacer música? ¿Tenías temores?

- En 1986, yo estaba en el último año del Instituto Técnico y fue Dolores Costoyas quien me recomendó seguir con la música y entrar a la entonces Escuela de Artes Musicales de la UNT. No tenía temores, creo que porque contaba con el apoyo de mis padres.

- ¿La experiencia en el Conservatorio de Boston te abrió la cabeza o reafirmó tus convicciones?

- Fue una experiencia muy importante estudiar en el Conservatorio de Boston. Me maravilló su biblioteca y la cantidad de recursos con los que contaba. También las posibilidades de concretar proyectos como armar una orquesta de cámara para mi concierto de graduación o el grupo Undertango para difundir la obra de Ástor Piazzolla. También fueron muy importantes las clases de investigación y el estar rodeado de estudiantes de todo el mundo cuyo nivel de ejecución era muy alto. Pero más allá de los recursos, las horas de práctica con el instrumento eran las mismas en Tucumán o en Boston.

“La guitarrística tucumana se caracteriza por lo ecléctico”

- ¿Cómo conociste a Annelise? ¿Metejón a primera vista o escucha?

- Annelise trabajaba en el Conservatorio de Boston, cantaba en el Tanglewood Festival Chorus con John Oliver y era considerada una de las mejores cantantes. Tremenda artista.

- Se supone que en EE.UU. tenías mayores oportunidades para desarrollarte, ¿por qué deciden venir a Tucumán?

- La beca Fulbright/Fondo Nacional de las Artes obligaba a los becarios a regresar a sus países por lo menos por el mismo tiempo que dura la beca (dos años en mi caso) para devolver a la comunidad lo aprendido. Yo regresé con Annelise y nos quedamos cuatro años. En ese tiempo, seguí enseñando en el Instituto Superior de Música y en la Facultad de Artes de la UNT. Pude proponer y realizar cambios en el programa de guitarra y formar una orquesta de guitarras que después se transformó en el Cuarteto de Guitarras Tucumán. Hasta un CD grabaron los chicos. En ese momento, la vida en Argentina se adaptaba mejor a nuestros sueños. Tratamos de ir a EE.UU. en veranos y dar conciertos allá aprovechando eso de que las temporadas artísticas están invertidas.

- ¿Qué presencia tiene en tu vida Eduardo Falú? Preparaste con él la Suite Norteña que luego grabaste, ¿cómo fue tu trato con el maestro?

- Eduardo Falú era amigo de mi papá y tuve la suerte de conocerlo; en mi casa o en los viajes en auto, sonaban a menudo sus grabaciones. Mi papá tenía una colección importante de discos entre los que también había varios del guitarrista John Williams, recomendados por Eduardo Falú. De chico estudiaba sus partituras y trataba de sonar como él. Sigue siendo para mí un artista finísimo como compositor y cantante y un virtuoso como guitarrista. Estando radicados en Buenos Aires fui a verlo varias veces a su oficina en Sadaic. En una de esas visitas, me propuso grabar su Suite Norteña que él había estrenado mucho tiempo atrás con la Orquesta Juan de Dios Filiberto. A partir de ese momento nos reuníamos muy a menudo para tocar la obra y me pasaba muchos de los “yeites” que no estaban escritos. También me permitió agregar alguna que otra idea mía. Así estudié la Suite Norteña que después grabamos con la Orquesta de Cámara de la Ucasal, con la dirección del maestro Jorge Lehz. Por ese tiempo, conoció a Annelise y le encantó cómo interpretaba sus canciones.

- ¿Cómo fue la parición de Rosa Incaica?

- Desde que empezamos a tocar con Annelise empezamos a buscar un nombre para el dúo. En los años que estuvimos en Nueva York le pusimos al dúo el nombre Inca Rose que es la rodocrosita en inglés. Nos pareció lindo el nombre y además es una piedra semipreciosa que está en toda América y es la piedra sagrada de los incas. Cuando estábamos ya radicados en Buenos Aires un amigo nos sugirió cambiarlo por Rosa Incaica y así quedó. La idea fue hacer música que nos conmoviera sin importar si era académica o no. Obviamente fue un trabajo muy arduo y hermoso hacer los arreglos y transcripciones para toda esta música que nos gustaba: Guastavino, Ginastera, Dowland, Los Beatles, Yupanqui, Eduardo Falú, Joni Mitchell, Gardel, Piazzolla, Aaron Copland y varios otros. Todo esto se pudo hacer gracias a la extraordinaria capacidad y sensibilidad de Annelise como intérprete.

-¿Cómo surgió la idea de rescatar obras de guitarristas tucumanos? ¿Se puede hablar de una guitarrística tucumana?

- Tomó forma en 2006 con el álbum “Guitarra tucumana” pero el proyecto empezó en realidad mucho antes. Por un lado, siendo alumno en la Escuela de Música, el profesor Rubén Díaz Camacho tuvo la generosidad de llevarme a conocer su profesor, el gran maestro Luis Martín Ventura que era ya un hombre mayor. Por otro, en charlas con Federico Nieva (papá de mi colega Cecilia Nieva) surgió el nombre del guitarrista Teodoro Marín que era contemporáneo de Ventura. Ahí ya tenía a los grandes maestros que hicieron escuela en Tucumán en generaciones anteriores. También se sumaban Carlos Podazza, con quien nunca estudié formalmente pero lo considero mi maestro por su influencia (iba a todos sus conciertos), Alberto Rojo, Juan Falú y una camada de exalumnos que comenzaban a componer, Julio Santillán y Martín Páez de la Torre. Vi que el proyecto podía realizarse rescatando una “guitarrística tucumana” que se caracteriza por lo ecléctico y me pareció importante difundir las obras de los artistas de Tucumán. El proyecto se completó con obras que le solicité a Jorge Farall, a José Luis Conde, al Pato Gentilini y a Eduardo Alonso Crespo. De este último autor realicé la transcripción para dos guitarras de una obra sinfónica.

- ¿Qué cosas o temas te inspiran a nivel compositivo?

- Mucho de mi labor compositiva se realiza en las canciones y arreglos para Rosa Incaica. Me inspiran las letras de Néstor Soria o Marcela Neme. A veces cuando decidimos interpretar una obra surgen ideas de realizar citas de alguna obra académica. J. S. Bach está siempre presente en Yupanqui, en Eduardo Falú y también en Yocavil, de Lucho Hoyos. La orquestación es otra de las disciplinas que me gusta mucho.

- “Herida que se hace canto bajo las estrellas altas, porque conoce estas cosas tiene penas la guitarra”, dice don Ata. ¿Qué es la guitarra?

- La guitarra es el instrumento que me permitió expresarme, desarrollarme, viajar, conocer mucha gente amada y ganarme la vida. Eternamente agradecido a ella. Pero también me pidió a cambio muchísimas horas de mi vida, de total dedicación, que se las entregué gustosamente. Me gusta mucho eso que sostiene que la guitarra en vez de decir, sugiere.

- ¿Cómo se hace para serles fiel a dos mujeres?

- No lo sé. Pero se llevan muy bien las dos.

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