“Ahorro”, esa palabra que ya nadie conoce

“Ahorro”, esa palabra que ya nadie conoce

El concepto desapareció de la currícula escolar con su carga de enseñanza.

EL ANTIGUO CHANCHITO. Hoy es casi un adorno, no tiene quién lo alimente y mucho menos con monedas.  EL ANTIGUO CHANCHITO. Hoy es casi un adorno, no tiene quién lo alimente y mucho menos con monedas.

Hablar de ahorro en la Argentina es, por lo menos, una curiosidad. El ahorro y la inflación son términos antagónicos. Pero no siempre fue así. Desde 1915, cuando se funda la Caja Nacional de Ahorro Postal (hoy se celebra su día) hasta hace unos años, este hábito se seguía fomentando en las escuelas. El slogan de aquella época era “Infancia previsora, vejez tranquila”. El de ahora: “lo que no comprás hoy, mañana, menos”. El concepto ya fue barrido de las currículas escolares con toda su carga de enseñanza.

“El ahorro es un buen hábito porque nos permite afrontar con previsibilidad las cosas que van a acontecer en el futuro. Esto les inculcábamos a los chicos hasta hace unos años, especialmente el Día Nacional del Ahorro, que es el 31 de octubre. Hoy ya no se les dice nada a los chicos, salvo que es una de las fuentes para obtener el capital para poner una empresa”, explica Enrique Lazarte, docente de “Proyecto y Gestión de microemprendimientos”.

“Es difícil hablarles a los chicos de ahorro porque es un hábito que se funda en el esfuerzo y por desgracia las familias han perdido la cultura del esfuerzo. Es más común que la gente pida préstamos a los bancos a costos altísimos en vez de ahorrar seis meses para que la inversión sea más rentable”, razona.

Alfabetización financiera

Sin embargo, entre las nuevas generaciones surge un concepto renovado del ahorro. Sheila Harkatz, autora de “Clara y el ahorro”, habla de la importancia de la “alfabetización financiera” en edades tempranas. “Comenzar a inculcar hábitos financieros saludables a temprana edad, permite formar a niñas y niños en una actitud consciente sobre la planificación, la causa y el efecto, y el futuro”, dice. “Independientemente del contexto económico del país de residencia, la estabilidad o inestabilidad económica del presente del niño o niña, debe inculcarse la actitud positiva hacia el ahorro. El ahorro es el pilar financiero que permitirá, en el futuro, la previsión, inversión, y planificación del horizonte del niño convertido en adulto. En un contexto económico turbulento, aún ahorrando una mínima cantidad de dinero puede ser un gran aprendizaje transmitido del adulto a la infancia”, confiesa a LA GACETA. Sheila es educadora y elige el camino de la literatura infantil como el medio para llegar a los chicos con temas tan difíciles hasta para los padres.

Las enseñanzas del ratón Pérez, el manejo de la mensualidad, y el destinar un poquito del dinero que regala papá o mamá a compartir con otros son experiencias que ayudan a los chicos en la toma de decisiones positivas sobre el dinero, piensa la directora de Mujeres en Carrera.

“Hablar de dinero en casa y en el ámbito escolar sin tabúes, permite motivar a la infancia a sentar las bases de un manejo del dinero responsable y positivo, y un consumo inteligente”, insiste.

Hay quienes aseguran que el hábito de ahorrar no está perdido. Y es justamente el interventor de la Caja Popular de Ahorros, José Díaz, quien asegura que “el ahorro puede ser el primer paso de un gran emprendimiento” y enumera las distintas formas que tiene la CPA de alentarlo: a través de “certificados de Imposición Nominativa”, líneas de créditos subsidiadas y cajas de seguridad. Para Díaz las claves son esforzarse para “ser eficiente en el consumo personal” y “ahorrar en entidades confiables”.

Más allá de todo, algo es seguro: el día que los argentinos podamos ahorrar nos habremos convertido en un país confiable y podremos envejecer en paz.

La famosa libreta: para muchos, una estafa a la niñez    

Hoy es el Día de la Caja Nacional de Ahorro Postal. Fue una entidad financiera creada el 5 de abril de 1915 por el presidente Victorino de la Plaza para fomentar el hábito del ahorro. En esa época cada niño tenía su librera de ahorro que le permitía ahorrar pequeñas cantidades a través de estampillas con valor de depósito que se pegaban en la libreta. Hasta en la escuela se vendían las estampillas y se pegaban en una hoja grande que al llenarse se llevaba al Correo o a la Caja se cambiaba por una estampilla con el valor total, y se colocaba en la libreta. Se firmaba y se sellaba, y se sumaba a lo que ya tenía depositado. La idea era que cuando el chico termine la primaria tenga su dinero. Pero la inflación terminó comiendo los ahorros de los chicos. Para muchos fue “una estafa” a la niñez. La caja primero se transformó para la venta de seguros y después se privatizó, con Carlos Menem, en 1994.

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