Hacer fila en tiempos de covid-19: nuestra paciencia a prueba

Hacer fila en tiempos de covid-19: nuestra paciencia a prueba

Las colas se convirtieron en un requisito esencial para respetar el distanciamiento sanitario. La pandemia nos ha vuelto más flexibles. Pero todo puede empeorar antes de las fiestas de fin de año.

Hacer fila en tiempos de covid-19: nuestra paciencia a prueba

Las cintas amarillas que están pegadas en el suelo piden mantener una distancia de por lo menos un metro. No más de cuatro personas se permiten adentro del local, grita el encargado cuando ve que un quinto cliente se asoma. Afuera de la juguetería, hay una fila de unas 10 personas. Detrás del barbijo, algunos están masticando bronca. Otros revisan el celular. Todos, de alguna forma, están ejercitando la paciencia, algo que la pandemia por covid-19 ha venido a exigirnos abruptamente este año.

Siempre hemos odiado las filas. Y en este 2020 las hemos encontrado en todas partes. Ya no aparecen solo en los bancos o en Anses. Hasta en el almacén del barrio tuvimos que formar largas colas. Se volvió un requisito esencial de orden y salubridad. La situación se ha vuelto tan cotidiana que ya no nos sorprende. Sin embargo, la temporada alta de pagos y compras que antecede a las fiestas de fin de año seguramente pondrán más a prueba nuestra paciencia, según los expertos.

¿Por qué molesta tanto esperar en una fila? Es algo que se vienen preguntando los estudiosos desde hace más de 50 años. Existen unos 10.000 papers académicos y hasta tesis doctorales que han examinado desde cómo optimizar los tiempos de espera hasta qué sentimientos despierta en las personas hacer una cola.

Richard Larson, del Centro de Fundamentos de Ingeniería en Sistemas del MIT (EEUU), quien dedicó más de tres décadas de investigación para entender la ciencia detrás del arte de la espera, calculó que un automovilista que maneja a diario a su trabajo puede llegar a pasar hasta tres años de su vida esperando en los embotellamientos de tránsito en su país, a lo que se suma al tiempo perdido en filas de bancos, supermercados y aeropuertos. En total, una persona promedio pasa cuatro años de su vida haciendo fila. “Sea cual sea el tiempo, es un tiempo robado de tu vida, tiempo que habías elegido para hacer algo más”, explicó.

Según los estudios hechos por Larson, la ansiedad que se genera en la espera puede transformarse en un tema serio y hasta desencadenar hechos de extrema violencia (la llamada “furia de la fila”). Los efectos psicológicos van desde el mal humor, la angustia y la impotencia hasta la inquietud y el enojo.

Hay muchísimos factores que influyen en cómo uno se para ante la circunstancia de hacer una fila, desde cuestiones personales hasta aspectos que tienen que ver con cómo se organiza la fila, si es desordenada, si hay o no injusticias dentro de ella y, especialmente, el objetivo de esa espera: no es lo mismo hacer cola para cobrar que para pagar, por ejemplo. Las primeras podrían vivirse como una suerte de indemnización imaginaria por la espera. En las segundas, surge irritación y rabia al sentirlas como pérdida de tiempo y de dinero.

La situación

La situación por la que uno está esperando algo en una fila es determinante, sostiene Larson. En un concierto de rock, hacer la cola es parte del evento y se la hace con gusto. Ahora bien, la pregunta en tiempos de coronavirus es: ¿somos más pacientes teniendo en cuenta el contexto, sabiendo que no queda más opción para cuidarse que hacer colas y estar distanciados? “Creo que sí. Igual hay situaciones que siguen enojando, como por ejemplo que haya 40 personas en una fila y un solo cajero. O gente que cuando entra a un local demora un montón y no le importa todos los que estamos afuera esperando”, relata Karina Montenegro, de 43 años. Ella, que es docente, cuenta que sale muy poco. “Si tengo que venir al centro a hacer trámites o a comprar algo sé que voy a demorar más del doble de tiempo del estipulado, así que salgo con tiempo”, detalla.

Tal vez “la furia de la fila” vaya a incrementarse cerca de las fiestas inminentes, en tiempos en que la gente se pone más impaciente e intolerante. “Todas las circunstancias que nos tocan vivir tienen un proceso. En estos tiempos de pandemia, cuando se requiere distanciamiento social, la inmediatez se ve cercenada y los tiempos resolutivos se prolongan más que lo habitual, lo cual exige mayor respeto por el tiempo del otro, poniendo freno a la ansiedad con la que se vive cotidianamente”, opina la psicoanalista Mariela Acotto.

Como la covid-19 ha venido a cambiar toda nuestra cotidianeidad, según la psicóloga, que hayamos ejercitado la paciencia es un punto a favor. “Esta es la capacidad de espera, de escucha, de pacificarse ante la incertidumbre que propone siempre la vida misma. Es clave para conseguir nuestros objetivos, para mejorar las relaciones personales y para gestionar mejor el estrés”, resalta.

“Probablemente todo esto que estamos viviendo sea transitorio. No obstante, sería saludable tomarse más tiempo en decidir, realizar con más entusiasmo y dedicación las cosas, apostando al placer y al gusto y no tanto a los resultados. Los orientales saben mucho de esto y habría que practicarla más. Los trastornos de ansiedad, la inestabilidad emocional en gran parte son productos de la impaciencia”, evalúa.

La psiquiatra tucumana Myriam Figueroa sostiene que la paciencia debe analizarse desde varios puntos de vista. “El primer lugar es una cuestión del temperamento de cada persona: “hay gente más tolerante, dócil y adaptable, que puede enfrentar los cambios con mucha más tranquilidad que otra”. “También hay que ver los factores ambientales, que pueden hacer que uno tenga más o menos paciencia”, aclara. No es lo mismo, por ejemplo, hacer una fila en un lugar con aire acondicionado que bajo el sol radiante y a más de 40 grados.

“Otras cuestiones que inciden son las sociales. Las situaciones personales hacen que uno pueda perder la paciencia con más facilidad. En general, a muchas personas este tiempo nos ha ayudado a ver con más flexibilidad las circunstancias. Desarrollamos más tolerancia a la frustración, aprendimos que algunas cosas no las podemos manejar, nos adaptamos a las distintas realidades, descubrimos la importancia de mirar a los ojos y de hablar con ellos. Y sin dudas, hemos puesto a prueba la paciencia”, indica.

De todas formas, según los expertos consultados, cuando hay mayor organización las personas que deben hacer filas o soportar largas esperas pueden manejar mejor su enojo. ¿Qué pasará en el microcentro para las Fiestas? ¿Cómo se organizarán para que pueda cumplirse el distanciamiento social y preventivo en sectores donde hay centros de pagos, bancos y comercios? Eduardo Prebisch, subsecretario de Gobierno de la Municipalidad, adelantó que no habrá más opción que reducir el tránsito en las calles céntricas para que haya más espacio para las personas. “En las arterias más concurridas se hará una semipeatonalización. Aún estamos definiendo cuáles serán, debatiendo junto a los comerciantes. Es esencial ordenar todo porque en esos días previos a las fiestas se espera que vengan más de 200.000 personas entre los que vienen a cobrar o a hacer compras”, adelantó el funcionario.

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