El caso Dreyfus y el antisemitismo

El caso Dreyfus y el antisemitismo

“EL ACUSADO Y EL ESPÍA”. La película de Polanski no pudo llegar al público argentino. “EL ACUSADO Y EL ESPÍA”. La película de Polanski no pudo llegar al público argentino.
18 Octubre 2020

Por Daniel Muchnik

PARA LA GACETA - BUENOS AIRES

La película “El acusado y el espía” dirigida por el polémico Roman Polanski, presentada en Europa a comienzos de este año no pudo llegar al público argentino. Es un buen film, con reconstrucción de época, interesantes interpretaciones y las distintas escenas de época. Polanski pone en la pantalla el destino de un oficial francés, Albert Dreyfus, nacido en una familia judía de Alsacia, acusado de espía en favor de Alemania. Pero todo lo que ocurre en el film, todo lo que se dice, gira en torno a un feroz prejuicio que generó polémicas agresivas por años en Europa, en el mundo de la cultura y en el del trabajo.

Este “caso Dreyfus” motorizó una peligrosísima ola antisemita que se expandió rápidamente por Europa. En el Este del viejo continente sobresalieron los “pogromos” (en ruso, se traduce como “devastación”) aprovechados por civiles y militares para saquear, quemar y violar en las aldeas y barrios donde habitaban los judíos. Estos sólo podían establecerse en una franja territorial que iba desde algunos límites en Rusia hasta los países bálticos (Estonia, Lituania, Letonia), y más allá de la frontera polaco-alemana.

También se ensañaron contra judíos conversos o integrados sin fe religiosa. El Barón Mauricio Hirsch, un potentado que se codeaba con la aristocracia inglesa y europea como lo hacían los Rothschild financió a los afectados por la muerte para que emigraran como colonos agrarios a Argentina y Uruguay y a otros países también.

A fines del siglo XIX residían en Francia 80.000 judíos. Los nacionalistas y los conservadores los acusaron de acaparar las industrias y de “intoxicar” al país.

Desde el 1700 abundaron los hijos de familias judías que se lanzaban al asalto de la carrera militar, dado que en Francia -a diferencia de Polonia o Rusia- no tenían vedado el acceso a las armas. En 1894 había menos el 1% de judíos en el Ejército galo (300 sobre 40.000). Por definición, para sus compañeros en el Ejército eran “traidores en potencia”.

Raíces del odio

El antisemitismo estaba presente en todos los rincones de Europa desde los tiempos más remotos: si el agua de un pozo estaba contaminada era “culpa de los judíos”; si un niño era robado lo habían hecho los judíos. El odio era contra “el otro”, el extraño. El odio en el Este se manifestaba en parte por un añejo resquemor. Al saber varios idiomas a través de las grandes migraciones, los judíos estaban al servicio de los Señores de la Tierra como cobradores de impuestos. El idioma que utilizaban, el “idish”, era una mezcla de lenguas de todos los lugares donde se fueron afincando. Resultó una mezcla de alemán, polaco y ruso. El hebreo sólo se usaba en las ceremonias religiosas.

En Europa, en la transición, entre el siglo XIX y el XX, Theodor Herzl, un periodista austrohúngaro, judío laico e integrado fue enviado a cubrir los entretelones del caso Dreyfus. Azorado por lo que vio y sintió, Herzl lanzó los fundamentos del “sionismo”. Europa maltrataba o mataba a los judíos Buscaron crear en Medio Oriente una patria dirigida por judíos. Residirían en la misma tierra como lo hicieron sus ancestros antes de ser expulsados por los romanos en el año 70 DC: una zona conocida como Palestina. Durante el transcurso de la Primera Guerra Mundial el gobierno de Inglaterra prometió hacer lo posible para permitir la presencia judía en esa región.

Francia no había podido superar la humillación que representó la derrota militar ante Alemania en 1870 (hay escenas conmovedoras de la conflagración en el libro La Debacle, del escritor Emile Zolá). Los germanos cercaron París. En 1871, en la capital francesa se forjó un movimiento popular insurreccional conocido como “La Comuna”, dirigido por socialistas y anarquistas que pregonaban la autogestión, el antiautoritarismo y la libertad como el mayor valor. Los alemanes no quisieron intervenir. Dejaron que las tropas francesas masacraran a los rebeldes. Murieron fusilados 10.000 ciudadanos. Monárquicos y conservadores aplaudieron la acción despiadada a cargo de los militares. A partir de allí emergió la Tercera República francesa, muy débil, en constantes vaivenes políticos y con miedo a la restauración de la Corona.

En esos tiempos se expandió un movimiento nacionalista, antianarquista y antialemán que tuvo entre sus líderes a Charles Maurras. Fueron sus escritos los que se convirtieron en la base del surgimiento de los nacionalismos violentos entre los intelectuales del país y de todo el viejo continente. Maurras gestó toda una escuela de pensamiento y acción que se expresaron constantemente en Europa y en Sudamérica. Los hombres de Maurras llevaron su concepción racista en libros y artículos periodísticos sus propósitos. Vivían en un cuestionamiento decidido contra los judíos.

El caso

Una mujer analfabeta, Madame Bastian, contratada por el espionaje francés en la embajada de Alemania consiguió papeles que mostraban secretos militares del Alto Mando francés. Esta cumbre militar puso en marcha una investigación con grafólogos. Algunos confirmaron que la nota había sido escrita por el capitán de artillería Alfred Dreyfus. Aunque no todos los grafólogos consideraron que Dreyfus era el culpable.

Se conformó una Corte incluyendo militares antisemitas de alta graduación, bajo la jefatura del general Du Paty de Clam.

El Tribunal falló en contra de Dreyfus, quien tenía 35 años de edad en ese momento. La condena fue por “traición a la patria”. Dreyfus fue sometido a una degradación (quita de insignias y destrucción de su espada) delante de todo el cuerpo de oficiales. Eso sucedió el 5 de enero de 1895 y se sentenció su envío a la prisión en la Isla del Diablo, a 11 kilómetros de la costa de la Guayana francesa, en Sudamérica.También dejaron en la mesa de su celda un revólver cargado, para que cumpliera con el mandamiento de honor no escrito y se suicidara.

Tras la condena, la familia de Dreyfus se movilizó para salvarlo del castigo a toda costa. Su hermano Mathieu contrató abogados penalistas, los que no encontraron indicios de traición. Los informes incriminatorios se referían a una supuesta indiscreción, más su conocimiento del alemán, su notable memoria y una supuesta relación extramatrimonial con una mujer austríaca.

Yo acuso y los Protocolos

Mahieu inició una larga lucha judicial y política en defensa de la inocencia de su hermano que se prolongó por 10 años. Llegó a demostrar que el autor material de la carta era el comandante de origen aristocrático Ferdinand Walsin Esterházy, quien fue juzgado “inocente”. Cuando consiguió la libertad huyó a Inglaterra. Sin embargo una “bomba” escrita firmada por Emile Zola, titulada “J’Acusse”, fue publicada en el diario L’Aurore, conducido por el futuro primer ministro Georges Clemenceau. El texto de Zolá sostenía la inocencia de Dreyfus. Los nacionalistas iniciaron una campaña desaforada contra Zolá, a tal punto que tuvo que exiliarse en Londres al día siguiente de la salida del diario por temor a agresiones.

Las pasiones de los pro-Dreyfus contra los anti-Dreyfus subieron al rojo vivo. Se multiplicaban los incidentes violentos. En Paris se elaboró el trabajo “Los Protocolos de los Sabios de Sion”, de ideología antisemita. Esos “Protocolos” tienen su fuente principal en un panfleto dirigido contra el gobierno de Napoleón III. En sus páginas se explicita acerca de una conspiración mundial judía para dominar el mundo. Un panfleto irresponsable. Deliberadamente delirante y acosador. En definitiva los “Sabios” quieren reinar como déspotas.

En esos días un Tribunal Militar revisó el juicio contra Dreyfus, declarándolo culpable pero le ofrecieron el indulto. Cerrada la causa, aceptó el indulto que le ofreció el gobierno presionado por todos los costados. Dreyfus escribió: “Desde hoy seguiré persiguiendo sin treguar la reparación del espantoso error judicial del que he sido víctima. Quiero que Francia sepa que soy inocente”.

Revisión

La revisión de los archivos judiciales por orden del gobierno determinó, en 1903, que el acusado había sido acusado mediante documentos falsificados y actuaciones contrarias a Derecho. Recién el 12 de julio de 1906 el Tribunal de Casación anuló la sentencia de la Corte Militar. Un Decreto restituyó a Dreyfus al Ejército, reconociéndolo como Caballero de la Legión de Honor.

Dreyfus llegó a la edad de su retiro y se murió por deficiencias cardíacas en 1935, a los 75 años de edad.

Su defensor Emile Zolá murió el 29 de septiembre de 1902 por inhalación de monóxido de carbono. Con su mujer dormían al calor de una chimenea mal ventilada. Esas muertes fueron muy sospechosas. La amante de Zola y madre de sus dos hijos lo calificó de “asesinato”. En 1953, el diario francés Liberation publicó una investigación. En una de sus páginas confirmó las palabras de un hombre en su lecho de muerte: “Fui uno de los que taponó la chimenea de su departamento”. En los hechos Zolá fue asesinado. Quedó un retrato del escritor, firmado por el pintor impresionista Manet.

Durante el “tiempo” del desarrollo de la injusticia contra Dreyfus la gente no gritaba “abajo Dreyfus” sino “abajo los judíos”. No abundaban los contemporáneos que supieran resistirse al frenesí antisemita. Francia dio el espectáculo de una guerra civil fría en torno al destino de un oficial inocente.

© LA GACETA

Daniel Muchnik - Periodista y escritor. Miembro de número de la Academia Nacional de Periodismo.

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