Ellas por el cupo, ellos por el acople

Ellas por el cupo, ellos por el acople

La politización de la pandemia y la gravedad de la crisis social y económica absorben la atención de la sociedad a tal punto que hubo un hecho político que no tuvo demasiada repercusión y que no generó un debate local: la reaparición de proyectos referidos a la implementación del cupo femenino del 50%. Tal vez no trascendió porque los miedos y la grieta sanitaria pueden más o porque -de concretarse la propuesta, claro- sus efectos prácticos se verificarían en los comicios provinciales de 2023. Sin embargo, desde ya pueden hacerse algunas consideraciones curiosas respecto de la iniciativa: puede convertirse en una puerta para habilitar la reforma de la Constitución, una alternativa que se baraja en ámbitos del oficialismo y que divide aguas en el peronismo en el marco de una interna por el poder que hoy se encuentra en un obligado impasse. ¿Por qué podría derivar en una modificación de la Carta Magna? Porque para que la pretensión de que el fifty-fifty en cuanto a géneros se verifique en la integración de la Legislatura no sólo bastaría una ley de cupo sino que, paralelamente, debería alterarse el sistema de acople que, precisamente, tiene reconocimiento constitucional (artículo 43, inciso 12, Bases del Régimen Electoral).

Allí radica parte del impedimento, o la trampita -de los varoncitos, si se quiere-, que evita que haya una mayor representación femenina en los cuerpos legislativos, cual si la política fuera una misión exclusiva de los hombres por uso y costumbre. Si no advierten que colateralmente deben atacar al sistema de colectoras -que por cierto conspira contra el sistema de partidos-, difícilmente se consiga lo que se pretende con el cupo femenino; por el contrario, tal vez hasta provoque que haya menos mujeres en el recinto de sesiones que las actuales, como ya veremos. Al margen, si hay alguien que esté soñando en cambiar la letra de la Carta Magna -con las intenciones que sea: reelección indefinida, por ejemplo-, he aquí una buena excusa para retocarla y quedar bien con medio padrón electoral.

Retomando aquel hilo; podría resultar que haya menos representación femenina porque en el fondo pone en peligro la preeminencia masculina que existe en composición de las listas de candidatos. Es una cuestión más pragmática que filosófica. Para que se entienda, hoy, con el cupo femenino del 30% (ley 7.876), es común que se ubiquen dos candidatos varones -primero y segundo- y luego una mujer para cumplir con la norma. Con el 50% debería ubicarse un varón y una mujer, en ese orden o viceversa, y así alternándose sucesivamente hasta completar la nómina. Es decir que quien hoy es segundo con la legislación actual -por acuerdos políticos entre dirigentes de varios partidos para fortalecerse en la competencia electoral- con la paridad de género debería correrse al tercer puesto.

Terceros no, primeros sí

En términos prácticos eso es lo mismo que tener menos o una nula chance de resultar electo, máxime teniendo en cuenta la cantidad de acoples que participan de una votación. Por ejemplo, en 2019 hubo 68 acoples (48 del Frente de Todos, 16 de Vamos Tucumán y cuatro de Hacemos Tucumán). Entonces, la consecuencia de la implementación de la iniciativa para igualar la composición en las boletas podría ser que ese segundo que no querría ser tercero se vea obligado a probar suerte saliendo en otra lista como primer candidato. Necesidad, picardía, miedo o lo que sea, esta situación puede ampliar la oferta electoral en cantidad de listas encabezadas por varones en desmedro de las posibilidades de las mujeres de alcanzar más bancas. No son tan sólo suposiciones, los antecedentes avalan este pragmatismo masculino en defensa de sus propios intereses o de la forma en que tradicionalmente viene desarrollándose la vida política comarcana, donde a la mujer le resulta complicado integrarse a la vida pública desde cargos electivos si no es por una suerte de portación de apellido del marido. En Tucumán, una mujer que peleó con éxito en ese mundo de trajes y corbatas y se ganó un espacio por mérito propio fue la profesora Olijela Rivas: 15 años senadora de la Nación -puesto que le dejó a Ramón Ortega por un expreso pedido de Carlos Menem en 1998-, funcionaria nacional y legisladora provincial.

En fin, lo de los muchachos podría ser algo así como una defensa del propio género en desmedro de las aspiraciones del otro. Será una larga disputa para el género femenino y con batallas a dar en varios frentes. Por eso es válido sugerir que para las mujeres no será suficiente proponer un cupo del 50% para aspirar a más, sino que complementariamente deben considerar que el acople, tal como está concebido, conspira contra sus intenciones de ganar más espacios de poder y de representación institucional. Y como este esquema de colectoras es un sistema que inventó el peronismo, y del cual se enamoró y aceitó de tal manera para garantizarle continuidad en el poder, ya se sabe en qué campo debería librarse la batalla principal. Será una cuestión de las compañeras. Si se hace una propuesta, aunque más no sea para eliminar el acople, la reforma constitucional es la única vía para cambiar este régimen electoral. Así las cosas, el cupo se revela como una cuestión de las mujeres, mientras que el acople lo es de los varones en el ámbito de la política. He ahí un choque de intereses, y hoy en el Poder Legislativo hay 10 mujeres y 39 hombres. La lucha pinta desigual y cuesta arriba.

Hoy la historia parece repetirse. Hace exactamente cuatro años, con diferencia de cuatro días, se presentaron dos proyectos para establecer la paridad de género en la integración de las boletas, firmados en primer término uno por Silvia Rojkés y el otro por Nancy Bulacio. Ambos perdieron estado parlamentario, no se los trató, y eso que fueron suscritos por 17 de los 49 parlamentarios. No hubo vocación o bajaron línea para no avanzar en esta cuestión. Tal vez molestó entonces, tal vez moleste ahora. Casualmente, en otro año posterior a elecciones provinciales, hace más de una semana, la legisladora Sara Alperovich (Hacemos Tucumán) elevó un proyecto similar, y en esta semana Mariela Domenichelli (Frente Renovador) y Lorena Núñez (“Mujeres Irrompibles”) alcanzaron un proyecto similar a la legisladora Sandra Tirado.

En el medio, todavía queda en pie una iniciativa en el misma línea presentada en diciembre de 2018 por los ex legisladores Eudoro Aráoz y Luis González. Lo novedoso en esta propuesta de los radicales es que no sólo fija el cupo del 50% para la constitución de las listas para los comicios provinciales sino que también lo dispone para la confección de las nóminas de las autoridades de los partidos políticos. Esta situación en particular ya la contempla la ley nacional de paridad de género (27.412). El PJ, vaya por caso, al ser una organización nacional debe respetar la integración de 50 y 50 en todas sus estructuras partidarias. De esta manera es como hoy el consejo provincial tiene 10 varones y 10 mujeres en la mesa directiva, aunque no alternados, porque la norma exceptúa de esta condición a los partidos políticos. Algo así como sugerir que la vida partidaria es cosa de hombrecitos. Por esta causa, en los siete primeros lugares del consejo hay varones: Manzur, Jaldo, Amado, Pablo Yedlin, Fernando Juri, Ruiz Olivares y Roque Alvarez, después aparece Gladys Medina. Para tener en cuenta, la actualmente intervenida UCR, por ser un partido de alcance nacional, cuando llame a internas para elegir autoridades deberá proponer listas de candidatos respetando el cupo del 50% en la junta de gobierno y en la convención provincial.

Volviendo a la intención de ampliar el espacio de representación de las mujeres en los cuerpos legislativos, bien se podría decir que, frente al acople que conspira contra sus chances, una forma para tener más posibilidades de resultar electas sería encabezar las listas de candidatos. Sin embargo, si se miran los últimos números electorales, eso parece más difícil todavía. En 2019 hubo 18.600 postulantes a los diferentes cargos electivos provinciales. Bien se podría estimar que la mitad fueron mujeres o de mínima 6.000, por causa del cupo del 30% que rige. Sin embargo, de las 49 listas de candidatos a legisladores que hubo en la Capital sólo 10 fueron encabezadas por mujeres: Graciela Alvarez (Proyecto Popular), Clarisa Alberstein (Movimiento Socialista de los Trabajadores), Sandra Manzone (Compromiso Tucumán), Carolina Vargas Aignasse (Tucumán en Positivo), María Teresa Arias (Compromiso Ciudadano Independiente), Mariela Domenichelli (Frente Renovador Auténtico), Gabriela Sánchez (Movimiento Izquierda Juventud Dignidad), Alejandra Arreguez (Frente de Izquierda y de los Trabajadores), María Villavicencio (Evolución para la Democracia Social) y Daisy Aguilar (Tercer Milenio). En el Este hubo 17 boletas, sólo una liderada por una mujer: Nancy Juárez (Movimiento Izquierda Juventud Dignidad); mientras que en el Oeste hubo 21 y sólo cuatro llevaban mujeres al frente: Stella Maris Córdoba (Proyecto Popular), Mónica Barrera (Movimiento Socialista de los Trabajadores), Marcela Sosa (Movimiento Izquierda Juventud Dignidad) y Sara Alperovich (Hacemos Tucumán).

Más partidos para colectoras

O sea, de un total de 87 listas, sólo 15 estaban encabezadas por mujeres, y de esas 15 sólo dos alcanzaron una banca: Carolina Vargas Aignasse, hoy ministra de Gobierno, y Sara Alperovich, promotora del cupo del 50%. Las cifras no son muy prometedoras como para alentar una mayor presencia femenina en la Legislatura o en los concejos deliberantes, menos si hay más presencia de posibles acoples para “mezquinar” lugares a la mujer. Y puede haber más acoples a partir de los últimos datos sobre los partidos políticos reconocidos en Tucumán, y que datan de marzo de 2019: 102 organizaciones. A lo que podrían agregarse las nuevas que podrían surgir en caso de que se avance con el cupo femenino, porque “los muchachos” no querrán ver disminuidas sus chances de salir electos, lo que pasaría si tienen que ser terceros y no segundos, eventualmente. Para eso nada mejor que contar con un partido para acoplar, al que se puede alquilar o comprar.

Además, el objetivo de conseguir la paridad de género en el ámbito provincial -aparte de habilitar una puerta a la reforma, de discutir sobre la necesidad de un retoque al sistema de acople y de reducir en vez de aumentar la presencia de mujeres en el Poder Legislativo- puede afianzar esa suerte de extraño nepotismo que se verifica en la actividad política. O sea lo de poner a la esposa, a la hermana o a la hija en las listas; situación que podría acentuarse con el 50%. En este caso, como alguien bien lo dijo en broma, en vez de cupo femenino, lo que se verificaría sería el cupo familiar. En este tema de la paridad de género el interés genuino de las mujeres por acceder a mayores espacios de representación choca con los intereses de los dirigentes políticos que tienen un partido político bajo el brazo y que lo mantienen vivo al solo fin de acoplarse a un candidato a gobernador o intendente en las generales. Situación que tal vez desaliente las iniciativas, y que a tal fin se dejen vencer los plazos, no se las trate y finalmente terminen siendo archivadas por perder el estado parlamentario.

Habrá que seguir con atención por dónde van los intereses políticos para saber cuál será el destino de las propuestas de nuevo cupo femenino, y con qué efectos colaterales, porque no es sólo una lucha de mujeres; se tocan intereses y costumbres. Y como se dice por ahí, mejor que decir es hacer.

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