Aquellos “Díaz” felices en La Ciudadela

Aquellos “Díaz” felices en La Ciudadela

Con San Martín, el defensor fue protagonista a nivel local y nacional en la década del 80.

RECUERDOS. Díaz jugó con Cejas, Urquiza, Román, Troitiño, Bassitta, Manuel Martínez y Gutiérrez entre otros.  RECUERDOS. Díaz jugó con Cejas, Urquiza, Román, Troitiño, Bassitta, Manuel Martínez y Gutiérrez entre otros.

Cinco títulos ganados en seis años. Los datos estadísticos hablan por él. Carlos Díaz fue un jugador de perfil bajo. Silencioso pero efectivo. Formó parte de uno de los procesos más exitosos de San Martín en la década del 80 y su carrera se interrumpió debido a un par de lesiones graves que lo obligaron a dejar la actividad cuando todavía tenía mucho para dar. Años después volvió al club de La Ciudadela para encarar una nueva etapa como entrenador de las divisiones infantiles, donde trabaja junto con grandes ídolos que a partir de sus experiencias buscan formar a las jóvenes promesas del club.

Díaz formó parte de uno de los ciclos más exitosos de San Martín: ganó cuatro títulos liguistas en seis años con un grupo de futbolistas que quedaron en el recuerdo de los hinchas por la calidad y el talento que desplegaban en la cancha. A eso le agregó a Copa Adrián Beccar Varela, que se jugó en 1984, integrando el combinado de la Liga Tucumana de Fútbol. “Fue una época muy linda. A la distancia uno se da cuenta del momento en el que jugó y la calidad de los futbolistas que fueron mis compañeros. El fútbol era distinto. Más vistoso. El torneo liguista era competitivo. Los equipos se reforzaban y preparaban porque el objetivo era salir campeón para jugar las competencias nacionales”, recuerda Díaz sobre un pasado que si bien está lejano en el tiempo sigue cerca del sentimiento de los hinchas “santos”.


El debut esperado

El debut en Primera llegó en 1982. Guillermo César Reynoso lo promovió al plantel superior y a partir de ese momento las alegrías superaron a las amarguras. “Teníamos jugadores extraordinarios. ‘Coya’ Gutiérrez era un fenómeno; ‘Pelusa’ Cejas, un señor que cuando recuperaba la pelota salía siempre jugado. Ni hablar de Jacinto (Roldán), Roque (Martínez), ‘Pilla pollo’ Marchesse, que estaba en el final de su carrera; Pedro Monteros, (Juan Carlos) Torales, (Pedro) Robles. Además de los lindos recuerdos nos quedó una amistad que perdura en el tiempo porque con la mayoría seguimos en contacto”, le cuenta Díaz a LG Deportiva.


Un año inolvidable

Si bien desde los resultados su mejor momento lo vivió en 1984 -fue campeón liguista con San Martín y ganó la Copa Adrián Beccar Varela con el combinado liguista-, Díaz no duda al afirmar que uno de los mejores equipos que integró es el que jugó el Nacional de 1985. “Nos conocíamos de memoria. Los hinchas disfrutaban los partidos. Argentinos Juniors -tenía un equipazo que ganó la Copa Libertadores- logró superarnos en aquel recordado encuentro que se jugó en Córdoba”.

No todos son buenos recuerdos para el lateral derecho (o izquierdo, según las necesidades del equipo). La frustración vivida en 1986, cuando San Martín no pudo acceder a la primera temporada de la Primera B Nacional fue una de sus mayores frustraciones. “Cuando terminó el partido no lo podíamos creer. Estábamos convencidos de que íbamos a ganar la serie (contra Atlético Concepción), incluso después de perder el primer partido”, recuerda.

A ese trago amargo le siguieron las lesiones. “Fueron dos parecidas: doble fractura de tibia y peroné. Una en cada pierna”, se resigna. La primera la sufrió jugando para San Martín contra Central Norte y le impidió formar parte del proceso que arrancó con el equipo en la Liga y terminó jugando en Primera, de la mano de Pedro Chabay. “Estuve mucho tiempo sin jugar. Después llegó (Dante) Unali que fue otro de los grandes aciertos a la hora contratar refuerzos”, recuerda. La otra fue durante un fugaz paso por Sportivo Guzmán, club al que se incorporó para jugar unos meses y mantenerse en actividad antes de viajar a Bolivia, donde tenía una oferta de un club de ese país. Después de eso no volvió a jugar oficialmente. Ahora quedan los buenos recuerdos de aquellos días felices donde los triunfos y las vueltas olímpicas formaban parte de la rutina, pero ahora tienen mayor relevancia.

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