Entrevista a Tamara Tenembaum: “la ficción sirve para navegar el desconcierto”

Entrevista a Tamara Tenembaum: “la ficción sirve para navegar el desconcierto”

En medio de la emergencia, acaba de publicar su libro Nadie vive tan cerca de nadie, que ganó en 2018 el Premio Ficciones del Ministerio de Cultura. Ya desde el título anuncia que nuestra distancia social es anterior a la pandemia. Y las once historias del libro descubren en las acciones cotidianas diversas formas de atravesar cuestiones existenciales como el amor, la muerte y la soledad.

12 Julio 2020

Por Verónica Boix

PARA LA GACETA - BUENOS AIRES

En estos días de aislamiento, suele verse a la escritora y ensayista Tamara Tenenbaum dando una charlaTED, charlando en vivos de Instagram o participando en lecturas online. Alcanza escucharla un momento para descubrir que habla con frescura, y al mismo tiempo, es capaz de reflexionar y encontrar profundidad en casi cualquier tema, incluso las más banales. Claro que su curiosidad viene desde siempre, creció en una familia ortodoxa judía del barrio del Once, y dejó atrás esas reglas a los 12 años para estudiar en un colegio laico. Desde ese momento mira con ojos de recién llegada la cultura contemporánea. Es Licenciada en Filosofía, da clases de escritura y observa todo hasta descubrir formas nuevas en las viejas ideas. En ese cruce entre los fenómenos masivos y las grandes teorías del siglo XX explora todos los géneros, desde la poesía hasta el ensayo, que aborda de manera extraordinaria en El fin del amor. Querer y coger, una exploración clara y lúcida sobre las relaciones sexo afectivas en la actualidad.

- Tus cuentos (de Nadie vive tan cerca de nadie) empiezan y terminan en lugares inesperados, ¿Cómo pensaste el recorte de los relatos?

- Pienso mucho en los principios y en los finales. No solamente hay que trabajar el relato, sino que cada oración tiene que ser un poco especial, algo tiene que tener. Lo pienso muy musicalmente. En ese sentido, el final y el principio están dados por una cuestión de cadencia, y no por una cuestión de acontecimiento. No me interesa que el final sea algo que te sorprenda en términos de los hechos. En lo que escribo, por lo menos en este libro, quería que el final tuviera un sonido a final, sin que pasara nada específicamente para eso. Lo pensaba en relación al teatro, para mí es genial cuando una obra de teatro se termina y la gente sabe que es el final y que tiene que aplaudir. Quiero que cuando mi cuento termine nadie de vuelta la página esperando que siga.

- Hablás de música y pienso en Hebe Uhart, ella captada las formas de hablar y vos pareces hacer lo mismo con maneras de pensar, ¿En qué medida cada cuento es el pensamiento de un personaje?

- Eso me interesa mucho, de hecho lo charlaba con Pedro Mairal que me preguntaba en uno de los e-mails por la voz del chico de Otro instrumento. Alguien podría leer esa voz y pensar que un chico no habla así, pero a mí no me importa cómo habla, me importa cómo piensa. Me interesa cómo funciona el monólogo interior de una persona, que no tiene necesariamente que ver con el vocabulario que después esa persona usa en su vida diaria. En el monólogo interior todos tenemos una claridad que no tenemos en la vida.

- Los cuentos narran situaciones cotidianas, y en el fondo, parecen hablar de una cuestión esencial: la muerte, el amor, la soledad.

- Sí, en algunos casos, como en “A los 37 años una no espera”, quería copiar un cuento de Lorrie Moore. Hago mucho eso, copio cuentos. Lo que yo quise copiar es que lo que le sucede, que se le muera la madre, sucede en la primera página y luego no se va a volver a hablar del tema, se va a hablar de cualquier otra cosa, pero al ponerlo al principio todo lo demás queda teñido. ¿Cuándo vuelve a aparecer en la superficie esto? Quizás no aparece nunca. La vida es algo que no tiene ni principio, ni final, ni sentido. En un cuento no trato de darle un sentido a algo que no lo tiene.

- ¿Qué sentido le das a la frase del título que hoy se asocia directamente con la distancia social?

- Significa exactamente lo que aparece al final del cuento que lleva el nombre del libro, esa idea de que nadie vive lo suficientemente cerca como para venir a ayudarte. No significa que esto sea siempre así, de hecho hay un montón de gente que viene a ayudarte, pero en general eso no tiene ninguna relación con si están cerca o lejos, ¿no? Tiene que ver con la idea de que si querés acercarte a alguien, en general, tiene que mediar un deseo. Incluso muchas veces mediando ese deseo no se puede. Me interesaba mucho la imposibilidad del encuentro, hoy un poco nos olvidamos porque pensamos que la imposibilidad está basada en la distancia social.

En realidad la dificultad para un encuentro genuino es algo de lo que ya estábamos hablando antes de la pandemia.

- A pesar de esa imposibilidad, los personajes no sufren por la distancia.

- Puede ser, me interesaba mucho el tema del deseo. En la mayoría de los personajes se juega la idea de que están buscando una conexión. Hay algo de “seguimos acá”, incluso en los que parecen estar cansados o hartos de la vida. Eso siempre me parece conmovedor, el hecho de que sigamos viviendo con lo difícil que es todo. En el final de la película Annie Hall, hay una gallina que no pone huevos y el personaje de Woody Allen dice que tiene la gallina porque necesita huevos, aunque no los ponga. Así es como funcionan nuestros vínculos. Lo charlé con Margarita García Robayo, yo no sé cómo uno sigue estando en pareja, después de la quinta vez que te sale mal y lo volvés a hacer. Es maravilloso, hay algo en esa persistencia. Y no solo en las parejas, en las amistades, en la familia, esa persistencia en seguir vinculándote con otras personas a pesar de que toda la evidencia vaya en contra.

- ¿Cómo decidís qué abordar desde la ficción y qué desde el ensayo?

- Lo que más naturalmente me sale es el ensayo, soy mucho más analítica que poética. Pero la poesía es lo que más me fascina en el mundo y trabajo para conseguirla. Si tengo una idea y tengo un argumento, tiene que ser un ensayo. Creo que las obras son políticas, pero si lo único que tenés es la tesis lo que tenés que hacer es un ensayo y no disfrazar tu tesis de otra cosa. En cualquier caso, lo que me interesa de la ficción es explorar cosas que son más difíciles de articular, cosas que no sabría cómo decir. La ficción sirve para manejar esos grises, los lugares raros que no sabría cómo nombrar, ni si están bien o están mal. La ficción sirve para navegar el desconcierto. En cambio, para escribir un ensayo, incluso si se trata de preguntas, necesito, por los menos, tener las preguntas claras. El ensayo tiene que ver con la idea de insertarse en un debate público y político. Está bueno hacer eso de forma poética y bien escrita, pero también está bueno hacerlo de manera que otros puedan desarmarte y confrontarte. Hay un deber de apertura en el ensayo que en la ficción no hay.

- ¿Podría decirse que en los cuentos aparecen en escena esas preguntas?

- Sí, por supuesto. Creo que es imposible que esa mirada no permee de alguna manera lo que pasa en las ficciones. Mientras que no sea una bajada de línea, está bueno que aparezca. No ser inocentes ni ingenuos en el uso del lenguaje. Si me preguntás si existe la literatura machista, creo que existe, pero no es la literatura que es sobre machistas, o sobre abusadores o violadores, para mí la literatura machista es la literatura en que las mujeres no hablan como personas, sino que sencillamente hablan como a los varones les gustaría que hablen. Me parece que la chatura es machista. Tiene que aparecer la perspectiva de género, de clase, étnica en el peso que tienen los personajes, quiénes son los que tienen individualidad y pueden contar historias.

- Prefiero los lugares que no son de nadie, dice uno de tus personajes en relación a los bares. Y en los cuentos, al parecer, te apropias de esos lugares.

- Cuando escribí esa frase pensaba en algo que había dicho María Moreno en Black out, que el bar es lo contrario a la familia y por eso le gusta. Esa idea es perfecta. Es lo que más extraño en este momento. Mis personajes circulan mucho por la ciudad, andan en tren, caminan, se piden un taxi. Me gusta ver las distintas formas de habitar la ciudad. Puede ser apropiación, pero tiene que ver con que me gustan esos espacios donde parece que todo puede pasar, donde la vida es mucho más grande que una misma. En el mismo barrio, en la misma cuadra se pueden contar historias de personas que tienen universos que nunca se van a tocar. Eso es lo que hace la ciudad, la gran protagonista de la literatura del siglo XX.

© LA GACETA

Perfil

Tamara Tenembaum nació en Buenos Aires, en 1989. Es periodista y escritora. Tiene una licenciatura en Filosofía de la UBA y es docente en la Universidad de las Artes. Colabora en La Nación, Infobae y Anfibia, entre otros medios. Es autora de Reconocimiento de terreno, El fin del amor y Nadie vive tan cerca de nadie.

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