Historias detrás de la Historia: Scarone terminó siendo el artista de la muerte

Historias detrás de la Historia: Scarone terminó siendo el artista de la muerte

El crimen de "Doña Rosa" (cuarta parte).

EN EL JUICIO. Scarone y sus discípulos Ledesma y Sosa fueron acusados de cometer tres homicidios en menos de cinco meses. EN EL JUICIO. Scarone y sus discípulos Ledesma y Sosa fueron acusados de cometer tres homicidios en menos de cinco meses.

“Arte y pecado en la visión de Scarone”, tituló LA GACETA en su edición del 31 de mayo de 1991. El periodista eligió esas palabras para encabezar una corta entrevista que hizo en el pasillo de tribunales de barrio Sur. “Me están destruyendo, sistemáticamente, no dejan lugar para la duda”, señaló Juan César del Valle Scarone, en esos días acusado de ser el autor intelectual de los crímenes de Rubén Rivero, Ramón Okón y Rosa del Carmen Díaz de Alvarado. Una obra criminal que había conmocionado a los tucumanos. El devenido artista plástico se consideraba en el reportaje como una víctima de una “impiadosa conjura”.

“Sentado en una banqueta de la guardia del palacio, con los ojos perdidos y demostrando cansancio expresó: ‘no se puede hablar de un pintor fracasado; no hay pintores fracasados mientras pinten. El resultado, es otra cosa; puede gustar o no, pero mientras pinte no puede llamársele fracasado jamás’. Con esa frase, Scarone pone de manifiesto que su mayor dolor fue que se tocara su veta artística. No está dispuesto a dejar que se enjuicie su esencia de pintor, más allá del resultado de sus trazos”, publicó nuestro diario.

UNA DE SUS OBRAS. El mural que pintó el condenado Scarone en un bar de Alderetes. UNA DE SUS OBRAS. El mural que pintó el condenado Scarone en un bar de Alderetes.

A Scarone, por momentos, según las personas que lo conocieron, no era fácil hacerlo callar. Sus ínfulas de ser un refinado caballero le jugaban en contra. “‘Tienen que entender. El hombre cae y peca para recrear. Nadie es totalmente bueno ni totalmente malo. A partir del pecado se recrea y no puede destruirse a una persona porque haya pecado’”, aseveró, como aceptando su error. Al preguntársele por qué entonces, para pecar destruyó a otras personas, el artista hizo un denso silencio y luego continuó: ‘el arte es como el hombre: hoy huele a azucenas y mañana a barro podrido’. En ese momento, la mano de un policía lo llevó del brazo y lo invitó a abandonar el palacio rumbo a su lugar de detención. Los fogonazos del flash lo molestaron y le dijo al fotógrafo: ‘¿para qué me sacan más fotos? Ya tienen demasiadas’, perdiéndose luego en un auto de la fuerza”, decía la crónica.

La vida

Scarone, también conocido como “Pocho” o “El Jetón”, nació el 11 de septiembre de 1940 en Santiago del Estero. Osvaldo Nieva, periodista de LA GACETA que participó en la investigación del caso, contó que la familia se instaló en Termas de Río Hondo en 1962. Su madre, Marina Tévez, abandonó a Juan Agustín Scarone y se fue a vivir a Córdoba.

El padre de Scarone le alquiló el hotel “El Oasis” a una tucumana y lo administró durante los años 70. El pintor no pasó por desapercibido en esa ciudad. Fue el organizador de dos encuentros que quedaron grabados a fuego en Río Hondo: los “Carnavales Mágicos” y los “Festivales Sol de Oro”. A partir de ahí, su nombre comenzó a tener renombre. A todo el mundo le decía que había viajado a Europa, donde había vivido durante mucho tiempo codeándose con la alta sociedad por los trabajos que realizaba. Pero nunca se llegaron a probar sus dichos.

EN EL JUICIO. Scarone y sus discípulos Ledesma y Sosa fueron acusados de cometer tres homicidios en menos de cinco meses. EN EL JUICIO. Scarone y sus discípulos Ledesma y Sosa fueron acusados de cometer tres homicidios en menos de cinco meses.

Sí se supo que cuando su padre decidió cerrar el hotel, se instaló en el barrio San Antonio del Bajo de Banda del Río Salí, junto a su pareja, Amanda Alvarado, hija de doña Rosa. Su mujer siempre fue misteriosa. No hablaba mucho, sino lo justo y necesario. Ella sabía que Scarone era bisexual y también consentía que sus amantes vivieran en la casa de su madre. Lejos de los nobles europeos, a Scarone no le quedó otra que salir a buscar trabajo. El dinero se lo ganaba no vendiendo cuadros, sino pintando murales en distintos comercios. Pese a que él se consideraba un artista con todas las letras, durante mucho tiempo se ganó la vida como un simple y para nada extraordinario letrista.

EN SU LECHO DE ENFERMO. El acusado se tapó cuando LA GACETA lo descubrió en el hospital Padilla. EN SU LECHO DE ENFERMO. El acusado se tapó cuando LA GACETA lo descubrió en el hospital Padilla.

El reconocido cerebro del “Trío de la muerte” no podía estar solo. Siempre prefirió la compañía de jóvenes a los que llamaba discípulos y a los que les pedía que lo llamasen maestro. Por la casa de doña Rosa pasaron varios, pero los dos últimos que cumplieron con esta tarea fueron Miguel Horacio Ledesma y Ricardo Héctor Acosta, los que terminaron ejecutando su brutal plan homicida. Los dos jóvenes, reclutados en la zona de El Bajo, también eran sus amantes, no clandestinos, porque su familia sabía lo que ocurría puertas adentro. “Siempre pasaban cosas extrañas en mi casa. Por eso, cuando pude, me casé y me fui. Lo mismo pasó con mi hermana Silvina, que vive en Europa”, relató Pamela Scarone, una de sus hijas.

A meses de que se cumplan 30 años del primer homicidio que cometieron, se les preguntó a varios de los que investigaron que definieran al pintor. “Un psicópata”, respondió el periodista Nieva. “Un hombre muy inteligente que podía lavarle la cabeza a cualquiera y por eso logró que sus acompañantes cometieron esos crímenes”, explicó el ex comisario César Mario Jiménez. “Un hombre culto, frío y calculador que con sus palabras no sólo envolvía a cualquiera, sino que además desafiaba”, señaló Antonio Martín Miranda, que dirigió al equipo de la Brigada Este que esclareció el caso, dejando con las manos vacías a Mario Oscar “Malevo” Ferreyra, que pretendió quedarse con toda la gloria.

Miranda relató un detalle poco conocido sobre Scarone. “En una de las tantas entrevistas que tuve con él, le pedí que me mostrara su obra. Ahí me di cuenta de que tenía una especie de sello. En cada pintura aparecía un gato. Pero con el correr del tiempo el animal se iba deformando. Primero era normal, después los hacía con el pelo erizado, luego con los ojos deformados, y por último eran felinos endiablados”, contó. “Un día, le pedí que me prestara un par de fotos y me las entregó. Se las llevé a una pariente que era psicóloga para que las viera. Ella me dijo que esa era una clara prueba de cómo cambió peligrosamente su personalidad a lo largo de los años”, agregó.

El anillo de la polémica

“¿Sabés quién es el obispo Benito Lué y Riega?”, preguntó con alma docente Nieva. “Fue el único que se opuso a romper relaciones con la corona española en medio de la Revolución de Mayo. Bueno, su anillo episcopal terminó en la casa de Scarone”, relató. Esa fue una de las aristas más polémicas del trabajo que realizó. Dejó al descubierto que el artista tuvo vínculos con varios sacerdotes.

Según la investigación de Nieva, se trataba de una antiquísima joya realizada antes de 1810. Llegó a Tucumán cuando monseñor Horacio Bozzoli se hizo cargo de la Arquidiócesis de Tucumán. Se la guardaba bajo cuatro llaves, pero fue hurtada en un caso que también se mantuvo en secreto durante mucho tiempo. El sospechoso de haber cometido el hurto fue Adolfo Américo Suárez, un albañil que trabajaba normalmente tareas de mantenimiento en el arzobispado. Suárez no era un extraño en ese ambiente. El sacerdote Liborio Randisi lo rescató de la calle y lo mantuvo bajo su protección durante décadas.

“Amanda Scarone me contó que en su casa, alrededor de 1984, su esposo había cortado la montura del anillo en varios pedazos y fundió el oro. La gema que tenía, que era una amatista habitual en los anillos episcopales, terminó siendo un juguete de Pamela y Silvina, las hijas de la pareja. Lo tenían guardado en un costurero y con ella jugaban”, comentó el periodista.

Suárez no era un desconocido para la familia del artista. Algunas versiones indican que era un asiduo visitante; otras, que el albañil vivió un tiempo en la casa del barrio de San Antonio del Bajo. Era, en un primer momento, amante de Scarone. Su esposa también, según Nieva, habría mantenido una relación sentimental con él. La única certeza es que el supuesto ladrón desapareció misteriosamente, como había sucedido con Rivero, la primera víctima del “Trío de la muerte”.

Los policías que investigaron el caso reconocieron el robo y que el artista estuvo vinculado. “Pero por órdenes de arriba no avanzamos más. No sólo por el hurto de la joya, sino por la desaparición de Suárez, que siempre fue un gran misterio y no se resolvió”, confirmó Miranda.

Antes de ser detenido, Scarone ya había esbozado lo que sería un mural en una iglesia de Alderetes, cuyo sacerdote fue trasladado misteriosamente tiempo después. La razón habrían sido las denuncias que habrían realizado en su contra varias feligreses por corrupción de menores. La obra la terminó plasmando años después en la capilla del penal de Villa Urquiza.

El final

Scarone era un hombre frágil de salud. Casi no veía, tenía problemas respiratorios y un avanzado cuadro de diabetes. Su estadía en el penal de Villa Urquiza empeoró su estado de salud. Los reos que compartieron días de encierro lo recuerdan como un hombre amable y contador de grandes historias que los entretenían en los momentos más duros.

Ledesma y Sosa, sus discípulos, lo cuidaron durante todo el tiempo que estuvo con ellos. En 1994 sufrió la primera descompensación importante que obligó a que lo internaran durante varios días en el hospital Padilla. De esa grave situación logró zafar, pero no de otra. Falleció el 26 de abril de 1998 en una sala común de ese centro asistencial. Expiró días antes de que se cumplieran siete años de la muerte de doña Rosa, la mujer que en un primer momento dijo “seguir amando” y que después señaló que ordenó que la enterraran boca abajo porque “era una bruja mala”. Se fue de este mundo aferrando la mano de Pamela, su hija predilecta.

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