Nada más justo que Liverpool campeón

Nada más justo que Liverpool campeón

La coronación de Liverpool como campeón de la Premier League después de 30 años es acaso el primer acto de justicia que nos ha ofrecido la vuelta del fútbol. Y no sólo por Liverpool, sino también por el alemán Jürgen Klopp, su técnico. Los “Reds” se coronaron sacándole casi 20 puntos de ventaja al Manchester City de Pep Guardiola. Y lo hicieron presionando y atacando.

El duelo más intenso que había tenido Guardiola desde su irrupción como DT había sido con José Mourinho. Tiempos de Barcelona vs. Real Madrid. Pero aquel fue un duelo salpicado por la rivalidad histórica, social y política entre ambos equipos. Y, además, porque eran tiempos del Mourinho más provocativo, que a veces sacaba también de quicio al propio Guardiola. Y, peor aún, porque si bien atraía el duelo de estilos opuestos, Mourinho corría con la ventaja de jugar apostando casi siempre a esperar el error rival. Su Real Madrid, pese a que tenía grandes estrellas, prefería cederle campo y pelota a Barcelona, aunque no del modo tan grosero como lo había hecho el DT portugués cuando dirigía a Inter y venció a Barca en una semifinal de Champions. Klopp, en cambio, le ganó a Guardiola recordando siempre que el fútbol se juega con dos arcos. Que no basta proteger bien al propio. Sino que también hay que buscar el arco rival. Asumir riesgos.

El alemán, una de las personalidades más atractivas del fútbol moderno, tuvo que responder en estas horas que no busca una estatua. Se lo preguntaron porque ya son muchos los que equiparan su paso por Liverpool con el del escocés Bill Shankly, acaso el entrenador más influyente en la historia del club. Es el DT que, cada tanto, subía a The Kop, tribuna sagrada de Anfield, para sentir “cómo es estar en el cielo”. Y que cuando un jugador le decía que sentía molestias en su rodilla, él le respondía que esa rodilla no era suya, sino que le pertenecía a Liverpool. O que se peleaba con un policía que le quitaba a un hincha la bufanda con los colores del club (“esa es nuestra fuerza para vivir”).

Shankly fue un mítico entrenador que privilegiaba el pase en lugar del pelotazo, que tiene una agrupación de hinchas que lo recuerda (“Spirit of Shankly”) y una estatua en la puerta del estadio cuya placa lo dice todo: “Hizo feliz a la gente”. Como lo hace ahora el propioKlopp. El primer título luego de 30 años de espera, es una de las tantas pruebas de esa felicidad.

Siempre reaccionarios

Liverpool actualmente (el basquetbolista LeBron James es accionista) es propiedad de magnates estadounidenses, nada extraño en el hipercomercializado fútbol inglés. Pero es también uno de los clubes que mayor vínculo mantienen con su comunidad. Imposible olvidar la campaña de sus hinchas cuando exigían a los patrones estadounidenses que reservaran boletos accesibles. Una vez dejaron semivacío el estadio y abandonaron un partido a los 77 minutos, porque ese era el nuevo precio elevado del boleto. La pancarta de protesta decía todo: “Cerdos, compartan la riqueza”. Se trata de hinchas que, en los años ’80 habían sido estigmatizados porque sus hooligans solían ser protagonistas de incidentes violentos.

El desastre de Heysel, hinchas de Juventus que murieron aplastados en final europea de 1985, fue una herida y una marca profunda. Y por eso fue fácil volver a responsabilizar a los hooligans de Liverpool cuando sucedió el desastre siguiente de Hillsborough, donde fueron sus hinchas los muertos, pero por violencia propia, según una apresurada filtración policial dócilmente aceptada por una prensa que olvidó su misión de investigar y eligió reproducir partes oficiales. Por eso, en Liverpool sigue siendo palabra maldita el diario The Sun, que había inventado que hinchas de Liverpool orinaban sobre cadáveres y les quitaban dinero a los muertos. Por eso durante años cantaron contra la fallecida ex premier Margaret Thatcher, que los demonizó. Y por eso muchos de ellos siguen aún hoy furiosos contra otro semanario, The Spectator, que se sumó a esa campaña. Y especialmente contra el autor del artículo mentiroso, que fue escrito nada menos que por Boris Johnson, ex periodista, actual Primer Ministro del Reino Unido.

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