La “microfonización” de la política

La “microfonización” de la política

La “microfonización” de la política

Abril se fue y en su partida ratificó que en el país se ha profundizado por estos días un fenómeno que, barbarismo mediante, podría denominarse la “microfonización” de la política. Tucumán, claro, ha sido el gran parlante, tanto en términos nacionales como domésticos.

No deja de ser llamativo que en la semana que culmina en el Día del Trabajador, las mayores notoriedades del poder hayan tenido que ver no con aquello que los políticos hacen, sino con aquello que dicen. Probablemente esto se deba que la cuarentena (a la cual la Casa Rosada le pone plazo sólo para prorrogarla) impone una monotonía que conspira contra las acciones. Pero en el “decir” de la política de estas horas hay una particularidad: los “decidores” no esperaba que sus palabras trascendiera más allá de las cuatro paredes en que se hallaban.

El más estruendoso de los “dimes” fue el bochornoso insulto con el cual el ministro de Relaciones Exteriores, Felipe Sola, injurió a la senadora tucumana Silvia Elías de Pérez, cuando creía que el micrófono estaba cerrado; o cuando creía que, en voz baja, la grosería sería inaudible. Ya el epíteto del funcionario es en sí mismo demasiado vergonzante para su propio Gobierno. Es decir, si la máxima expresión de la diplomacia que ha conseguido el “fernandismo” entre sus filas es un vituperador que en una discusión trata de “pelotuda” a la representante de una provincia, el oficialismo entonces anda corto de idoneidades.

Pero fue la respuesta de la parlamentaria nacional lo que hizo de la imprecación de Solá un verdadero revés político. Durante la noche del miércoles, en el programa Panorama Tucumano, Elías de Pérez no exageró ni minimizó el exabrupto; y aceptó las disculpas del imprecador sin victimizarse, pero le manifestó que no se procede de esa manera en la democracia. Y, finalmente, dio la estocada cuando le recordaron que la presidenta del Senado, Cristina Fernández de Kirchner, también la había destratado. “Es que tienen un sesgo autoritario”, dijo la radical. Ese sí es un sambenito. ¿La vicepresidenta calificará de “machirulo” al inquilino del Palacio San Martín? ¿La Secretaría de Derechos Humanos considerará este acto de denigrar a una mujer, descalificándola intelectualmente, como un acto de violencia de género? ¿El Inadi, siquiera, abrirá un expediente? “Oscar Wilde escribe que el hombre, en cada instante de su vida, es todo lo que ha sido y todo lo que será”, maldijo Jorge Luis Borges.

El capítulo local de la “microfonización” de la política tuvo como protagonista al presidente del bloque Justicialista de Todos, Roque Tobías Álvarez. El miércoles, en un encuentro con agrupaciones de mujeres coordinado por la legisladora Sandra Tirado, cuestionó la demora del gobernador, Juan Manzur, en publicar la prórroga de la Ley de Emergencia en Violencia contra la Mujer, sancionada en noviembre de 2018 y promulgada finalmente hace 48 horas.

El líder de la bancada no sabía que lo estaban grabando y, en todo caso, el problema para él no radica en “qué” dijo sino en “cuándo”: en el peor momento de la relación entre el mandatario y el vicegobernador, Osvaldo Jaldo. No deja de ser curioso que, en la semana que culmina en el Día de la Constitución, las cabezas de los dos poderes políticos estén  enfrentadas en torno de una sorda pelea: la reforma de la Carta Magna, que uno quiere para habilitar más reelecciones consecutivas, y que el otro resiste para ser el candidato a gobernador “natural” del oficialismo.

El jefe del Estado tucumano nada dijo respecto de los “diretes” de Álvarez, quien fuera la “espada” parlamentaria más filosa de Manzur durante sus años como vicegobernador, ya fuese en ejercicio o licenciado para ejercer como ministro de Salud de la Nación. Y cuando el gobernador calla, sostienen quienes lo conocen, eso significa que está tomando nota para no olvidar. Las “palomas” de Casa de Gobierno le restan importancia al incidente y sostienen que, dado el contexto femenino, es comprensible que el parlamentario ensayara un intento de crítica para salir del paso. Los “halcones”, en cambio, reclaman un desagravio mayúsculo. “¿Cuánto tiempo más puede un legislador que habla mal del gobernador y presidente del PJ seguir presidiendo el bloque del peronismo?”, pregunta, a quemarropa, una de las aves de presa del palacio. El disparo verbal contra Álvarez, en realidad, le apunta al presidente de la Legislatura. ¿Para Jaldo sí es válido tener a un crítico de Manzur al frente de la bancada?

No menos cierto es que el vicegobernador viene blindando el Poder Legislativo, como reducto al que quiere inexpugnable. Y después de los cuestionamientos que recibió la sesión en que los legisladores usaron máscaras sanitarias donadas por una ONG a un centro privado, hasta podría alegar a favor de que los dirigentes sean criticados. Pero lo revelador de este episodio es que la lógica que se instala con más fuerza entre la Casa de Gobierno y la Legislatura es claramente la de “amigo / enemigo”. Si Jaldo ha esgrimido que las críticas de la prensa contra la Legislatura fueron una operación, los “halcones” del Gobierno sostendrán exactamente lo mismo respecto de los legisladores del propio peronismo que cuestionan al Poder Ejecutivo. La dialéctica del oficialismo se esquematiza en la bipolaridad “con Manzur o con Jaldo”.

La “microfonización” de la política durante abril se completa con un episodio que, al revés de los anteriores, está rodeado del más hermético de los silencios: el encuentro que mantuvieron el gobernador y el intendente de la capital, Germán Alfaro, el pasado jueves 23. Esa reunión cayó como una bomba de racimo en los poderes políticos provinciales y en la Municipalidad. En primer lugar porque los dos dirigentes, que ni siquiera compartían el clásico chocolate caliente de los 9 de julio, se reunían por segunda vez en 20 días, a solas, en Casa de Gobierno. Para mayores explosiones, sólo ellos conocen el contenido real del diálogo. Y sus alcances.

La falta de un micrófono indiscreto intriga a algunos actores políticos y, directamente, pone a otros al borde de la locura. Toda clase de elucubraciones, exasperaciones y cacareos se oyen en torno de esa reunión hermética. Que si recién se están conociendo; que si acordaron todo; que si sólo hablaron de cuarentena y la crisis; que si se abocaron a los escenarios político-electorales de 2021 y 2023... Toda clase de tramas se urden en torno de esa charla, porque lo cierto también es que para eso se hacen “cumbres” que flotan sobre el silencio. Salvando las vastas distancias, pocos episodios políticos del siglo XIX son más novelescos que el encuentro a solas entre el zar Alejandro y Napoleón en una balsa sobre el río Niemen, en 1807. Luego, los acontecimientos revelarían de qué hablaron. Y aunque el entendimiento entre Francia y Rusia fue frágil y breve, no menos cierto es que de esa conversación surgió la Paz de Tilsit.

Aquí, obviamente, no hay Romanovs ni Bonapartes. Y la política es el arte de las construcciones precarias y momentáneas: en ese territorio, “nunca” y “siempre” están desterrados. Pero las paredes, que todo lo oyen, pretenden que en la “cumbre” capitalina alguien dijo “nos ayudemos” y otro respondió “sobrevivamos”. Luego, la Provincia destrabó recursos para la Municipalidad. Claro que el entendimiento puede ser breve, como en la Europa decimonónica. No menos cierto es que las partes locales en diálogo no están en guerra.

El lunes habrá otro encuentro. No será en una balsa, pero Manzur y Alfaro volverán a verse. Esta vez, a un lado de las aguas de la pileta del complejo Ledesma.

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