"Trato de no perder la sonrisa": la carta de una modelo tucumana varada en Brasil

"Trato de no perder la sonrisa": la carta de una modelo tucumana varada en Brasil

La joven de 24 años había viajado por trabajo en diciembre pasado. Cuenta en primera persona cómo es el regreso a su casa.

Giuliana había viajado por trabajo y terminó viviendo una pesadilla en Brasil. Giuliana había viajado por trabajo y terminó viviendo una pesadilla en Brasil.
28 Abril 2020

"Lo primero que quiero aclarar es que no estoy pidiendo nada, sólo quiero contar la experiencia que estoy viviendo durante esta pandemia lejos de mi casa", aclara antes de comenzar su relato Giuliana Giuliante, una joven de 24 años que viajó a Brasil por trabajo y quedó varada por las medidas de seguridad que se tomaron para evitar la propagación del virus.

La joven relató en primera persona, a través de una carta que le acercó a LA GACETA, los días de desesperación que atravesó en el vecino país, donde cuenta las horas para regresar a nuestra provincia. 

La carta

Mi nombre es Giuliana Giuliante, vine a Brasil por trabajo para ser más especifica a Florianópolis, Canasvieiras, donde viajo todos los años porque estoy enamorada de este lugar .

Llegué a Brasil el día 27 de diciembre y el 10 de marzo con nuestros ahorros de la temporada tomamos la decisión con una amiga de Corrientes y un amigo de Buenos Aires de irnos a trabajar a Morro de São Paulo, una isla ubicada en Salvador Bahía.

Para llegar hasta esa isla tuvimos que tomar un colectivo, dos aviones, un barco, y una lancha. Llegamos allá, conseguimos trabajo, estuvimos una semana re bien hasta que comenzó la cuarentena. Los locales cerraron, los turistas se fueron, el puerto cerró, no salía ni entraba nadie. Era una isla desierta, parecía una película de terror. Nos quedamos literalmente atrapadas en ese hermoso lugar.

Giuliana, junto a su amiga, disfrutando de las playas antes de que comenzara la pandemia. Giuliana, junto a su amiga, disfrutando de las playas antes de que comenzara la pandemia.

Estábamos dentro de todo a salvo porque al estar cerrado todo no había riesgo de contagio. Pero quedarse era muy caro, el valor de las cosas es tres veces más caro que en cualquier parte de Brasil, sumado a la incertidumbre de no saber cuánto tiempo iba a tardar la cuarentena. Es por eso que tomamos la decisión de intentar salir.

Hicimos un grupo de WhatsApp con el consulado argentino de Salvador de Bahía. Éramos más de 150 argentinos varados en la isla intentando regresar a nuestro país . Lograron mandarnos una lancha con el cupo de solamente 15 personas, entre las que estábamos con mi amiga. Luego de esperar casi un mes tuvimos respuestas.

La lancha salió el 6 de abril a la mañana. Fue por mar abierto. Las olas estaban súper altas por una tormenta que hubo la noche anterior. Fue un miedo terrible el que vivimos. Llegamos a Salvador luego de dos horas de viaje, todas empapadas. En el puerto nos esperó un señor del consulado, que nos dio dinero para pagar el Uber hasta el aeropuerto. En el camino intentamos comprar barbijo y guantes, pero no conseguimos en ninguna de las cuatro farmacias que encontramos.

Llegamos a la terminal aérea, compramos un vuelo para la mañana siguiente con destino a Florianópolis con escala en São Paulo de una hora y media. Esa noche dormimos en el aeropuerto de Salvador, en el suelo con todos nuestros bolsos, no había dónde comprar comida, ni agua. Nadie nos brindó ni agua caliente para el mate. La atención en ese lugar fue de terror. Una vergüenza.

La mañana siguiente el vuelo que teníamos a las 10.30 con la empresa Azul se retrasó y perdimos la combinación. Terminamos viajando a las 16.30 y pasamos otra noche más durmiendo en el aeropuerto de São Paulo que es una de las ciudades con más infectados en Brasil. Fue toda una odisea poder llegar a destino.

La odisea que pasaron la promotra y sus amigos en uno de los aeropuertos brasileños. La odisea que pasaron la promotra y sus amigos en uno de los aeropuertos brasileños.

Cuando logramos aterrizar en Florianópolis nos hicieron firmar un papel en el aeropuerto diciéndonos que teníamos que hacer siete días de cuarentena para poder seguir con nuestro regreso a Argentina. Así que volvimos a Canasvieiras, donde habíamos venido desde un principio y nos quedamos aquí cumpliendo el aislamiento. Estamos en la dulce espera de un micro con vuelta a nuestras provincias. Aún no tuvimos respuestas para poder volver.

En todo este tiempo nos quedamos sin dinero y nuestras familias están sustentándonos. Es muy caro por el hecho de que se cobra el Impuesto País, sumado a eso el recargo que te implica el medio por el cual mandan el dinero. Gracias a Dios la gente de este lugar es muy buena y hasta ahora comida no nos faltó nunca. A veces en los supermercados brindan una cantidad de alimentos para las personas que están en nuestra misma situación.

Actualmente estamos hospedándonos de forma gratuita en la posada de un amigo argentino, esperando poder volver a casa de forma segura. El viaje consiste en compartir autos por un valor sumamente caro, con personas desconocidas, para llegar hasta la frontera, que está abierta hasta cierto horario. Encima sólo te permiten solamente cruzar caminando hasta el lado argentino y de ahí esperar un micro hasta nuestras respectivas provincias, corriendo alto riesgo de contagio, pasando por situaciones inhumanas porque ni siquiera te dan agua.  

Giuliante, cumpliendo con las medidas de seguridad del aeropuerto de San Pablo. Giuliante, cumpliendo con las medidas de seguridad del aeropuerto de San Pablo.

Aclaro que nosotras no estamos pidiendo nada gratuito, solamente estamos contando nuestra experiencia en esta época de pandemia.

La verdad que la experiencia fue horrible, pero tratamos de estar siempre con una sonrisa en el rostro, siendo felices a pesar del mal rato.

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