El consenso de lo vital
CUARENTENA EN TUCUMÁN. FOTO DIEGO ARÁOZ CUARENTENA EN TUCUMÁN. FOTO DIEGO ARÁOZ
12 Abril 2020

Por Gustavo Guersman - Músico.-

En lo personal es desde ya una situación nunca antes vivida, por lo que aún hoy después de tres semanas trato de vivir el día a día. Creo que para los que tenemos la suerte de estar acostumbrados a “ viajes interiores”, como puede ser la cotidianidad del estudio introspectivo de una partitura, o la lectura de un libro, o cualquier actividad de esta naturaleza, no nos resulta tan difícil. En estos días he vuelto a estudiar el violín, sigo estudiando las partituras de director, sinfonías que iba a dirigir este año (Shostakovich, Beethoven, Mahler, etc).

Todo esto no me resulta tan duro como la idea abismática que me produce el hecho de que de mis tres hijos, dos viven en Europa, y saber que frente a una emergencia no podamos reencontrarnos... Por eso cada día me aferro a las únicas certezas que me dan tranquilidad: saber que mis afectos, mi familia, están bien, y lo que me devuelve la música cuando la estudio.

La sociedad se comporta como puede frente a este mundo distópico que no creía que iba a vivir, por lo tanto se ven infinidad de buenas acciones y también el miedo que conduce a veces a lo peor del ser humano.

¿Que vendrá después? Es algo que nos preguntamos todo el tiempo con mi mujer (Nilda Chiarello). Quizás se aprendan algunas lecciones, más allá del rótulo, más allá de la ideología. Algunas verdades que ahora se erigen como imprescindibles para repensar el mundo: la necesidad de contar con un sistema de salud que proteja a los ciudadanos por igual, con una educación al alcance de todos y con un sistema de justicia que simplemente se imparta.

La posibilidad que nos arroja este ovillo de ARN (el virus) al mundo sería entonces la urgencia de coincidir en la necesidad imperiosa y absoluta de que, en la profusión de diversidades, deba emerger un consenso de lo vital.

Lo vital es la salud, lo vital es la educación, lo vital es la justicia.

Quizás valga la pena repensar el orden de las cosas a partir de ahora, tendiente a que esta identidad pueda manifestarse en la vida cotidiana cuando vuelva la normalidad, cuando volvamos a ser sustancialmente diferentes.

Poder trasladar esa sensación de pertenecer a una nave global, enorme, pero única en el universo infinito, a la vida sin pandemia. Eso me gustaría que suceda, pero también es un interrogante, ya que si bien la humanidad en muchos sentidos ha avanzado, en otros sigue siendo presa de su propia condición.

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