Cartas de lectores

Carlos Páez de la Torre (h)

Las notas y cartas de lectores evidencian el afecto y reconocimiento de la sociedad tucumana a Carlos Páez de la Torre (h), tucumano de pura cepa, “nacido accidentalmente en Buenos Aires”, como decía. Destaco de Páez de la Torre (h) su laboriosidad, su compromiso con el periodismo y con la historia. Gracias a él, sin dejar de reconocer a otros autores contemporáneos, conocemos tanto la historia de Tucumán como de personalidades de todo el país. En sus memorables notas, un ejemplo de educación popular; como también en las biografías de tucumanos y argentinos, cuyas vidas retrató, evitando que quedaran en el olvido. Entre otros, Juan Heller, Paul Groussac, Lucas Córdoba, Alfredo Guzmán, Juan Terán, Nicolás Avellaneda y Lola Mora. Lugar aparte merece el testimonio a su abuelo, Dr. Alberto de Soldati, una biografía del nieto que admira a su ascendiente, sin perder por ello una visión objetiva del hombre. Páez de la Torre (h) íntimo, cercano, era un hombre afecto al diálogo, culto, divertido, nunca pomposo, ocurrente; toda su persona dialogaba, no sólo se expresaba por sus palabras (su mirada vivaz y sus gestos, refrendaban sus vivencias). Se destacaba su urbanidad, saber escuchar lo que dice el otro. Su familia, su esposa, hijas, nietos y bisnietos tuvieron un lugar importante en su vida, aportando el aliciente y tranquilidad necesarios, que le permitieran desarrollar su obra. Su esposa, Flavia, quien lo acompañó, tanto en sus presentaciones públicas como en la vida familiar, reafirma el refrán: “detrás de un gran hombre hay una gran mujer”. Lo extrañaremos y recojo el guante de un lector: por su trabajo, su vida entre los tucumanos, su servicio, al punto de no tener feriados en su labor, importa un deber de gratitud que la Municipalidad de San Miguel de Tucumán coloque su nombre a una arteria de su querida ciudad y propongo sea una que se vincule a la avenida Soldati.

Roberto Sobre Casas
Catamarca 1.600
Yerba Buena

Autorregularnos

La autodisciplina es la capacidad para fijar una meta realista o formular un plan y saber cumplir. Es la capacidad para resistir la tentación de hacer cosas que lastimen a otras personas o a nosotros mismos. Requiere saber cumplir con las promesas y los compromisos que hemos hecho. Ante esta pandemia que hoy nos toca vivir y transitar me parece imprescindible trabajar y desarrollar la autodisciplina en los niños y jóvenes y ¿por qué no en los adultos? Este gran valor requiere persistencia y poder cumplir con compromisos a largo plazo, demorando el placer o recompensa inmediata con el fin de alcanzar una satisfacción más duradera. También incluye saber manejar emociones como el coraje y desarrollar la capacidad para ser pacientes, sobre todo en este momento en donde el mundo necesita mayor templanza y tolerancia. Lo que podemos hacer en estos días: hablar con nuestros hijos, ayudarlos a dividir deberes o tareas grandes en trozos más pequeños que puedan cumplir uno por uno. Ayudar a nuestros hijos a fortalecer su sentido de capacidad. Esto fomenta su autoconfianza y fortalecerá su esfuerzo la próxima vez.

María Eugenia Ortiz
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Cuidado con la lengua

Es muchas veces peligroso el astuto e irresponsable uso de la lengua, en oportunidades lanzaron a sociedades a divisiones, a luchas fratricidas y a países a guerras; a unos seres humanos contra otros, con gran sufrimiento para muchos o para todos; siempre el mundo está amenazado por el descontrol de las lenguas de gobernantes que sembraron y siembran divisiones en el pueblo (“grietas”). El lenguaje es uno de los mayores dones que posee el hombre, pero el más arriesgado; lo que decimos puede ser tierno o cruel, amable o apático, difusor de la verdad o sembrar la confusión y la incertidumbre; muchos gobernantes conocen tales recursos y los manejan hábilmente, llegando a dominar fácilmente a personas y pueblos con ese poder seductor de la lengua. Ortega y Gasset advertía: “Cuidado con los términos, que son los déspotas más duros que la humanidad padece”. Por otra parte, alguien dijo: “las palabras son, a menudo en la historia, más poderosas que las cosas y los hechos”. Una manera encubierta de vencer sin convencer es repetir una y otra vez, a través de los medios de comunicación, ideas cargadas de intenciones. Con todo respeto, esta vez lamento no concordar con los dichos del Presidente al llamar imbéciles a los empresarios (“La suave respuesta aparta el furor, mas la palabra hiriente hace subir la ira”. Proverbios 15/1 ). Hagamos un autocrítico gesto de grandeza desde las diferencias, abriendo nuevos rumbos, corrigiendo el pasado, sembrando el horizonte de caminos alternativos que nos lleven al lugar por todos deseado; seguro que con ese ejemplo las próximas generaciones podrán cumplir ese sueño glorioso de nuestra nación. El diálogo es la mejor forma de entendimiento entre las personas. Practicando esta forma de comunicación, las represiones, los insultos, las discordancias, las confrontaciones y las luchas internas irán cediendo y lograremos un país mucho más estable, el que queremos sin duda todos los argentinos. No basta vivir en un régimen democrático para ser libres de verdad; hay que conquistar la libertad día a día frente a quienes intentan arteramente dominarnos con los recursos de esa forma de ilusionismo mental. Existen muchos factores por los cuales las palabras que usamos al hablar asumen gran importancia; estas pueden construir o destruir. Por ello precisamente, sobre todo por los momentos críticos que hoy nos toca vivir, necesitamos mas empatía y solidaridad, menos odio y separación. Los gobernantes, funcionarios, el político, el dirigente que fomentan las históricas divisiones que nos separaron y nos separan generando violencia (de la cual ya tenemos bastante experiencia), no habla a nuestra inteligencia, no respeta nuestra libertad, usa sus palabras incrementando el desconcierto espiritual del pueblo.

Pablo José Giunta
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Cuarentena

La decisión presidencial de prolongar el aislamiento social, como única manera de detener esta pandemia, nos plantea la cruda opción de elegir entre el colapso sanitario y el económico. Viendo los mortíferos resultados en otros países y conociendo nuestro precario sistema de salud público y privado, sabemos que, si se dispara el virus en el país será sencillamente incontrolable, de eso no hay ninguna duda. Veamos ahora el escenario post-coronavirus con una economía destruida. Solamente con dos semanas de cuarentena tenemos la mayor parte de la actividad privada al borde de la quiebra. Los millones de cuentapropistas que no tenemos la fortuna de pasar por el cajero automático cada mes, estamos viviendo el día a día para sobrevivir a este tsunami. Con la cadena de pagos a punto de cortarse, el Gobierno nacional dará un paliativo de 10.000 pesos a cada grupo familiar para ayudar a la subsistencia diaria (cuando la canasta básica para no caer en la pobreza es de más de 40.000). La prórroga del pago de los servicios básicos coloca a las empresas prestadoras a un paso de interrumpir los mismos, por no contar con los ingresos pertinentes, colocado todo esto en un contexto previo de inflación y depresión económica. Amén de la abultada deuda pública a pagar, el Gobierno se va a ver obligado a emitir descontroladamente moneda, para afrontar esta tormenta perfecta. De ahí a la temida hiperinflación (cuyos efectos muchos ya los conocemos y sufrimos) sólo hay un corto trecho. Dos semanas más de aislamiento, con la mínima actividad necesaria para seguir sobreviviendo y sin producir (como ahora) lo necesario para evitar el colapso económico, provocará en el cortísimo plazo una situación insostenible y seguramente con consecuencias sociales más graves que las que causaría esta pandemia. O sea, el remedio será peor que la enfermedad. Humildemente entendemos que hay un lugar intermedio entre ambos desastres y es el de levantar gradualmente (aún a costa de los víctimas ineludibles), las restricciones impuestas. La historia trae a nuestra mente la actitud británica durante la Segunda Guerra mundial, de tratar de continuar con alguna normalidad su vida, a pesar de los diarios bombardeos alemanes, sobrellevando la desgracia con una actitud desafiante. Pero esta es una decisión política que nuestro Presidente debe tener el coraje de tomar. La historia lo colocó aquí y ahora y de él depende el desarrollo de los acontecimientos futuros. Esperamos su respuesta.

Ricardo A. Rearte
Congreso 395
Monteros

Falta de fe

Siempre hubo infinidad de milagros y curas de enfermedades y plagas, gracias al poder de Dios, por intercesión de Jesús y/o de la Virgen María, aunque seamos ciegos y no lo admitamos. En la década de 1830 existió en París una epidemia de cólera que mató a 20.000 personas. Se originó en la India y desde entonces hubo seis pandemias de cólera en los cinco continentes, que mataron a millones de personas. Luego de las apariciones de la Virgen a Santa Catalina Labouré, la medalla milagrosa se empezó a distribuir en Francia y los milagros de la cura del cólera, por la intercesión de la “Virgen de la Medalla Milagrosa” se multiplicaron. La difusión de la medalla tuvo una progresión geométrica. Dicen que, en 1876, al morir Santa Catalina, se habían difundido más de mil millones de medallas. En una nota reciente, un cartonero (valgan mis felicitaciones y total acuerdo) declaró, antes de los llamados de la Iglesia y sus pastores a orar, que creía en la “protección de Dios” y que el coronavirus era una de las “plagas profetizadas”. El 25/03/20, el obispo de Leiría-Fátima renovó la consagración de Portugal, España y otros 22 países al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María, para pedir por los enfermos y el fin de la pandemia del coronavirus, unidos en la oración del Rosario. Resultan llamativos dos hechos puntuales: 1) Argentina no figura dentro de los 22 países. 2) Ante un total de 200 países -estimado-, sólo 24 (10%) se han consagrado. Dios quiera que esta falta de fe no nos condene y que el mundo reaccione a tiempo y confíe en la protección divina.

Marcos A. Machado
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