Los secretos de las máscaras

Los secretos de las máscaras

¿Qué función cumplían antes? ¿Para qué se usan ahora estos irresistibles accesorios de carnaval? De las venecianas a Donald Trump y Salvador Dalí.

22 Febrero 2020

Las máscaras son uno de los elementos más importantes del carnaval. Pensar en ellas es viajar con la imaginación a Venecia. Allá, por los siglos XVII y XVIII, el desenfreno popular requería el uso de caretas para disfrutar con mayor libertad, sin ataduras morales y sin el temor a ser reconocidos. Así, todos enmascarados, era también la única posibilidad de que fueran considerados iguales.

Es sinónimo de ocultamiento. Es la posibilidad de ponerse en la piel de otro. Es fiesta, diversión y transgresión. La máscara tiene múltiples significados y es desde el arte donde más se han explorado sus secretos, sus verdades y simulaciones. ¿Por qué nos atraen tanto?

María Alejandra Monteros, licenciada en Arte, ensaya algunas respuestas desde su maravilloso taller de “Fabricación de Máscaras”. “Es un escudo que nos permite ser más verdaderos”, sostiene de primera mano.

“Una buena máscara para mí es aquella que le permite a la persona que se la coloca abrirse a la construcción de verdades, transformado o dejando caer las caretas sociales de quienes miran”, añade.

María Alejandra empezó desde muy chica con el armado de las caretas. Recuerda que la primera que hizo fue con el molde de su cara y masilla que usaba su padre, chapista de autos. Ahora fabrica verdaderas obras de arte con cuero, madera, fibra de vidrio, piel sintética o cualquier material que le pidan. Sus trabajos sirven más que nada para obras de teatro.

Algunas caretas respetan la medida del rostro humano. Otras son mucho más grandes. “Una buena máscara pide muy poco y ofrece mucho; brinda protección, extensión del alcance del deseo, transformación , placer por el juego y la libertad creadora”, define.

Para ella, en la era de las redes sociales todo es máscaras. “La ruptura del ámbito privado transformado en público nos obliga a construir nuestras propias máscaras”, explica, mientras se luce con una careta que hizo con retazos de cuero y cocida a mano. Es para la obra “Antígona, la novia de Frankestein”.

Adornos y fiestas

La artesana Yanina Villagra dicta cada febrero un taller de máscaras artísticas en la Casa de la Ciudad. En este espacio se puede aprender a confeccionar desde caretas venecianas y de silicona hasta las básicas de papel maché y yeso.

“Cada uno elige su motivo: están los que hacen las venecianas, de arlequines y hasta del Hombre Araña. Los tucumanos eligen las caretas más que nada para las fiestas o como adorno en las paredes”, comenta.

Alexa Ibáñez, quien diseña comparsas en Aguilares, ha incluido en varias oportunidades este accesorio tan típico de los carnavales. “Una vez hicimos la temática de Venecia; fue un gran desafío desde el punto de vista de la historia y del arte”, explica. La máscara, a su entender, es algo muy simbólico y al mismo tiempo atrapante, por la curiosidad que despierta no saber qué hay detrás del antifaz.

“A los chicos les encanta ponerse en la piel de un superhéroe usando una máscara. Y a los grandes, aunque les cueste admitirlo, les seduce la idea de representar algún personaje polémico en una fiesta de disfraces, algo que se ha vuelto cada vez más común para carnaval”, detalla Marcelo Cisneros, de una casa de cotillón céntrica. Las caretas más pedidas en los últimos tiempos son las del Guasón, de Donald Trump, de Salvador Dalí (que se puso de moda porque es usada por los miembros del equipo de atraco de la serie “La Casa de Papel”), las tradicionales de Jason (“Martes 13”) y de depredador y las que aparecen en el film “La Purga”. “Mucha gente nos pregunta cuándo traeremos la de Pablo Escobar”, apunta.

En el fondo muchos sienten que las máscaras les permiten cumplir el sueño de ser “incorrectos” por un día. Y conservan esa antigua fascinación de una esquiva identidad.

Un poco de historia: las ventajas de ir con el rostro oculto

La máscara tenía un gran significado para los venecianos en los comienzos de los carnavales. Con el rostro cubierto los más pobres podían considerarse iguales a los poderosos, mientras las clases altas se liberaban durante unos días de las ataduras morales propias de la aristocracia. Mientras, los siervos de bajo rango, al mezclarse con gente rica, tenían mayores posibilidades de asegurarse un mejor futuro. Algunas figuras del clero cambiaban su identidad por la de prostitutas, bestias o demonios, según describió el diario español El País en una nota especial sobre el carnaval de Venecia, una fiesta en la que siempre fue una ventaja ir con el rostro oculto.

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