Por Fabio Ladetto
11 Octubre 2019
LADO B. Alejandro Elías interpreta junto a Javier Ale una experiencia corporal dirigida por dos bailarinas. LA GACETA / INÉS QUINTEROS ORIO
Como en la vida, “La habilidad de los viajes” tiene dos lados: el A está ocupado por Antonella Mazziotti y Marcela González Cortés; y el B, por Javier Ale y Alejandro Elías. Las dos parejas de danza contemporánea, del grupo La Rendija, desplegarán una misma historia con distintas formas de presentarla, según las visiones de cada uno, cuando esta noche estrenen esa obra en el teatro municipal Rosita Ávila.
Las dos bailarinas asumen además las direcciones coreográficas y general de esta obra en la que rescatan momentos significativos en la vida de quien danza. “Hay formas particulares de movimiento llenos de contenidos y usados escénicamente, con contenido personal que nos permite recorrer diferentes capas: de lo superficial, cuando el foco de la acción está puesto en el juego físico; a lo profundo, integrado con contenidos psico-afectivos. Las escenas crean paisajes que juegan con el espectador abriendo su mirada”, detalla González Cortés en diálogo con LA GACETA.
Aclara que no hay un planteo cronológico ni biográfico, sino que se toma la esencia de experiencias pasadas, con lo cotidiano y lo sublime del arte, como forma de poetizar la propuesta. Junto con Mazziotti trabajaron lo sensible de sus estados y la evocación de sensaciones de danzas ya interpretadas, al igual que los varones.
- ¿Qué implicó este trabajo, según la visión de cada pareja escénica?
- Posibilitó una duplicación como experiencia de dirección, sobre cuerpos distintos que aportan su bagaje a partir de una misma base dramatúrgica, lo que deviene en resultados son muy diferentes. Cuando se hace una obra, registramos sensaciones fuertes posibles de resucitar, que se esconden profundas y se despiertan para ser tomadas nuevamente al despertarlas, porque la memoria es más del cuerpo que del recuerdo.
- ¿En el proceso abordan también los conflictos que atraviesan la actividad?
- Si, así como el trabajo específico, el compromiso que exige la danza y los desafíos del lenguaje del cuerpo. Estos planteos nos llevan a ver cómo las búsquedas van cambiando en la medida que se avanza indagando más y más, creando momentos de crisis, de inercia que provocan angustia, de saturación… Son momentos inevitables para que se produzcan cambios.
- ¿Cuál es la habilidad que se desarrolla, acorde al sentido del título de tu obra?
- En la construcción del trabajo tomamos el uso del error como una posibilidad y no como una superación formal del intento; entonces se convierte en el desarrollo de una ‘habilidad’.
- ¿Hay una unidad dramatúrgica que deriva en dos planteos diferentes?
- En Lado A hay una evocación de momentos vividos de estas bailarinas con principios físicos específicos que te generan una reflexión misteriosa, llena de sutilezas femeninas, donde miramos nuestro viaje con algo de nostalgia y gratitud. Y en Lado B, los varones no centran su trabajo en la evocación, sino en la transformación que provocó la danza en sus vidas, con una estética muy diferente. Se trabaja con los mismos objetos escénicos, estructuras y recursos coreográficos, pero se modifican los principios físicos y la banda sonora.
- ¿Hacia dónde se viaja?
- En escena hay una ventana que es la expresión de lo sublime, algo que está siempre presente en la danza. Es un espacio simbólico atravesado por la luz y por donde invade el viento. Evoca lo inconmensurable, lo inabarcable, lo infinito. Si bien los viajes son la acumulación de experiencias de vida, la ventana quizá responde a la pregunta: viajar, ¿pero hacia dónde? Ese destino es algo muy personal.
PRIMERA FUNCIÓN
• A las 22 en el teatro municipal Rosita Ávila (Las Piedras al 1.500).
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