El sueño de un niño tucumano que quería ser piloto y cómo hizo para lograrlo

El sueño de un niño tucumano que quería ser piloto y cómo hizo para lograrlo

Alejandro Albornoz es el único tucumano entre 900 pilotos de Aerolíneas Argentinas. Alterna sus días entre su casa, en la provincia, y las nubes.

PADRE E HIJO. Alejandro y su hijo que también estudia para piloto. fotos gentileza alejandro albornoz PADRE E HIJO. Alejandro y su hijo que también estudia para piloto. fotos gentileza alejandro albornoz FOTOS GENTILEZA ALEJANDRO ALBORNOZ

Cuando tenía cuatro años, Alejandro Albornoz (San Miguel de Tucumán, 1970) observaba cómo esquivaban los edificios los aviones que aterrizaban en el viejo aeropuerto del parque 9 de Julio. “Yo era apenas un niño y cada vez que pasaba un avión me detenía y soñaba. Todavía me acuerdo de la primera vez que viajé en avión, a los cinco años”, cuenta Alejandro con un dejo de nostalgia en la voz. Recién a los 20, cuando sacó su licencia de piloto privado en el Aeroclub Bell Ville de Córdoba, se dio cuenta de que podía llegar lejos. Aunque le iba a costar varios años y un montón de idas y vueltas. 

“Terminé el curso, volví a Tucumán y me encontré con el problema de que no tenía con qué pagarme más horas de vuelo -recuerda Alejandro-. Aprendí a sacar fotos y trabajé un tiempo de fotógrafo. Todavía no existían las cámaras digitales y mucho menos los celulares, así que todas las mañanas iba a los colegios a sacar fotos de los izamientos”. En esa época, durante el verano, se dedicaba a fumigar casa por casa, timbre por timbre. Y así andaba hasta que juntaba un poco de plata y volaba un poco.

EN LA PISTA. Albornoz, primer tucumano formado en la aviación civil y comandante de Aerolíneas Argentinas.   EN LA PISTA. Albornoz, primer tucumano formado en la aviación civil y comandante de Aerolíneas Argentinas.

En el 95 Alejandro juntó 200 horas de vuelo y aprobó el examen de piloto comercial. Entonces consiguió su primer trabajo a bordo: pilotó aviones de publicidad sonora para promocionar parques y circos ambulantes. “Seguí a dos parques de diversiones diferentes durante dos años, desde Jujuy hasta Neuquén. Los aeroclubes siempre quedan lejos de las ciudades y yo me movía en bicicleta. Me acuerdo que la gente del parque me llevaba la bicicleta con la maquinaria de la montaña rusa y todo. Yo era joven y fue entretenido”, sonríe Alejandro. Esa es la primera parte de la historia.

Lechero en la Patagonia

En el verano del 98, Oscar Valls, fundador de Kaiken Líneas Aéreas, le confesó al diario La Nación que no se hacía demasiadas ilusiones sobre el futuro de su empresa: “se trata de un negocio marginal que sólo va a funcionar en tanto las líneas troncales nos dejen las regiones y nosotros no nos metamos en Aeroparque”. El negocio marginal consistía en conectar todas las ciudades de la Patagonia, desde Ushuaia hasta Bahía Blanca por el este y hasta Mendoza por el oeste.

Durante el invierno de ese año Kaiken contrató a Alejandro para que trabajara como copiloto en su flota de siete aviones. “Ahí volé mis primeros turbohélices y, después de un tiempo, me convertí en comandante de línea aérea. La empresa tenía su base en Río Grande y andaba por el sur. Básicamente era un lechero de la Patagonia”, describe Alejandro. Sin embargo, por desgracia, el pronóstico de Valls se cumplió y Kaiken dejó de volar en febrero del 2000.

“Me quedé sin trabajo, volví a Tucumán, piloté algunos aviones publicitarios y empecé a dar instrucción de vuelo en el Aeroclub de Horco Molle -relata Alejandro-. Me fui a buscar trabajo afuera y anduve dando vueltas por Sudamérica, pero al final conseguí entrar a American Jet acá en Tucumán. Hacíamos vuelos a La Alumbrera. No fue nada fácil: al principio hacía de chofer de los demás pilotos en mi auto, también hacía de despachante y sólo volaba cuando hacía falta algún que otro reemplazo. Pero después ascendí hasta comandante de American Jet y estuve ahí hasta el 2006”. Ese año el chiquito que miraba aterrizar los aviones en el parque 9 de Julio se subió a la cabina de un Boeing 737-200 de Aerolíneas Argentinas.

Fórmula 1

En la aerolínea de bandera, Alejandro hizo vuelos de cabotaje como copiloto hasta el 2009, cuando empezó a salir del país con el mismo puesto en un Boeing 747-400. Durante dos años copilotó en vuelos internacionales y después, en el 2011, al fin empezó a volar como comandante de Boeing 737-700 y -800. Así se convirtió en el primer tucumano formado en la aviación civil que llegó a comandar un avión de Aerolíneas Argentinas, porque, aunque ya había habido otro piloto tucumano que trabajaba en Austral, este último venía de la aviación militar. Hoy Alejandro es el único piloto tucumano entre los 900 que vuelan en la aerolínea nacional.

“Yo ya había sido comandante en Kaiken y American Jet, pero entrar a volar como comandante en la línea número uno de la Argentina para mí fue como competir en la Fórmula 1. Es nuestra línea aérea y creo que es importantísima por todo el significado que tiene como línea del Estado, como línea que une todas las provincias y ciudades importantes de Argentina”, expresa Alejandro.

Ponerse en la fila

En el medio de toda esta carrera, se casó y tuvo dos chicos que acompañan a su papá en su trabajo a pesar de la añoranza que sienten cada vez que se quedan esperándolo con su mamá. “Es un poco tedioso para mi mujer y mis hijos porque ellos viven acá y yo trabajo en Buenos Aires, pero paso todos mis días libres en Tucumán. Este año me metí de vuelta a dar una mano en el Aeroclub y estoy dando instrucción y ayudando a que camine un poquito la escuela”, transmite Alejandro.

Para los alumnos de la escuela del Aeroclub debe ser un lujo aprender con un piloto de Aerolíneas Argentinas. Sea como sea, lo único que busca Alejandro cuando instruye a los chicos tucumanos que recién empiezan es mostrarles con su ejemplo y contarles que el sueño de llegar a una línea aérea está al alcance de sus manos: “si arrancás en el Aeroclub Tucumán, podés cumplir tu objetivo. Basta ponerse en la fila y tratar de llegar como sea, como hice yo”. Ya hay dos alumnos de Alejandro que cumplieron su objetivo: hoy comandan aviones en JetSmart y Norwegian.

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