Historias y misterios del “cementerio viejo”

Historias y misterios del “cementerio viejo”

Hoy se presenta un libro que recopila los relatos sobre las familias cuyos nombres pueblan mausoleos, capillas y nichos del camposanto

MAUSEOLEOS. A la derecha, el de la familia Orlando, tiene nichos y un pequeño oratorio. A la izquierda, el de la familia Gálvez Cota, apellido señero de Yerba Buena. MAUSEOLEOS. A la derecha, el de la familia Orlando, tiene nichos y un pequeño oratorio. A la izquierda, el de la familia Gálvez Cota, apellido señero de Yerba Buena. GENTILEZA ENRIQUE FERMÍN GONZÁLEZ

El cementerio de Yerba Buena, (el “cementerio viejo”, como lo conocen los pobladores), contiene historias de cuando la “Ciudad Jardín” era una comuna, rodeada por tierras de cultivo -lejos de ser el centro comercial, gastronómico y turístico que es ahora-.

Los relatos sobre las familias cuyos nombres pueblan mausoleos, capillas y nichos fueron recopilados en el libro “Cementerio Municipal de Yerba Buena. Sus historias”, que será presentado hoy a las 20, en el salón de la Fundación OSDE (avenida Aconquija 1.201).

Los autores, María Soledad Terán y Enrique Fermín González, trabajaron durante meses para completar un relevamiento de los cientos de tumbas que se encuentran en el terreno, donado por Marcial Imbaud hace 111 años.

“Fue fundado en 1908, en la misma época que la Plaza Vieja (la plaza de La Rinconada) y el mástil” instalado en el cruce de la avenida Aconquija y lo que hoy es la avenida Solano Vera, cuenta González.

“Los pueblos van perdiendo su historia y los apellidos se van transformando. Vimos este trabajo como una de las formas de rescate de la historia de esta comunidad”, explica.

Otra familia de la zona, los Vera, se ocupó del diseño, que distribuye las parcelas en cuatro cuadrados, cada uno de los cuales tiene unas 18 filas, con entre 20 y 30 tumbas cada uno. Al terreno original se le sumó hace unos años otro, donde se instaló el cementerio jardín.

Una importante parte del libro, consigna el autor, es la reseña de las tumbas, que permiten conocer una parte fundamental de la historia temprana de la localidad a través de los nombres de personalidades que tuvieron un papel destacado en la comunidad. Los descendientes de aquellas familias fueron entrevistados para el libro.

Las placas revelan que allí fueron a dar los restos de artistas, como los de la familia Villarrubia o el cantautor Tito Segura; deportistas, como la tenista Tini Hill Terán de Médicci; la primera maestra de Yerba Buena, Petrona Giménez Campero de Adami; los primeros docentes que llegaron invitados por la Universidad Nacional de Tucumán, como los Würschmidt, o el ex gobernador de facto Oscar Sarrulle. En muchos casos, los nombres han quedado borrados o las placas han sido destruidas o robadas.

El “cementerio viejo” también contiene misterios, como el de la “almita de la cumbre”, una mujer cuyo cuerpo, hallado en el cerro, fue sepultado en una tumba sin nombre. “La gente le empezó a llevarle velas y flores para agradecerle favores. Ahora, tiene un altar con ofrendas con recordatorios de nacimientos, cuadernos de estudiantes, imágenes rotas de santos y de vírgenes (la tradición dice que no se tiran las imágenes religiosas cuando se rompen, sino que hay que dejarlas en un camposanto”, relata González.

También llama la atención el “nichero” del Centro Recreativo Yerba Buena, un club social fundado alrededor de los años 40, que compró el terreno para construir el mausoleo para sus socios.

El libro fue declarado de interés cultural por la Municipalidad de Yerba Buena, de interés histórico por el Concejo Deliberante de ese municipio y de interés de rescate por la Fundación Bicentenario.

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