Pasaron varias crisis y se convirtieron en pilotos de tormentas

Tienen más de 40 años de trayectoria. Y padecieron las crisis, como la actual, desde distintas posiciones. Algunos señalan que las respuestas a tanta incertidumbre están en uno mismo. Otros señalan que es fundamental mantenerse a flote con ciertas restricciones financieras. La debacle de 1966, la hiperinflación alfonsinista y la crisis de fines de 2001 los marcaron a fuego y les dejaron enseñanzas.

Un empresario de amplia trayectoria, un pequeño comerciante, un ministro de Economía y un doctor de Economía cuentan las experiencias y las enseñanzas que le han dejado haber protagonizado las debacles de una Argentina acostumbrada a cambiar de ciclos y que va del crecimiento a la recesión sin escala.

Oscar Castillo

“No hay que perder la fe”

“Lo que no te mata te hiere de gravedad y te deja tan apaleado, que luego aceptas cualquier maltrato y te dices a ti mismo que eso te fortalece”. Esa es la frase atribuida al filósofo alemán Friedrich Nietzsche. Esa capacidad que tiene toda persona, organización o Gobierno de sobreponerse a situaciones adversas, conocidas psicológicamente con resiliencia, es lo que Oscar Castillo señala que le ha permitido sostenerse a lo largo de la historia de crisis en una Argentina cíclica, de recesiones prolongadas y de crecimientos cortos. El empresario ha visto, ha vivido y a capeado varias tormentas económicas. 

Con más de siete décadas de experiencia comercial, Castillo afirma que el peor momento que le tocó vivir fue en 1966, cuando se produjo el cierre de 11 ingenios y el éxodo de unos 250.000 tucumanos que buscaron oportunidades laborales y de vida en otros lugares. “Esa crisis fue espantosa porque no se pagaban deudas y no había trabajo. También he transitado la hiperinflación durante la presidencia de Raúl Alfonsín (1989), con 250% de inflación mensual y hasta llegaba a pagar sueldos dos veces a la semana; el dinero se evaporaba. Ya en 2001-2002 también fue muy duro. La vivimos todos”, relata. 

En aquel espíritu de resiliencia, Castillo sostiene que una crisis, como la actual también, no toma a todos bien parados. “Por ejemplo, con la devaluación que padecimos en los últimos días, yo perdí capital, que me costará años recuperar, pero en buena hora que pude perderlo; hay gente que vive muy ajustada y que esta situación le causa una herida enorme en la parte económica. Entonces, los problemas económicos del país no solamenta atacan la parte financiera, sino también la social, en la parte social de las personas que resultan golpeadas por las crisis; en su espíritu”, agrega. 

Castillo señala que la mejor manera de sobreponerse a estas situaciones difíciles es crear una verdadera cultura argentina, fortaleciendo la idea de que, con el trabajo, siempre se puede salir adelante, con una mirada interna para defender lo que es verdaderamente nacional. En ese aspecto, recuerda una anécdota de viaje en la que observó que un amigo intentó pagar con dólares en Río de Janeiro la cuenta en un bar y el mozo le dijo que no se los aceptaba; que sólo recibía Real. 

“Detrás de esa contestación hay una enseñanza: ese brasileño quiere y cuida su moneda y no mira tanto al dólar; hay un respeto total hacia el dinero nacional. Aquí, en cambio, se ha destruído la moneda”, compara. ¿Cual puede ser el punto de partida para superar la crisis? Castillo responde que el punto de partida es no dejarse llevar por la coyuntura que, aunque larga, es eso. “Lo segundo es volver a la cultura del trabajo, confiando en que algún día pasará esta mala racha y que la forma más directa de recomponer situaciones difíciles es a través de los valores”, acota. 

Finalmente, puntualiza el empresario, no hay que perder la fe, ni en el país ni en uno mismo. “Soy muy creyente. Y, desde esta perspectiva, siempre pienso que si Dios me puso en este mundo, Dios me ayudará en la coyuntura”, finaliza.

Eduardo garvich

“Hubo peores momentos que los actuales”

A fines de 2001, la Argentina entraba en una de sus peores crisis financieras. Fernando de la Rúa había perdido el control del país. La sociedad salió a la calle reclamando por sus depósitos que ingresaron a un corralito y luego a un corralón. En un balcón que daba frente al Obelisco, tres personas miraban perdidamente hacia la inmensidad del cielo porteño sin encontrar respuestas. Al día siguiente debían retornar a Tucumán para decirle a sus habitantes que aquellos papeles pintados que recibían como moneda de pago ya no tenían respaldo. 

Los tres personajes del balcón eran el entonces gobernador Julio Miranda, el ministro de Economía, Joaquín Ferre, y el técnico que estaba a cargo de la Secretaría de Hacienda y hoy comanda el área económica de Juan Manzur: Eduardo Garvich. “Me acuerdo claramente que ellos fumaban sin decir nada; estábamos abatidos. Fue un momento muy duro; daban ganas de llorar”, señala a LA GACETA. 

Aquel balcón pertenecía a la Casa de Salta en Buenos Aires, el punto de encuentro de los represantes de provincias emisoras de cuasimonedas que caían en default. “No había posibilidad alguna de obtener financiamiento del Gobierno nacional; fue terrible. Y no dudo que fue el momento personal más difícil que he vivido. Después hubo revancha: pudimos rescatar la totalidad de los Bonos de Cancelación de Deudas (Bocade)”, indica. 

En junio pasado, Garvich cumplió 50 años de carrera en las finanzas públicas provinciales. Es uno de los técnicos de mayor trayectoria no sólo en Tucumán, sino también en los organismos federales que lo tienen como uno de los principales asesores, entre ellos la Comisión Federal de Impuestos. La crisis actual lo encuentra también lleno de preocupaciones. 

Puntualmente porque debe sostener una de las banderas que flamea la gestión de Manzur: el pago regular, en tiempo y en forma, de los salarios a los 120.000 empleados públicos de la provincia. Esta semana ha recibido otro “regalo” de la Nación, como dicen en la Casa de Gobierno: una merma de casi $ 1.300 millones en los fondos de coparticipación federal, producto de las bajas en impuestos coparticipables como Ganancias e IVA. 

“Esta tormenta pinta para grado 3 o 4, no solamente por lo que sucede en el presente, sino también por lo que puede suceder en el futuro”, advierte. “Vemos que tenemos que llegar al 10 de diciembre con un presidente (Mauricio Macri) que no actúa como presidente y con un candidato que obtuvo más votos, pero que no es presidente”, analiza. Garvich considera que no puede hablarse de una transición porque Macri está en funciones y que el cambio, como dijo antes, sucederá dentro de cuatro meses. “Lo que sí digo que hubo peores momentos que los actuales en la historia económica de nuestro país. Es complicado, pero hay que ser más cuidadoso con lo que se hace con las finanzas. No vamos a perder el rumbo proyectado. Tratamos de asegurar que los sueldos se sigan pagando del mismo modo que se realizó a lo largo de estos últimos años, pero eso se logrará con equilibrio fiscal”, razona el ministro. 

Esa no sólo es la preocupación de Tucumán, sino del conjunto de provincias de la Argentina.

Víctor Elías

“El Estado nunca sale mal de las crisis económicas”

Las crisis se superan rápidamente en la Argentina. No son tan profundas como la de aquellos países que hoy exhiben cierta fortaleza y credibilidad en sus instituciones. La Argentina no ha padecido una Gran Depresión como la que en 1929 sumió a los Estados Unidos y que se extendió durante varios años, con un nivel de desempleo que llegó al 40% de la fuerza laboral. Víctor Elías, doctor en Economía por la Universidad de Chicago y profesor emérito de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) aclara que esos escenarios no se dieron en la Argentina. 

“Pero sí son prolongadas las recesiones, que se extienden por años”, aclara. Elías lleva más de 60 años como docente universitario y varias crisis sobre sus espaldas. “Me acuerdo la de la década de 1940, en el que había problemas con los alimentos y carteles en las calles que advertían qué productos sustituían a otros, pero nunca vi filas de personas por eso. Lo que sí debo decir, al mismo tiempo, que la Argentina es un país grandioso, a pesar de sus problemas, no al nivel de los denominados superpaíses, por la libertad que existe”, resalta. 

El académico, no obstante, afirma que la Argentina “se vive en una burbuja constante, con la emisión que se vuelve una fuente de ingresos y que, ese proceso, naturalmente se traduce en una suba de precios”. “Así -acota-, mientras más se emite, menos vale la moneda. La deuda tampoco es una solución, salvo que se tenga un presupuesto equilibrado”. 

Elías considera que en situaciones difíciles, “el Estado nunca sale mal de las crisis. Es como si fuera más barato para ese Estado, pero no para el país que paga las consecuencias”. Si bien apunta que es muy difícil predecir cuándo sucederán efectivamente, salir de ellas es más efectivo con instituciones sólidas. “La cuestión entre los gobernantes pasa por saber si están dispuestos a invertir en esas instituciones para que, a su vez, sostengan las normas sin estar pensando en cambios constantes de reglamentaciones que, en definitiva, no hace más que espantar a las inversiones”, sostiene. 

Las enseñanzas que deja una crisis depende mucho de la posición que tenga el agente económico. En este sentido, Elías indica que es muy subjetiva la respuesta. “La peor crisis es aquella que le toca a uno vivir. Tal vez a los funcionarios que están hoy en el Gobierno les resulte un sufrimiento pasarla y tratar de buscar salidas, pero mucho más difícil es para aquel que está desocupado”, compara. Tomando el ejemplo de los países que han pasado grandes depresiones, como EEUU, o hiperinflaciones prolongadas, como Alemania, el profesor emérito de la UNT considera que, sabiendo que la Argentina tiene crisis que no son tan fuertes como aquellas, “no les ha dejado el mensaje del nunca más, como hoy vemos en los países más desarrollados que aprendieron de esos errores profundos para sostener sus economías y no volver a cometerlos”.

Oscar Alberto López

“Aspiro a juntar para el puchero; ya no para el asado”

Llega muy temprano a la peatonal Mendoza. Siempre camina apurado. Desde que baja del colectivo que lo traslada desde su casa al microcentro. Y también cuando pega la vuelta, al anochecer. Se llama Oscar Alberto López y en setiembre cumplirá 40 años como florista en la peatonal. Llegó muy joven al rubro. Dice que se instaló en la zona más transitada de San Miguel de Tucumán cuando la calle Muñecas, también convertida en peatonal, tenía adoquines y por allí pasaban vehículos. 

Hoy, como ayer, el pequeño comerciante dice que, en tiempos de crisis, “uno se conforma a juntar para el puchero; ya no para el asado”. Franco, uno de sus cuatro hijos, lo acompaña este sábado que pasó. “Mi viejo prácticamente se crió aquí y sigue vendiendo flores. Lo conoce medio mundo”, señala este muchacho de 26 años, que pone en duda aquellos 40 años de trayectoria. “Son más. Él vendía flores desde que era chico”, agrega. 

“Hay situaciones que uno nunca podrá olvidar. A mi me comió (Fernando) De la Rúa. Durante su gestión no vendía una flor. Pero sí debo decir que soy un agradecido de la vida: la sociedad me ayudó muchísimo; es muy solidaria. Siempre me compraba una florcita porque sabía que vivía de esto, solamente de esto”, cuenta. López también recuerda el mal trago que pasó durante la gestión de Raúl Alfonsín, con la hiperinflación. 

“Ahí aprendí a lo que era dejar de vivir del fiado. No tenía otra manera de comprar la mercadería que al contado. Había confianza; lo que no existía era la espalda para sostener el negocio. Pero sobreviví”, dice mientras entrega un ramo de claveles rojos a una mujer que se le acercó a vender. Un detalle: no tenía sencillo para dar el vuelto. “Los billetes de baja denominación han desaparecido. Vemos de $ 100, de $ 200, de $ 500 y de $ 1.000, pero no de $ 50, menos de $ 20. Eso es inflación”, afirma. 

El florista siempre tiene una sonrisa de yapa y se las regala no sólo a sus clientes, sino a todo aquel que pasa por su local. Vive apurado, a pesar de ser su propio patrón. ¿Cómo sobreviviste a tantas crisis y mantenerte en el mismo rubro”, le consulta LA GACETA. “No tengo dudas en responderte: fue por la fortaleza que me dan, día tras día, mis hijos. Ellos me ayudaron a no cometer locuras”, señala. López dice que no hay recetas efectivas que ayuden a combatir los efectos que deja una crisis financiera o económica. Pero sí una conducta que, a lo largo de los años, le ha servido para sostenerse en pie, en lo personal y también en lo comercial: “dar siempre lucha contra la adversidad, trabajando todos los días”.

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