San Cayetano: en medio de las crisis sólo quedan las promesas

San Cayetano: en medio de las crisis sólo quedan las promesas

Como cada siete de agosto, los feligreses tucumanos rindieron su homenaje al patrono del pan y del trabajo.

San Cayetano: en medio de las crisis sólo quedan las promesas

Siempre lo intentaron, de verdad lo hicieron. Creyeron en las promesas de personas que pasaron de ser amantes a desconocidos, en la esperanza de tiempos mejores, en otras vidas. Intentaron confiar en una que otra corriente política o en las mejoras económicas. Se arrodillaron. Creyeron en tantas cosas que ya no les queda nada. O, en cambio, ahora les queda todo: porque lo que abunda -ante tanto caos (de adentro hacia afuera, o viceversa)- es la fe.

Es así que cada 7 de agosto miles y miles de creyentes católicos se reúnen en todo el país para honrar a San Cayetano: santo patrono del pan, la familia y el trabajo. En Tucumán, la celebración es una tradición que embelesa de flores su templo (Brígido Terán al 900) y puebla las calles de cánticos y ofrendas por aquellos milagros que en su nombre ocurrieron.

Altar con neón

Pese a los bocinazos que se entrecruzan por la avenida, las campanas reverberan en la distancia. El sonido marca la misa de las 11 y aquel templo de techos altos se convierte, de a poco, en un refugio de promesas.

Allí, un sinfín de velas recién encendidas, rosarios y estampitas son depositados ante la figura de un San Cayetano que ilumina a sus creyentes con una aureola color azul neón.

- NORMA LEDESMA. JUBILADA.- - NORMA LEDESMA. JUBILADA.-

Ajena a la cantidad de gente que se agolpa a su costado, Norma Ledesma emite algunos susurros: es una conversación intima solo para dos.

Hace unos años, ella fue diagnosticada con diabetes y, tras luchar contra su enfermedad, un día llegó el impacto de la ceguera progresiva que la dejó sin trabajo. Por eso, Norma cree que la devoción no se inventa y que solo la verdadera fe es capaz de mantenernos erguidos en los momentos difíciles. “Ya estoy jubilada, pero igual continuo viniendo para agradecerle al santito por su intervención. Todos los años vengo sola, no dejo que nadie me acompañe o ayude”, comenta orgullosa de su resiliencia.

 PARICIA CASTRO MOYANO. CATEQUISTA.- PARICIA CASTRO MOYANO. CATEQUISTA.-

El cortejo de las flores

Mientras los feligreses asisten a la misa del mediodía, en la sala de profesores del Colegio San Cayetano la imagen del santo se prepara para la procesión.

Hace cerca de 20 años que Patricia Castro Moyano colabora en esta tarea y, como ella misma afirma, se mantiene fiel desde el instante cero en que la festividad llegó al barrio.

Desde entonces, Patricia y el resto de mujeres que ornamentan la procesión fueron capaces de presenciar en carne propia los portentos de San Cayetano. “Se que el patrón del trabajo obró en mi cuando el año pasado me diagnosticaron cáncer de piel y tuve que ser operada”, comenta emocionada Hortensia Emelinda Romano, mientras enhebra con un grueso alambre cientos de claveles rojos y blancos.

“Hay años en que las flores no nos alcanzaban para completar el marco y, de forma anónima, comenzaron a llegar. Estamos convencidas de que él es quien decide cómo va salir a recibir a su gente”, afirma Patricia, constructora del marco que acompaña a la imagen del santo desde hace más de dos décadas.

 CRISTINA PALAVECINO. VENDEDORA AMBULANTE.- CRISTINA PALAVECINO. VENDEDORA AMBULANTE.-

Más allá de la estampita

En el día de San Cayetano, el pan se multiplica. Primero, con un deseo de prosperidad y después, al salir a la calle, en forma de tortillas, panificación para choripanes y rosquetes tamaño familiar.

Lo mismo ocurre con las imágenes del Santo, apiladas en los mesones de madera y ofrecidas en forma de relojes de mesa, calendarios, adornos para el celular, velas, figuras que brillan en la oscuridad y colgantes con pequeñas bolas espejadas.

Mientras los creyentes hacen cola para tener su estampita, el sincretismo también se infiltra en la festividad. Con imágenes del Gauchito Gil, juguetes y vasos cerveceros con los escudos de Atlético y de San Martín.

Sin embargo, los peregrinos saben lo que buscan y la esperanza es una cinta roja y blanca atada a un ramito de espigas.

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